
Señor, libérame de mi orgullo
Cuanto más tiempo tiempo llevo como cristiano, más me doy cuenta de que los mandamientos de Dios – como el mandamiento de ser humilde – no son difíciles de encontrar. Son difíciles de obedecer.
La obediencia no es difícil porque la ley de Dios sea mala, sino porque nosotros lo somos. A pesar de que nosotros los cristianos somos justificados en Cristo, aún en esta vida, luchamos contra el pecado. Una guerra se desata en nuestro interior (Santiago 4:1), una que nos hace anhelar la gloria que Dios merece.
En vez de afirmar con Pablo que “de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre” (Romanos 11:36), razonamos que la mayoría de cosas vienen de Él y que al menos merecemos algo de crédito. Todos necesitamos escuchar lo que él dice unos versículos más adelante, “digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar” (Romanos 12:3). Pablo se dirige a todos, porque el orgullo nos acecha a todos.
El orgullo es pensar más alto de ti, o de cosas acerca de ti, de lo que deberías. Es una postura que está en completa oposición a Jesús, quien se humilló Él mismo “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:8) Jesús llama a todos los que lo siguen a cargar sus cruces, lo cual incluye poner a muerte nuestro exagerado y falso sentido de autoimportancia.
¿Cómo podemos hacer eso de manera práctica? Puesto que he orado para que Dios mortifique mi orgullo, he aprendido tres hábitos importantes.
1. Orar regularmente por otros
Las personas humildes son personas que oran. Son felices de admitir los límites de sus propias fuerzas, y echan sus cargas al Dios que es la fuente de toda fuerza (1 Pedro 5:6-7). Los humildes no solo oran por ellos mismos, también oran por otros. Pablo empezó varias de sus cartas reportando sus oraciones por sus destinatarios. Jesús también modela esto cuando oró por sus discípulos (Lucas 22:32; Juan 17:20).
El orar por otros nos recuerda que no somos el centro del universo. Cristiano, si alguien fuese a ver cómo ha sido tu vida de oración en las últimas semanas, ¿parecería que solo oras por ti? Si Dios respondiera todas tus oraciones, ¿las vidas de otros, a parte de la tuya, se verían cambiadas? ¿Alguien sería bendecido a parte de ti?
Si eres desafiado a empezar a orar más por otros, un buen punto de partida sería orar por los miembros de tu iglesia. Ora por la viuda ignorada, el pastor agotado, el universitario ansioso, el obrero desempleado, la empresaria rica. A todos les podría servir tus oraciones. ¿Por qué no te olvidas un poco de ti y empiezas a orar por ellos?
Ten una lista de los miembros de tu iglesia (puede ser el directorio de tu iglesia), y ora por un par de nombres al día. Si incluye a gente que no conoces bien, igual puedes orar verdades bíblicas para ellos. Aquí hay algunos versículos útiles para orar por cualquiera en tu iglesia: Proverbios 27:2; Lucas 10:20; Juan 6:28-29; 2 Corintios 12:9-10.
Estas son algunas ideas acerca de dónde empezar a orar por otros. Pero por donde sea que empieces, solo empieza. Comienza a disfrutar el privilegio de orar por otros.
2. Admite lo embarazoso
En oración, los cristianos confiesan sus pecados (Mateo 6:12). Sin embargo, Dios llama a su pueblo a confesar sus pecados los unos con los otros (Santiago 5:16). Los cristianos son personas que libremente admiten cosas embarazosas acerca de ellos a otros.
Me temo que hay muchos cristianos que les gusta vivir en un perpetuo Halloween – usando máscaras de todo tipo, escondiendo quienes de verdad son. ¿Quieres desinflar tu ego y dejar que el aire salga de tu arrogancia? Suelta la máscara. Deja de guardar apariencias para impresionar a las personas. Hazlo admitiendo la pura verdad acerca de ti a otros.
Me ha resultado particularmente humillante confesarme con alguien a quien admiro y respeto. Encuentra alguien con quien estás tentado a halagar o temer, y permítele ver al verdadero tú. Tus debilidades. Tu desastre. Si lo haces, terminarás animando a otros, recordándoles que no nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres (1 Corintios 10:13). Ninguno de nosotros tiene todo resuelto. Todos somos obras en progreso, en necesidad de gracia.
Además, ¡esta verdad nos anima a experimentar gracia! Si decimos que (o actuamos como si) no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos (1 Juan 1:8). Si no tenemos pecado, no tenemos necesidad de perdón. Pero si sabemos que estamos necesitados, Jesús está listo para ministrarnos, y Él a menudo lo hace a través de la motivación de otros. Da a la gente el gozo y la oportunidad de animarte y retarte.
3. Promueve a otras personas
No estamos afuera solo para hablar de nosotros. Pablo alabó a otros públicamente (Filipenses 2:19-30). ¿Cuándo fue la última vez que hicimos eso?
El mundo está lleno de personas que se promueven a ellos mismos, la iglesia debe estar llena de personas que promueven a otros. Romanos 12 de nuevo nos ayuda aquí. Pablo habla acerca de diferentes dones dados a diferentes personas. Todos estamos tentados a enorgullecernos en nuestros dones, pero no debemos usarlos para edificarnos, debemos usarlos para edificar a otros.
¿Cómo luciría para ti hacer esto en tu vida? Quizás luzca como servir de un modo en el que nadie te ve mas que Dios. – arreglar las sillas antes del servicio o doblar los boletines. Quizás es usar tu dinero para ayudar a un familiar en necesidad, o usar tus redes sociales no solo para presumir a tu familia sino para resaltar la gracia dada a la familia de otro. Tal vez luce como arreglar el púlpito para que alguien más predique de el. Es difícil tirarse en auto compasión del tamaño de tu propia plataforma si estás ocupado construyendo la de otro.
Una de los mejores consejos que he recibido como joven es pasar los primero años de mi ministerio ayudando a promover el ministerio de alguien más. Promover a otras personas es una maravillosa manera de mantenerte concentrado en construir el reino de Dios, no el tuyo. También es un testigo provocativo. Imagina cuán desconcertante sonaría en tu oficina si consideraras más importante la promoción de tus compañeros que la tuya. En vez de iniciar chisme con un colega, te inclinas y dices “oye, ¿viste el trabajo de Sara? Es fantástico, ¿cómo hacemos para que nuestro jefe lo vea?”
La libertad de promover a otros
Mi pastor ha modelado estos puntos para mí. Aunque él podría sujetar su púlpito, regularmente da a los predicadores más jóvenes la oportunidad de enseñar para poder disfrutar sus ministerios de la Palabra, y para que crezcan como ministros del mundo.
Su ejemplo ha sido su propio sermón. Eso me ha enseñado que la humildad es más fácil dicha que hecha. Todos quieren ser sirvientes humildes hasta que son tratados como tales. Su ejemplo me ha enseñado que orar por otros, confesarse a otros y promover a otros, no solo son tres maneras de perseguir la humildad, también son tres pruebas de nuestra humildad.
¿Por qué no tomar estas tres prácticas por el próximo mes, y luego ver como te sientes acerca de ti, tu vecino, y tu Dios? Oro que haciendo eso puedas ver qué – y quién – es más importante.
Por: Isaac Adams
Fuente: Lord free me from pride
Traducido y publicado por: Mariafernanda Artadi
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