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¿Por qué ir a la iglesia no te hace un cristiano?

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No soy un cristiano porque asisto a la iglesia el domingo. Tampoco tú. Y tampoco John Piper. Este fue un descubrimiento que Piper hizo en las primeras páginas de un libro de C.S. Lewis. En la providencia de Dios, un pequeño delgado libro azul con el título de “El Peso de la Gloria” (The Weight of Glory) encontró su camino en la vida de John Piper a los 23 años. A continuación, cómo él contó de nuevo la historia en un sermón en el 2015.
La segunda ola que rompió sobre mí en mi 23avo cumpleaño fue el descubrimiento de que mis deseos no eran demasiado fuertes, sino muy débiles. Y el remedio para mi temprana perplejidad no se encontraba en la eliminación de mis deseos, sino en saciarlos con Dios. Eso fue revolucionario para mi.
Tu problema, deseo, dolor, anhelo, querer, John Piper, es que tú aún no deseas como deberías desear. Vendré a ti y pondré un fuego debajo del fuego de tu deseo. Te mostraré lo que es desear. Y entonces Él pone su gloria delante de ti y te llena con su Espíritu Santo y descubres lo que es desear.
Y C.S. Lewis fue el que abrió la puerta. Estando en la Librería de Vroman en la Avenida Colorado (en Pasadena, CA) habiendo leído Mero Cristianismo en la universidad. Miro una mesa. Creo que estaban a la venta o algo así. No estoy seguro del por qué estaban en una mesa. Y veo un pequeño libro azul llamado El Peso de la Gloria por C.S. Lewis. Lo recojo y abriéndolo en la primera página leo esto:

El Nuevo Testamento tiene mucho que decir sobre de la auto-negación, pero no sobre la auto-negación como un fin en sí mismo.

Amigo, eso llamó mi atención.

Se nos dice que debemos de negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz, a fin de que podamos seguir a Cristo, y casi cada descripción de lo que al final deberíamos encontrar si lo hacemos, contiene una apelación al deseo. Si acecha en la mayoría de las mentes modernas la noción que desear nuestro propio bien y esperar sinceramente el disfrute de ello es algo malo. afirmo que esta noción surgió de Immanuel Kant y de los estoicos y no tiene parte en la fe cristiana.

¿Estás bromeando? Pensé que era parte. Pero no, esto “no tiene parte en la fe cristiana.”

De hecho, si consideramos las evidentes promesas de recompensa y la asombrosa naturaleza de las recompensas prometidas en los evangelios, parecería que nuestro Señor no encuentra nuestros deseos demasiado fuertes, sino muy débiles. Somos criaturas desinteresadas engañandonos con alcohol, sexo y ambiciones cuando el gozo infinito nos es ofrecido como a un niño ignorante que quiere seguir haciendo tortas de barro en un barrio pobre, porque no puede imaginar lo que significa pasar un día de fiesta en el mar. Nos satisfacemos con demasiada facilidad.

He escrito muchas veces: Los libros no cambian a las personas, los párrafos cambian a las personas. Eso es todo lo que recuerdas cuando terminas con un libro. Eso. Y eso es suficiente. Eso sacude al mundo. Cualquier otra cosa que estaba en el libro, eso cambió el mundo. Y entonces lo vi. por supuesto, como también tú, a través de toda la Biblia.
“Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?” (Salmos 42:1-2).
“Entonces llegaré al altar de Dios, a Dios, mi supremo gozo.” (Salmos 43:4)
“Pon tu delicia en el Señor, y Él te dará las peticiones de tu corazón.” (Salmos 37:4)
“Sirvan al Señor con alegría” (Salmos 100:2). Es un pecado servir al Señor de otra manera.
“Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!” (Filipenses 4:4).
Así que el mandato de Dios de disfrutar de Dios no era, para mi asombro, superficial. Esto era central. Esto era penetrante. Estar satisfecho en Dios no era la frutilla en el pastel del cristinismo. No era el último vagón en la cola del tren. No quiero decir eso para ofender a nadie, excepto un poco. Era la esencia y el corazón del cristianismo.
El cristianismo, ahora toma esto gente del cinturón bíblico del sur, presbiterianos, bautistas, lo que sea; el cristianismo no es una religión de fuerza de voluntad. No es una religión de decisiones para hacer lo que no quieres hacer. Es una obra sobrenatural de Dios por la que naces de nuevo y así deseas a Dios más de lo que deseas cualquier otra cosa.
Si no deseas a Dios más de lo que deseas cualquier otra cosa, no eres un cristiano.
De eso es lo que trata el nuevo nacimiento. Toma los corazones que aman el mundo y los pone en amor a Cristo y su Padre y el evangelio y la gloria de ser salvados y la promesa de ir al paraíso eterno de gozo. Y si esto es algo molesto, aburrido, cosa insignificante para ti y todo lo demás en el mundo es real para ti, no eres un cristiano. No me importa cuántas decisiones hayas tomado, cuántos pasillos al altar hayas caminado, cuántas tarjetas hayas firmado. No me importa qué haces, a qué iglesia vas. Eso no es cristianismo. Eso fue revolucionario para mi.
Es muy amenazante. Sí, lo es. Es aterrador saber que mi corazón tiene que ser cambiado a fin de ser un cristiano. Tengo que tener valores que son nuevos, pasiones que son nuevas, deseos que son nuevos, alegrías que son nuevas. Las nuevas cosas me hacen feliz. No acaba de empezar yendo a la iglesia. ¡Guácala!. ¿Quién quiere llamar a eso cristianismo? No lo es. Eso fue revolucionario para mi. Mis deseos no eran demasiado fuertes. Eran muy débiles, porque para convertirte en un cristiano se te debe haber dado un nuevo corazón, lo que significa nuevas pasiones, nuevos deseos, nuevos anhelos. Jesús es ahora tu mayor tesoro.
“Yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor.” Este es el cristianismo normal (Filipenses 3:8).
Por: John Piper. © Desiring God Foundation.
Fuente: “Why Going to Church Does Not Make You a Christian”.
Traducido por: Daniel Elias.

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