Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

Si morir es ganancia, ¿deberíamos orar por sanidad?

El año pasado me diagnosticaron un tipo de cáncer a la sangre llamado linfoma folicular de células B no-Hodgkin. Básicamente, convierte los ganglios linfáticos en tumores malignos. Hay muchos tipos de linfomas, juntos hacen el séptimo diagnóstico de cáncer más común en adultos en los Estados Unidos.
Mi esposa y yo estábamos aliviados, en un pequeño grado, por el diagnóstico. Después de tres meses y medio de varios exámenes, rayos-x, muchas inyecciones, y dos tomografías computarizadas, fue bueno saber finalmente por qué estaba teniendo un dolor en mi costado derecho, cerca a mi riñón. Sin embargo, estábamos en un estado de shock debido a estas noticias
La idea de que habían células dentro de mi cuerpo que se habían corrompido y estaban trabajando en una conspiración suicida para matarme, era desconcertante, por decir lo menos. Estaba en shock debido a que siempre asumí que el cáncer era algo que otras personas tienen. Incluso me había dicho a mí mismo en ocasiones que nunca tendría cáncer, lo cual fue una tonta presunción de mi parte.
Nuestro mundo había sido sacudido, y nuestro plan de familia a cinco años había sido frustrado, por lo que mi médico general llamaba “la palabra c” – cáncer. Los días más difíciles, de lejos, eran los días de no saber las consecuencias de la misma para nosotros, no saber el pronóstico, no saber la gravedad del asunto y la cantidad de vida que probablemente me quedaba o no. Hubieron once días entre la primera vez que escuché la palabra “linfoma” y el  averiguar el tipo de linfoma que era, la etapa en la que se encontraba, y si el tratamiento era aún siquiera una opción.

El valle más oscuro, las sombras más frías

El valle de esos once días fue cubierto por la sombra más oscura y más fría de la muerte que he experimentado. Mi esposa y yo luchamos por tener fe en Dios con la espada de Salmos 23 cada noche cuando reclinábamos nuestras cabezas en nuestras almohadas. Esa fue nuestra oración y confesión al terminar el día, nuestra prédica entre sí de la bondad de Dios para nosotros en Cristo.
Mientras pasaba esos once día tratando de prepararme a mí mismo para lo peor, para la potencial “sentencia de muerte” pronunciada por el oncólogo de una situación terminal de fase cuatro – a veces ensayaba las Escrituras que planeaba recitarle si así era el diagnóstico (1 Corintios 15:55-57) –  también luchaba con Dios por esta nueva realidad y la incertidumbre de todo.
Uno de los dilemas con el que tenía que luchar a través de la duración de estos once largos días, cual valle muy oscuro, era si un “cristiano hedonista” como yo, podía orar por sanidad o no. Después de todo, nosotros los cristianos hedonistas, que creemos que Cristo es más glorificado cuando estamos supremamente satisfechos en Él, sabemos que Filipenses 1:21 dice: “Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.” – porque “partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor” (Filipenses 1:23). Al orar por sanidad y una vida más larga, ¿estaría rindiéndome de alguna manera a la carne pecaminosa o estaría comprometiendo mi búsqueda de la gloria de Dios? ¿estaría abandonando la búsqueda del gozo y la satisfacción superior en Cristo mismo por la causa de un amor idólatra del mundo? No. La respuesta estaba justo ahí en Filipenses 1:24-25.

Permanecer en la misión

El apóstol Pablo, al igual que el mismo Jesús, eligió la vida en aras de servir a la iglesia de Filipos. Él puso los intereses de los filipenses y su bien, por delante de los suyos. Escogió seguir viviendo a fin de servir a su “progreso y gozo en la fe”.
Dios en su gracia ha puesto esa misma “mente de Cristo” en mí (Filipenses 2:5). Y muchos hermanos y hermanas en el Señor – ¡incluyendo mi esposa! – parecen desear mi sanidad y mi presencia continua entre ellos como una “profunda satisfacción… en Cristo Jesús” (Filipenses 1:26).
También encontré esto en Salmos 6:4-5: “Vuélvete, Señor, rescata mi alma; sálvame por Tu misericordia. Porque no hay en la muerte memoria de Ti; en el Seol, ¿quién Te da gracias?” Aquí el rey David modela una oración de petición apasionada por permanecer en esta vida para seguir haciendo mucho para Dios entre los santos. Aquí hay un precedente bíblico para hacer una apelación al pacto de Dios de mantener su amor por mí (Su “misericordia”) como un motivo para sanarme. Por supuesto, este texto apunta en última instancia al nuevo pacto de liberación, justificación, y sanidad del alma comprado para mí por la muerte de Cristo. Sin embargo, el ejemplo de David implica que es bueno y santo desear seguir formando parte de la misión de dar a conocer la gracia gloriosa de Dios en el Rey Jesús entre los grupos aún no alcanzados del mundo.

Cualquiera sea el resultado

Durante el tratamiento mi esposa y yo fuimos animados a menudo por saber que los cristianos en varias partes del mundo estaban orando por nosotros. ¡Gracias a Dios por las redes sociales! Algunos eran hermanos y hermanas en Cristo que tenemos la bendición de conocerlos bien; otros que no conocemos en absoluto. Encontramos que esto era asombroso: Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo cuerpo global de Cristo que cuida de sí mismo.
Nos sentimos amados por Dios a través de su cuidado y preocupación. Si no por otra razón, es bueno estar necesitados de experimentar el amor de Dios a través de la necesidad al encontrar la provisión y la oración de Su pueblo.
Eventualmente recibimos un pronóstico alentador. Mi tipo de linfoma era lo que mi oncólogo llama la clase “aburrida”. Es un linfoma de crecimiento lento que es relativamente fácil de tratar. La tasa de sobrevivencia a los cinco años es del 70%. Y mi caso era aún sólo una etapa tardía cuando fue detectado. El doctor parecía confiado de que podría “curar” mi cáncer, lo que proveyó un significativo grado de alivio. Sin embargo, sabía que el resultado estaba en las manos del Señor. Él escogería hacer el plan de tratamiento eficaz o no.
Ahora, después de nueve meses de quimioterapia, coronados por un mes más de radiación diaria, estoy en remisión. En este punto, parece que Dios ha elegido sanar. Él usó los tratamientos, diferentes tecnologías médicas impresionantes, y la experiencia alucinante de muchos profesionales de la salud, para matar el tumor. Ahora el tumor es benigno. Damos gracias al Señor.

El regalo del linfoma

Por supuesto, lo que queríamos mucho más de Dios que su sanidad de mi linfoma era que mantuviera nuestra confianza en Él a través de este tiempo de sufrimiento e incertidumbre, sea cual sea el resultado médico. Las oraciones a Dios para que Él “[Nos sacie] por la mañana con [Su] misericordia, y [cantemos] con gozo [en Él] y nos [alegremos] todos nuestros días” (Salmos 90:14), o algo por el estilo, eran las oraciones que más nos importaban a nosotros. Él ha hecho el mejor trabajo. Él, de hecho, ha demostrado la “autenticidad” de nuestra fe dada a Dios a través de esta “prueba de fuego”. Él nos ha “guardado” “mediante la fe… para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo” (1 Pedro 1:3-9; 4:12).
Por el mantenimiento y fortalecimiento de nuestra confianza en Él a través de la experiencia de tener linfoma, Dios nos ha hecho estar aún más seguros de su amor por nosotros, nuestro amor por Él, y nuestro amor por los demás. Él nos ha dado una seguridad más sólida de la salvación y un sentido más agudo de su divina conservación de nuestras almas.
He salido de esta experiencia con un visión renovada para el ministerio, para trabajar la mayor parte de los días y en las fuerzas que Dios suple (1 Pedro 4:11), sabiendo que en Cristo ni mi sufrimiento ni mi trabajo es nunca en vano (1 Corintios 15:58).
Por: Travis Myers © Desiring God Foundation.
Fuente: “If Death Is Gain, Should We Pray for Healing?”.
Traducido por: Daniel Elias.

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