
¿Qué pasa si mis peores temores se hacen realidad?
¿Qué significa que “Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” Por tanto, “no temeremos” (Salmos 46:1-2)? Más profundamente, ¿qué crees que significa? Allí es donde la teoría de tu fe se pone a prueba en la vida real.
Las crisis de fe ocurren cuando la teoría de nuestra fe — lo que creemos debería ser nuestra experiencia si confiamos en Dios — se pone a prueba en una experiencia que contradice (o parece contradecir) nuestras creencias. A menudo esto sucede cuando algo malo nos sucede, dejándonos desorientados y confundidos, sintiéndonos enojados y desilusionados con Dios, que no parece estar siguiendo sus promesas.
Después de todo, ¿no nos enseñó Jesús a orar: “Líbranos del mal” (Mateo 6:13)? Y cuando lo hacemos, ¿no nos enseñó David a esperar este resultado: “Busqué al Señor, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores.” (Salmos 34:4)? ¿No se supone que Dios es “nuestro refugio” (Salmo 62:8) de las cosas que más tememos?
Miedos desordenados
Las respuestas a esas preguntas son ‘sí’ — y tal vez ‘no’. Dios promete liberarnos de todo mal y de las cosas más temibles, aquellas cosas que representan el peligro más real para nuestras almas. Pero Él no promete que ningún mal nos sucederá en esta era, ni promete librarnos de lo que personalmente nos causa el mayor temor.
Todos tenemos miedos desordenados, y ellos representan más problemas y angustias para nosotros de lo que podemos comprender a menudo. Tendemos a tener poco miedo por las cosas más peligrosas para nuestras almas, y mucho miedo por cosas mucho menos peligrosas.
Somos tontamente tentados a abrazar sin temor y con avidez algunos de los mayores peligros para nuestras almas (1 Timoteo 6:10). Y las cosas menos peligrosas nos aterrorizan, las evitamos como la plaga, aunque prometan entregarnos alegrías inimaginables (Filipenses 1:21, Salmos 16:11).
Lo que me aterroriza me sucede
Esto no es para disimular el horror que el mal puede afligir en nosotros, las cosas que tememos correctamente y por las que oramos correctamente para ser liberados. La Biblia registra esencialmente a todas ellas, y a algunos de los santos más grandes de la Biblia que experimentaron las mayores aflicciones posibles.
Piensa en el horror que experimentó Job, y recuerda su lamento como un dolor indecible: “Pues lo que temo viene sobre mí, y lo que me aterroriza me sucede” (Job 3:25). Aunque Job era irreprensible (Job 1:8), Dios no le evitó (ni a su esposa, ni a sus hijos, ni a sus siervos, ni a sus animales) un horrible ataque satánico.
Job puede ser el ejemplo de las respuestas bíblicas a las providencias ambiguas, pero la lista es larga de aquellos que, al igual que el apóstol Pablo,
experimentaron insultos y azotes, y hasta cadenas y prisiones. Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a espada. Anduvieron de aquí para allá cubiertos con pieles de ovejas y de cabras; destituidos, afligidos, maltratados (de los cuales el mundo no era digno), errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra. (Hebreos 11:36-38)
Incluso este pasaje enumera sólo algunos pocos de los terribles males que han caído sobre grandes santos con extraordinarias responsabilidades en la expansión del reino. No incluye la multitud de otras formas de maldad que afectan a los creyentes: el horrible abuso sexual, la enfermedad mental que desintegra la dignidad o la demencia, el misterioso y seriamente debilitante dolor crónico, la profunda depresión, el delicado dolor paternal por los niños discapacitados, la traición de la infidelidad marital y la devastación de una familia rota, hijos queridos y por lo que se ha orado alejándose de la fe, sucumbir demasiado jóvenes a los estragos de una enfermedad, dejando a los cónyuges desolados y a los niños vacilando en el dolor. Esta lista podría ser mucho más larga.
La pregunta es: Si Dios no nos libra de este tipo de terribles males, entonces, ¿qué clase de refugio es Él? ¿De qué manera nos libra del mal? ¿Y cómo es que realmente podemos decirlo cuando decimos: “No temeremos”?
¿Por qué tienen miedo?
Este es el meollo del asunto para nosotros. Este es el problema con el que debemos llegar a un acuerdo si queremos soportar el ataque de la aflicción con nuestra fe intacta. Porque no pondremos nuestra fe en un Dios en el que no confiamos. Y no confiaremos en un Dios que no cumple sus promesas de protegernos de los peligros más temibles.
La pregunta fundamental para cada uno de nosotros no es: “Dios, ¿me protegerás de mis peores temores?” Sino la pregunta de Jesús: “¿Por qué tienen miedo?” (Mateo 8:26).
Esta es la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos en el bote cuando estaban en pánico ante la tormenta. No era un misterio saber por qué tenían miedo. Algunos de ellos eran experimentados barqueros que sabían muy bien que esta tormenta podía enviarlos a sus tumbas. Tenían un miedo mortal a la muerte. Jesús hizo la pregunta para que los discípulos examinaran dónde estaba su fe. Para dirigir esto, el relato de Lucas muestra a Jesús preguntándoles, “¿Dónde está la fe de ustedes?” (Lucas 8:25).
Jesús nos pregunta a todos nosotros esta pregunta porque Él diseñó el miedo para ser un revelador de la fe. El miedo es un indicador que nos dice lo que atesoramos (lo que tememos perder y por qué), así como lo que creemos que es peligroso. Los temores nos enseñan acerca de nuestra propia cosmovisión.
Si te estás preguntando, dado lo que ves en la Biblia y en las vidas de los santos que te rodean, si Dios es seguro, si Él permitirá que el mal te asalte y traiga sufrimiento a tu vida, la pregunta que debes responder es “¿Por qué tienes miedo?”
¿De qué nos libra Jesús?
La mayor liberación que Jesús logra por nosotros es salvarnos de nuestro mayor peligro: la santa y justa ira de Dios contra nuestro pecado (Romanos 5:6-9). ¿Alguna vez te ha asustado la ira de Dios? Para la mayoría de nosotros, esto ni siquiera se acerca a nuestro mayor sentimiento de miedo. Es un temor que Dios debe enseñarnos con el tiempo. Esto nos dice cuán desordenados pueden ser nuestros miedos, y cuán importante es que dejemos que la pregunta, “¿Por qué tienen miedo?” examine nuestros corazones. No podemos confiar en temores que no están informados por la realidad, lo que significa que muchos de nuestros miedos no son confiables.
Jesús vino a destruir las obras del diablo y a librarnos del mal (1 Juan 3:8, Mateo 6:13). Y Él vino para librarnos de todos nuestros temores (Salmos 34:4), es decir todo lo que realmente pone en peligro nuestras almas.
Pero el mal del que vino a librarnos no es meramente el mal exterior, sino el mal interior: nuestro pecado que habita en nosotros. Y los temores de los que vino a librarnos no son sólo circunstancias temerosas externas, sino de nuestros temores internos desordenados — temores que tienen su origen en nuestra fe puesta fuera de lugar (incredulidad). Es por eso que no nos libra de todo lo que tememos, incluso de un mal horrible, porque las tormentas que nos hacen entrar en pánico también nos muestran dónde está nuestra fe. Nos enseñan a transferir nuestra fe de nuestras percepciones a la omnipotente Palabra de Dios (Lucas 8:25). Y la prueba de nuestra fe produce perseverancia (Santiago 1:3).
Más que vencedores
Pero hay mucho más sucediendo cuando nos enfrentamos a un terrible mal que nuestra santificación personal. Todos nosotros, a través del diverso mal que experimentamos, llegamos a participar con Dios en la grandiosa historia épica del mal siendo vencido con el bien (Romanos 12:21), mentiras siendo vencidas con la verdad (Juan 8: 31-32; odio siendo vencido con amor (1 Juan 4: 4, 8, 19-21). Es por eso que a través de la Biblia se encuentran declaraciones como,
- Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el Señor. (Salmos 34:19)
- “En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33)
- “Y matarán a algunos de ustedes, y serán odiados de todos por causa de Mi nombre. Sin embargo, ni un cabello de su cabeza perecerá. Con su perseverancia ganarán sus almas.” (Lucas 21:16-19)
Estamos siendo liberados del mal a través del vencimiento del mal. La forma más hermosa en que esto se expresa en la Biblia viene de la pluma de Pablo,
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Tal como está escrito: “Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero.”
Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8:35-39)
“En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó.”
No temas lo que es aterrador
Hay un montón de cosas aterradoras en el mundo. ¿Cómo vamos a responder a ellas? Confía en Dios y “no [tengas] miedo de nada que pueda [atemorizarte]” (1 Pedro 3:6). Porque Dios en Cristo es un refugio para nosotros (Salmo 62:8). Él no permitirá que nada destruya nuestra vida eterna ni robe nuestro gozo supremo, aunque suframos todo tipo de maldad en esta vida. Él nos rescatará de toda maldad y nos llevará a su reino celestial (2 Timoteo 4:18).
Confiar en las promesas de Dios no significa que lo que tememos no sucederá. Significa que lo que deberíamos temer más no sucederá. Significa que Dios nos librará de nuestro mayor peligro real. Si nos sentimos desilusionados y enojados con Dios porque creemos que no ha cumplido sus promesas, es probable que nuestros miedos estén desordenados y fuera de lugar. Y es posible que en el fondo creamos que si confiamos y obedecemos a Dios, esto producirá algún resultado esperado que deseamos, más que el resultado que Dios desea para nosotros.
Pero si seguimos el ejemplo de Jesús y abrazamos un acercamiento a la vida que le dice a Dios: “no sea lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieras” (Marcos 14:36), y leemos cuidadosamente las promesas de Dios, y permitimos sus definiciones de lo que es verdaderamente temeroso y peligroso para guiarnos, encontraremos que Dios es un refugio y la fortaleza más grande de lo que jamás habíamos imaginado, y una ayuda muy presente en el mayor problema concebible.
Por: Jon Bloom © Desiring God Foundation.
Fuente: “What If My Worst Fears Come True?”.
Traducido por: Daniel Elias.
Muchísimas gracias. Es un mensaje que brinda esperanza en medio de mi debilidad. El Señor te bendiga. Agradezco que lo hayas compartido