
Por Su muerte – Ep. 14
14. Por Su muerte vemos salvación real inmerecida.
“Y Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen[k]». Y los soldados echaron suertes, repartiéndose entre sí Sus vestidos.” – Lucas 23:34
¿Cómo respondemos cuando somos provocados? Probablemente necesitamos ayuda aquí. Nuestra personalidad “relajada” puede que no sea tan resiliente dada la provocación adecuada. Nuestro mundo está quebrantado y la vida está llena de personas imperfecta; entonces, en algún momento a muchos de nosotros nos van a decepcionar. Algunas decepciones pueden ser fáciles de ignorar, pero no todas.
Pocas cosas son tan implacables como la ira de las personas provocadas. Las amistades son terminadas. Los matrimonios son abandonados. Los sueños compartidos son hechos añicos. Se movilizan las turbas y se hacen atrocidades, ¿el repugnante impulso que lo justifica todo? “me provocaron”.
En la muerte del Señor Cristo Jesús vemos salvación real inmerecida y una forma de escapar de la inmundicia que amenaza ahogar a muchos en resentimiento, odio y miedo.
Porque nuestro Señor fue indudablemente y dolorosamente provocado.
Su comandante en jefe declaró ”No he hallado en Él ningún delito digno de muerte”, al menos cuatro veces. Ellos sabían que Él era inocente, pero lo crucificaron de todas formas. Eso era una provocación. Ellos había hecho todo lo posible para humillarlo públicamente. La “túnica morada”, la “corona de espinos”, “le golpeaban la cabeza con una caña y le escupían, y poniéndose de rodillas, le hacían reverencias”, esta era una provocación tan severa como cualquiera. Ahora, ellos lo crucificaron (vamos a ver esto en un minuto) entre dos criminales. “¿entonces comes con pecadores? ¿viniste a llamar pecadores? ¿eres amigo de los pecadores? Bueno, entonces puedes MORIR como un pecador”.
“Sobre mi ropa echan suertes”, había sido profetizado hace 1000 años, pero esto no quitaba la culpa de los soldados.
“Crucificaron allí a Jesús”. Los clavos tenían que atravesar las manos y pies del hombre. ¿Cuántos golpes con el martillo? ¿Quién jaló sus brazos? ¿Lo miraron cuando gritó? ¿Dónde se limpiaron las manos llenas de sangre? Este es el hombre más perfecto que jamás haya caminado por el planeta, siendo torturado hasta la muerte. Esto es provocación.
La gramática usada aquí nos dice que Él repetidamente decía algo. ¿Qué es o que este hombre provocado decía? “Padre… “, Él está orando a su Padre Celestial todopoderoso. Si Él hubiera dicho “Padre, atácalos”, ¿algún ángel hubiera protestado?
Sin embargo lo que Él estaba diciendo es sorprendente y maravilloso. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Eso es más que generoso. Ellos sabían que estaban siendo injustos y crueles. Sabían que estaban haciendo algo “turbio”, pero ellos no tenían ni idea de la gravedad de su ofensa. Así como nosotros, ellos tenían un concepto nulo sobre que tan malo SU pecado era. “¿Quién conoce el poder de Tu ira, y Tu furor conforme al temor que se debe a Ti?” Esta, ciertamente, es una buena pregunta.
Este es el hermoso corazón del Señor Cristo Jesús. “Padre, perdónalos”. Él está abriendo el camino para la salvación real y verdadera para las personas quienes definitivamente no lo merecen. Este es el corazón del evangelio. Los gurús de la autoayuda no ofrecen esperanza a los que los provocan. Las grandes religiones prometen salvación para los “fieles”, aquellos que tienen “mérito”. Aquí, y solo aquí en la muerte de Cristo, vemos salvación verdadera para los que han provocado a Dios. Esa salvación es verdadera, solo verdadera por arrepentimiento y fe en Aquel que fue crucificado ese día.
Quizás, el día de hoy, Dios te está hablando a ti. Como nunca antes, tú sabes que has provocado a Dios, en Su propia cara. No mereces nada más que juicio. Ay mi amigo, mira a este Salvador majestuoso quien por Su sangre salva a las malas personas que claman a Él.
Años después, otro hombre que ha sido experto en provocar a Dios fue quebrantado, clamando “¿qué debo hacer para ser salvo?” Quiero que escuches y recibas lo que el Apóstol Pablo le dijo: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo”. Hechos 16:30-31
Por Su muerte vemos salvación real inmerecida.
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