Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

¿Punto de vista alto o mi punto de vista?

Un líder de la iglesia recientemente observó algo que encontré interesante. Él a menudo oye a los cristianos decir algo como, “el problema con la iglesia de hoy es que la gente no tiene un punto de vista alto de la Escritura.” Lo que sigue es a menudo un monólogo sobre algún punto particular de la doctrina o práctica sobre el cual la persona es muy apasionada. Es cierto que un punto de vista alto de la Escritura es importante, pero lo que la gente a menudo quiere decir, por lo general sin ser consciente de ello, es que “el problema es … que la gente no tiene MI punto de vista de la Escritura.”
Lo que encuentro absolutamente fascinante es que a menudo nos toma mucho tiempo darnos cuenta de la distinción entre “lo que la Escritura dice” y “mi entendimiento de lo que la Escritura dice.” En mi caso, ¡me tomó dos décadas! De vez en cuando, me encuentro con mi antiguo yo (arrogante) en las discusiones y eso es doloroso.
Recuerdo muy bien a un antiguo pastor que una vez me preguntó, “¿No crees que he estudiado esto a fondo?” En ese momento, pensé que él estaba preguntando cómo podría estar en desacuerdo con él ya que él lo había estudiado a fondo. Ese podría haber sido el sentido, pero en retrospectiva, me pregunto si yo estaba insinuando que mi posición era tan obviamente correcta que sólo alguien que no lo había estudiado pensaría lo contrario. Espero que no, pero temo lo contrario.
Estoy fascinado por el fenómeno de lo que llamaré “certeza doctrinal.” A menos que usted sea un postmoderno, tiene que creer en algo, y por lo tanto espero que piense que lo que cree es la creencia correcta. En otras palabras, parte de tener convicciones sobre algo es estar seguro de que está en lo correcto. El problema para mí es que he cambiado mi manera de pensar en algunas cosas sobre las cuales antes estaba absolutamente seguro. Ahora de la misma manera estoy seguro de que estaba equivocado. Una cosa es diferente ahora, sin embargo: ya no pienso que cualquier persona que tiene una posición diferente a la mía lo hace porque está rechazando deliberadamente la verdad “obvia” de la Biblia (sí, si soy honesto, realmente pienso eso a veces).
Me tomó demasiado tiempo darme cuenta que otras personas tienen diferentes puntos de vista con profunda convicción por exactamente las mismas razones que yo las tengo: ellos han estudiado, han sido enseñados, han estudiado más, y han llegado a sus propias conclusiones bien pensadas. Con excepción de la categoría de falsos maestros motivados por ganancias deshonestas a quienes los mismos escritores inspirados rechazaron, ahora trato de asumir que la mayoría de los desacuerdos doctrinales no son porque alguien es más tonto, más inteligente, más piadoso o menos, sino porque ellos han seguido más o menos el mismo proceso que yo y han llegado a diferentes conclusiones.
Parece que hay una tensión entre la convicción y la humildad. ¿Dónde está la línea divisoria entre el creer y estar dispuesto a defender la verdad y el llegar a ser orgulloso porque “tengo las respuestas”? La clave, creo, está en cómo tratamos a nuestros hermanos. Una cosa es enseñar mi punto de vista como la verdad y señalar los otros puntos de vista como errores. Otra cosa es cuestionar los motivos, la inteligencia, o la piedad de cualquiera (o de todos) que cree de manera diferente. He escuchado a muchos maestros sospechar de la debilidad moral de sus oponentes doctrinales como la razón de su distinta manera de creer. Pero ellos no parecen sospechar que su propia debilidad moral podría ser un factor para sus propias creencias. En efecto, puede ser cierto que uno rechace un mandamiento bíblico porque no está dispuesto a guardarlo (como el joven rico, que omitió el décimo mandamiento), pero es igual de cierto que uno pueda enseñar mandamientos de hombres con el fin de darse una palmada en la espalda por guardar su ley como lo hicieron los fariseos.
Mi oración no es por la relatividad. El problema de las creencias opuestas fuertemente arraigadas en la iglesia no es debido a la falta de claridad, consistencia, o significado objetivo en la Biblia. Tampoco es debido exclusivamente a nuestro pecado (aunque eso puede ser un factor a veces), sino más bien debido a nuestra falibilidad. El Autor (Dios) es infinitamente sabio, pero nosotros no. Él de plano nos dice que “Sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos,” (Isaías 55:9) por lo que ¡no deberíamos esperar a entender Sus pensamientos perfectamente!
Más bien, mi oración es por humildad. Esa humildad que no se manifiesta en el carácter de una persona de voluntad débil incapaz de tomar una posición, sino más bien en una disposición de tratar a los demás como me gustaría ser tratado. ¿Quisieras que los demás te acusen de error en lugar de hacerte preguntas? ¿Quisieras que los demás sospechen de los motivos impuros de tus creencias? ¿ Quisieras ser etiquetado en lugar de entendido?  Si no es así, entonces la ley de Dios demanda que te abstengas de tratar a los demás de esa manera.

Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas. – Mateo 7:12 NVI

El creyente humilde puede debatir y discutir en paz con los demás porque entiende dos cosas:

  1. Es falible.
  2. Es perdonado.

Junto con un punto de vista alto de la Escritura, entonces, necesitamos un punto de vista bajo de nosotros mismos. Este último parece venir más difícil que el primero.
Autor: David Chandler.
Fuente: high-view-or-my-view
Traducción: Daniel Elias.

Hay un comentario publicado

  1. miriatre muñoz dice:

    me parece muy interesante que quienes quieran reunirse para hablar de la palabra de Dios lo hagan sin problema alguno en su casa pues jesús expresó que donde este reunidos dos o tres allí esta él

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