
Por Su Muerte – Ep. 1
1. Proclamamos su muerte porque nos manda hacerlo.
“Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es Mi cuerpo que es para ustedes; hagan esto en memoria de Mí». De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; hagan esto cuantas veces la beban en memoria de Mí». Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga.” – 1 Corintios 11:23-26 NBLA
¿Qué es lo que las personas necesitan? Sí, proclamamos a Cristo crucificado a todos los hombres, pero ahora pienso en los hermanos. Seguramente, una vez que se ha establecido el fundamento en la cruz, ¿los cristianos necesitan enfocarse principalmente en los aspectos prácticos de cómo debe ser un discípulo y en hacer misiones?
Pablo escribió a una iglesia local angustiada, llena de divisiones, donde los que no tenían eran rutinariamente y abiertamente humillados por los que sí tenían, donde la misma iglesia era tratada como una broma tonta.
Pablo respiró hondo, los miró a los ojos, esto se trataba de algo importante. “Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado”. Esto vino DEL Señor, vino PARA ustedes, y viene A TRAVÉS de mí. ¿Qué cosa? El pan y el vino tinto en la cena del Señor. Cuando lo haces, siempre proclamas la muerte del Señor.
El mismo pueblo de Dios necesita la proclamación de la muerte del Señor. Y lo necesitan a menudo.
Por lo menos 4 cosas sobre Su muerte deben ser proclamadas
En primer lugar, necesitamos proclamar y recordar una muerte que fue horrible. Fue horrible porque fue “inocente sangre” (Mateo 27.4) del mismísimo Señor de los Señores que fue injustamente “entregado” (1 Corintios 11.23), en Él no había pecado (1 Juan 3:5) y lo odiaron sin causa alguna (Juan 15:25). Su muerte fue horrible porque el vino tinto nos recuerda el vertimiento de Su propia vida – ser herido y ser inmolado son cosas muy distintas. Debemos proclamar una muerte que ciertamente fue horrible.
En segundo lugar, debemos proclamar una muerte que fue sustitutiva. Vemos esto en las palabras del versículo 24 “… mi cuerpo que es para ustedes”. Para ustedes. A su favor. En su lugar. Por ti. Horrible, sí – pero al azar y sin sentido, no.
En tercer lugar, debemos proclamar una muerte que dio pie a un testamento, un pacto que el testador escribe antes, y luego de su muerte, está leído públicamente para poder repartir la herencia según sus indicaciones. La sangre derramada en la cruz, fue la sangre del nuevo pacto (v25). Promesas preciosas escritas de antemano, acerca de una herencia. Promesas que se activaron por causa de su muerte.
Finalmente, fue una muerte que en sí venció la muerte. Cualquier otra muerte separa a los seres queridos y termina con las habilidades del difunto, pero esta no. Sabemos esto por las brillantes palabras, “proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga”. Su muerte no lo separó de sus amados, ni terminó con sus habilidades (“Yo estoy con ustedes todos los días”, Mateo 28:20).
Hermanos, proclamemos Su muerte a la misma iglesia, con claridad y con frecuencia. Nuestro Señor nos ha dicho que lo hagamos, y eso nos hará bien.
Por: David Bhadreshwar
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