
Seis lecciones ordinarias para problemas de salud mental
Yo estaba trabajando en un hospital y hacía una rotación por el ala psiquiátrica. Cuando llegué, me saludó un amable joven al que había conocido en la iglesia. Pensé que era un paramédico hasta que dijo que era paciente y esta era su cuarta internación. Mientras tanto, una enfermera nos había visto hablando, y cuando él y yo terminamos la conversación, ella me preguntó si yo lo conocía.
«Sí, vamos a la misma iglesia».
«Oh, nosotros lo amamos. Creemos que todos aquí deberían ir a esa iglesia. No sé lo que hacen, pero al menos tres de nuestros pacientes han mejorado mucho después de ir allá».
La iglesia a la que asistíamos era relativamente pequeña (quizá cien asistentes), en el lado más joven (muchos recién casados), y no había ningún profesional de la salud mental que yo conociera. Parecía lo habitual. Y, no obstante, la ayuda que esta iglesia les daba a los pacientes psiquiátricos había llamado la atención del personal.
Al reflexionar sobre esa iglesia y otras similares, he identificado seis principios que orientaron su cuidado de aquellos que tenían problemas complicados, problemas que se identificarían como psiquiátricos. Entre ellos están la depresión, el desorden bipolar, desorden de identidad disociativa, anorexia, y otros desórdenes que normalmente se tratan con medicamentos. Asumo que la persona ya está bajo el cuidado de un psiquiatra.
1. Sé paciente y amable con todos
Este principio es obvio pero no es fácil (1 Corintios 13:4). Quizá nos resulte con aquellos que son como nosotros, pero nos cuesta ser pacientes con aquellos a quienes no entendemos. La paciencia y la amabilidad no son ahuyentadas por las excentricidades, las diferencias, o los problemas complejos.
Si alguien es desagradable o problemático, no reaccionamos desmedidamente; las reacciones intensas están entre los peores pasos que podemos dar. Más bien, podríamos simplemente preguntar: «¿Está todo bien? Pareciera que algo te preocupa». El que por primera vez está solo recibe una invitación a almorzar. La amabilidad incluye a los demás y los asimila en la familia más amplia de la iglesia, donde las singularidades abundan.
2. No permitas que la medicación te amedrente
Cuando los demás se arman de valor para mencionar que toman medicamentos psiquiátricos, los miembros de la iglesia tienden a alejarse. Pensamos que esto es para los profesionales, y sería imprudente involucrarse. No obstante, cuando alguien toma medicamentos psiquiátricos, significa que algo duele y la vida puede ser abrumadora. Significa que la persona ha conocido el sufrimiento, y esa es una razón para cercarse.
Aquí hay algunas cautelas. Demasiado a menudo hablamos con gran confianza de cosas sobre las cuales sabemos poco. Interpretamos desmedidamente el sufrimiento en un intento errado por hallar causas y remedios. Podemos recurrir a las interpretaciones demoníacas cuando los problemas de una persona nos parecen extraños. Tales reacciones irreflexivas desde luego nunca ayudan. Más bien necesitamos conocer a la persona, ser conmovidos por sus dificultades, preguntarles qué sería útil, considerar juntos la Escritura, y luego venir a Dios quien nos invita a acercarnos a él en nuestra necesidad (Hebreos 4:16).
3. Orar con ellos
Oramos cuando nos sentimos superados y solo Dios puede ayudar, y nos consolamos cuando nuestras relaciones nos llevan a este lugar. Cualquier búsqueda del consejo perfecto va a fracasar. En lugar del consejo, nuestro destino es la oración.
Este principio también es obvio pero no siempre es fácil. La oración conecta nuestras necesidades con las promesas y los planes de Dios, pero nosotros podemos ser poco claros respecto a ambos. Esa confusión nos lleva a al menos dos lugares. Primero, este es un momento natural para pedir ayuda a otros. ¿Quién nos puede dar una mejor comprensión de las luchas de la persona? ¿Quién nos puede dar una mejor comprensión de las promesas por las que podemos orar? Segundo, mientras examinamos juntos las Escrituras en busca de pasajes significativos para la persona que lucha, siempre podemos orar: «Padre, ayúdanos».
4. Apóyate en lo que sabes
No entenderemos los detalles biológicos. No damos consejos sobre remedios físicos; estamos agradecidos de que haya doctores expertos en medicación. Pero sí sabemos que hay realidades espirituales en el corazón de toda miseria. El sufrimiento es una ocasión para reconsiderar el amor de Dios, los sufrimientos de Jesús, la presencia del Espíritu, y muchas otras atractivas verdades que brindan consuelo y esperanza.
Así que buscaremos un camino hacia la Escritura. Haremos preguntas como: «¿Estás familiarizado con la Escritura?». O: «¿Hay algún pasaje de la Escritura que te haya resultado útil? ¿Alguno que te haya resultado doloroso?». Luego nos dirigimos juntos a un texto o tema relevante. Nos proponemos hacerlo juntos. Si la otra persona permanece en silencio después que mencionamos un pasaje, preguntamos qué pasó. ¿No fue útil el pasaje? ¿Provocó algo especialmente difícil?
Hablen juntos de lo que saben. Recuerda, debajo de los comportamientos inusuales identificados por la psiquiatría moderna hay luchas que son comunes a todos nosotros, tales como cuerpos deteriorados, relaciones deterioradas, culpa, vergüenza, ira, y temor. Todo esto tiene conexiones cercanas con nuestro conocimiento de Jesús.
5. Procura un equilibrio
Aunque una búsqueda de la respuesta normalmente está desorientada, siempre necesitamos conocer mejor a alguien. El desafío, de forma personal y en grupo, es amar a otros conociéndolos y amándolos mediante su inclusión en la comunidad donde escuchamos la Palabra, conocemos las alegrías y luchas de otras personas, y participamos en la adoración. En otras palabras, en ciertos momentos uno habla de la lucha de una persona, y en otros momentos no.
6. Caminar en humildad y confianza
Podríamos resumir todos estos principios de esta forma: caminamos en humildad delante de Dios y de los demás; debemos estar conscientes de nuestras limitaciones, necesidades y dependencia de la sabiduría de otros; y caminamos con creciente confianza en el Dios que está más cerca de lo que en otro momento pensamos. Él es nuestra más profunda necesidad.
Podemos estar confiados en que tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad en el conocimiento de Jesús (2 Pedro 1:3). Estamos confiados en que la paciencia y la bondad son el equipamiento apropiado para el ministerio a todas las personas. Sin esta confianza, nunca daríamos el primer paso hacia otra persona. No obstante, esta confianza va unida a la humildad que se siente necesitada y a menudo superada. Busca la ayuda del Señor, de su pueblo, de aquellos que tienen experiencia en el problema específico, y del que está luchando.
De esta forma —en debilidad— procuramos que la gloria de Cristo se vuelva más ostensible para el mundo.
Por: Ed Welch
Fuente: Six ordinary lessons for mental health issues
Traducido por: Proyecto Nehemias
Publicado por: Mariafernanda Artadi
Deja un comentario