
Un llamado a la humildad teológica
Recuerda el tamaño de tu bote
Debemos comprometernos con humildad a las personas con las que tenemos desacuerdos teológicos, haciendo preguntas para asegurar que entendemos, recordando que no vemos las cosas perfectamente, y siempre buscando crecer en entendimiento donde podamos tener puntos ciegos. Nuestra actitud con respecto a la teología debe ser, y siempre debe permanecer, como la oración del Antiguo Breton inscrita en un bloque de madera en el escritorio de John F. Kennedy: “Oh Señor, tu mar tan grande, mi barco tan pequeño”
Ahora, es fácil admitir que en general tienes puntos ciegos. Pero la humildad hará que este reconocimiento tenga una diferencia notoria en tus interacciones con las personas. Conducirá a preguntas más aclaratorias, más búsqueda de temas de interés mutuo, más apreciación de preocupaciones rivales, y más demora en saltar a conclusiones.
En la vida y la teología, usualmente no es pura ignorancia la que causa problemas intratables, sino más bien es la ignorancia sobre la ignorancia: no el territorio desconocido sino las cosas que están completamente fuera de tu mapa. Esta es una de las razones por las que la humildad es tan importante. La humildad nos enseña a navegar la vida con sensibilidad a la distinción entre lo que nosotros no sabemos y lo que nosotros no sabemos que no sabemos. Esto nos anima a participar en el desacuerdo teológico con atención a lo que escuchamos, con disponibilidad a aprender, y disposición a recibir información nueva o a ajustar nuestra perspectiva. El orgullo nos estanca, la humildad nos hace ágiles.
A algunos les preocupa que mucho enfoque en la humildad nos puede volver insípidos y sin principios sólidos. Pero humildad no es el antónimo de fuerza. Al contrario, aquellos que tiemblan ante la Palabra de Dios son los que tienen más probabilidades de enfrentarse a la oposición humana. Considera el coraje de Martin Lutero, quien se mantuvo firme en la Palabra de Dios contra de la oposición más feroz, a pesar de, como joven sacerdote, haber estado tan aterrado que mientras administraba la misa derramó el vino. Como Spurgeon lo describió: “Yo creo que Martin Lutero hubiera enfrentado al demonio infernal sin miedo; y sin embargo, tenemos su propia confesión de que sus rodillas a menudo temblaban cuando se paraba a predicar.”
En Isaías 66:2, Dios mismo identifica las cualidades que estima y aprueba:
«Pero a este miraré: Al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante Mi palabra.”
Estoy menos interesado en convencer a otros sobre los juicios particulares que he hecho, y más interesado en que, aún cuando no estemos de acuerdo, lo hagamos en espíritu tembloroso ante la Palabra de Dios. Esta actitud es tanto la base como la meta del triaje teológico: “Si alguien cree que sabe algo, no ha aprendido todavía como debe saber; pero si alguien ama a Dios, ese es conocido por Él” (1 Corintios 8:3-2).
La humildad es el camino a la unidad
Algunos cristianos están ansiosos de defender la sana doctrina. Eso está bien y es bueno. Pero ¿es la unidad del cuerpo de Cristo una de esas doctrinas que guardamos celosamente? La unidad de la iglesia es uno de los objetivos de la muerte de Cristo (Efesios 2:14). Esto, tanto como todo lo demás, es lo que el Nuevo Testamento nos llama a apreciar y sostener. Por lo tanto, nuestro celo por la teología no debe exceder nunca nuestro celo por nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Debemos estar marcados por nuestro amor. Tenemos que, como mi papá siempre dice, perseguir tanto la doctrina del evangelio como la cultura del evangelio.
En el Nuevo Testamento, la humildad es el camino a la unidad. Por ejemplo, la exhortación de Pablo a los Filipenses sobre ser “del mismo sentir” (Filipenses 2:2) es seguido de su ruego a “que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo” (Filipenses 2:3), en imitación de la acción de Cristo hacia ellos en el evangelio (Filipenses 2:5-11).
O considera el ruego de Pablo sobre la unidad en Romanos 14. El tema presente en este capítulo es un conflicto sobre las leyes judías de la comida, pero los principios que Pablo menciona pueden ser aplicados a muchos otros temas. Su preocupación principal en este capítulo es que las diferentes convicciones sostenidas por los cristianos romanos no sean una fuente de división entre ellos mismos. Así, el “fuerte” y el “débil” son llamados a la aceptación mutua. Específicamente, entre sus diferencias de conciencia, Pablo los llama a aceptar (Romanos 14:1), no a condenar (Romanos 14:1), a no despreciar el uno al otro (Romanos 14:3), y a no juzgar el uno al otro (Romanos 14:3, 13). Incluso Pablo llama a los romanos a dejar ir sus derechos y ajustar sus prácticas para no violar la conciencia de un hermano: “Porque si por causa de la comida tu hermano se entristece, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió” (Romanos 14:15).
“La unidad de la iglesia es uno de los objetivos de la muerte de Cristo.”
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Hoy en día, también, hay varios temas por los cuales los cristianos serán tentados a tener altercados, a despreciarse el uno al otro, y a juzgarse entre ellos. En vez de eso, debemos proponernos “no poner obstáculo o piedra de tropiezo al hermano” (Romanos 14:13). Como Pablo, incluso deberíamos estar dispuestos a hacer ajustes sacrificiales por consideración de nuestra unidad con otros en el cuerpo de Cristo. Si no te cuesta nada, si no te duele, mantener la unidad del cuerpo de Cristo entonces probablemente no te estás ajustando lo suficiente.
Pablo fundamenta su petición Romanos 14 en el hecho de que cada persona comparecerá ante el tribunal de Cristo: “¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios” (Romanos 14:10). Recordar esto es saludable: vamos a rendir cuentas sobre nuestra conversaciones y conductas teológicas, no menos que cualquier otra área de nuestras vidas. Cuando estemos ante el trono en el día del juicio, ¿qué batallas recordaremos y estaremos orgullosos de haber luchado? Sospecho que muchos de nuestros debates por Twitter no estarán en esa lista.
Amigos, la unidad de la iglesia era tan valiosa para Jesús que Él murió por ella. Si nos importa la teología sana, que también nos importe la unidad.
Por: Gavin Ortlund
Fuente: A Call For A Call for Theological Humility | Crossway ArticlesTheological Humility
Traducido por: Mariafernanda Artadi
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