
Los hijos necesitan una crisis de fe
Siete lecciones de crianza de hijos a través de la duda
Mi esposa y yo tenemos cinco hijos. Nuestros dos hijos mayores han abandonado la niñez y están aventurándose en el territorio inexplorado de su edad adulta joven. Nuestros tres hijos más jóvenes navegan por las aguas difíciles de la adolescencia. Como padres, tenemos el privilegio sagrado, maravilloso, intimidante y en ocasiones doloroso de compartir con ellos en todos estos viajes únicos de la vida.
Como regla general, soy lento para ofrecer consejos sobre crianza de hijos. Todavía estamos demasiado lejos para ser expertos calificados. La mayoría de las veces estamos buscando recibir, no proveer, consejería.
Y una nueva y maravillosa fuente de consejo que hemos descubierto son nuestros (ahora) hijos adultos. Sus experiencias de la infancia y la adolescencia, y las buenas y no tan buenas formas en que los criamos, todavía están frescas. Pero hay suficiente distancia para que puedan reflexionar maduramente sobre sus experiencias y la confianza suficiente entre nosotros (¡gracias, Dios!) para que puedan compartir con nosotros con sinceridad. Es precioso y humilde cuando tu hijo madura bajo tu consejero.
Donde todo comienza para los hijos
Recientemente, mi esposa estaba compartiendo con uno de nuestros hijos adultos algunas de las luchas espirituales y preguntas de sus hermanos menores. Nuestro hijo adulto respondió: “Ahí es donde todo comienza”.
Esta fue la respuesta sabia de alguien cuya sabiduría fue duramente ganada. Ellos hablaron desde su experiencia, habiendo soportado temporadas difíciles y a veces oscuras de profundas luchas espirituales durante su propia adolescencia. Y descubrieron en estas temporadas lo que casi todos los santos descubren tarde o temprano: la Luz del mundo brilla más intensamente en la oscuridad —en nuestra propia oscuridad (Juan 1:5). Llegar a ver realmente, saborear, atesorar y confiar en Jesucristo casi siempre comienza en una crisis.
Llegar a ver, saborear, atesorar y confiar en Jesucristo casi siempre comienza en una crisis. Click To Tweet
Y esto tiene implicaciones desconcertantes para los padres cristianos: si nuestros hijos van a ver la Luz, es muy probable que deban soportar la oscuridad. Lo que significa que la soportaremos con ellos y experimentaremos una impotencia ante el resultado que nos resulta difícil soportar.
Como padres, gastamos mucho tiempo y energía tratando de proteger a nuestros hijos de las fuerzas del mal y del pecado del mundo, lo cual deberíamos. Y nos esforzamos por dirigirles hacia el evangelio para que escapen de la horrible esclavitud de su propio pecado, lo cual debemos. Nosotros confortamos, tranquilizamos y aconsejamos; amonestamos y reprendemos, lo cual debemos.
Pero todos los esfuerzos que realizamos para proteger y enseñar a nuestros hijos pueden hacernos susceptibles al engaño, incluso si pensamos, que si hacemos bien nuestro trabajo, nuestros hijos navegarán desde la niñez hasta la edad adulta en mares tranquilos, llegando a la adultez con una fe robusta en Cristo. Olvidamos que esta no era ni siquiera la propia experiencia de Cristo en la “crianza” de sus discípulos. Fue en el mar atribulado, no en aguas tranquilas, donde los discípulos comenzaron a comprender lo que realmente significa la fe (Lucas 8:22-25).
Nuestros hijos pueda que tengan que navegar en un mar violento, uno que temamos que se los tragará, antes de que realmente aprendan a temer y confiar en Cristo. Como padres, entonces, debemos prepararnos en oración para cuando esas olas de mar caigan, porque también será un viaje aterrador para nosotros.
Crianza fiel
Aunque soy reacio a dar consejos a los padres, mi esposa y yo hemos navegado lo suficiente con nuestros hijos para compartir algunas lecciones, no como expertos en crianza de hijos a través de la crisis de fe de un hijo, sino como compañeros compartiendo desde mi experiencia —mis propias crisis de fe, así como las de mis hijos.
1. Espera que tu hijo experimente una crisis de fe.
En realidad, haz más de lo que esperas; ora por ello. Por “crisis de fe”, no me refiero a la pérdida de la fe —un período de apostasía— aunque para algunos eso puede ser lo que a una crisis se parece. Lo que quiero decir es cualquier evento que Dios sabe que es necesario para despertar una fe real en nuestro hijo —una temporada o un conjunto de circunstancias cuando se enfrentan a una crisis que los obliga a ejercer su propia fe y experiencia para sí mismos que Dios existe y es galardonador de los que lo buscan (Hebreos 11:6). Orar por las crisis de fe de nuestros hijos suena extraño, lo sé. Pero si queremos la alegría más profunda para nuestro hijo, vamos a orar por la prueba de su fe (Santiago 1:2-4).
2. Espera que la crisis de tu hijo sea diferente a la tuya.
Dios te ha enseñado a caminar por fe, y no por vista, de maneras particulares. Pero es probable que lidie de manera diferente con tu hijo. Ellos pueden luchar de maneras y por cuestiones y preguntas que tu no lo has hecho. Lo desconocido puede parecer aterrador. Pero no es desconocido para Dios.
3. Espera sentirse algo impotente.
Llega un momento en que Dios decide usar medios completamente distintos a nosotros para enseñar a nuestros hijos a confiar en Él. Él no suele informarnos con antelación cuando comienza. Simplemente, de repente nos encontramos en la periferia de las luchas de nuestros hijos, sin tener el mismo acceso o influencia que solíamos tener (o pensábamos que teníamos). No estamos seguros de a dónde va este carro, y no está en nuestro poder gobernarlo. Debemos resistir el pánico o el impulso de tratar de apoderarnos de las ruedas, lo cual solo tiende a empeorar las cosas. Tal momento a menudo también se convierte en una crisis de fe para nosotros, donde debemos aprender a confiar en Dios con nuestros hijos de maneras completamente nuevas.
4. Busca ser un lugar seguro en una crisis.
Durante un punto de crisis, uno de mis hijos me confió que ellos no se sentían seguros al discutir conmigo ciertas preguntas teológicas con las que estaban luchando. Su padre fue cofundador de un ministerio y pastor bi-vocacional en nuestra iglesia. Parecía que solo había un lugar aceptable para aterrizar.
Fue en el mar atribulado, no en aguas tranquilas, donde los discípulos comenzaron a comprender lo que realmente significa la fe. Click To Tweet
Desde entonces, he intentado compartir con todos mis hijos más de mi propio viaje de fe, las crisis y todo eso, que me llevó a donde ahora estoy. Y estoy tratando de ser más explícito con mis hijos que, aunque sostengo sinceramente mis convicciones teológicas, no espero que las adopten de manera acrítica, o que lleguen a aceptarlas rápidamente en la adolescencia, cuando a mí me ha llevado años y muchas pruebas, llegar a comprenderlas.
No siempre podemos controlar si somos percibidos como un lugar seguro para nuestros hijos, pero tanto como sea posible, debemos tratar de ser un lugar seguro para que ellos discutan preguntas difíciles y estén en ese proceso sin ser juzgados. No es fácil para un padre que invierte su tiempo. Pero debemos esforzarnos por ser (especialmente) rápidos de escuchar y lentos para hablar.
5. No confundas un capítulo con la historia.
Debemos tratar de mantener la crisis de fe de nuestro hijo en perspectiva —sin importar cuánto tiempo dure. No somos Dios. No tenemos conocimiento del futuro. No debemos suponer que sabemos cómo terminará la historia. La mayoría de los personajes bíblicos tuvieron capítulos de vida que parecían que su tren se estaba descarrilando en algún momento.
6. Apunta a la fidelidad.
No somos los autores de la historia de nuestros hijos. Tampoco ellos lo son. Dios es el Autor Dios no nos llama a determinar el resultado de la fe de nuestros hijos. Él nos llama a “[habitar] en la tierra [de ser padres] y cultivar la fidelidad” (Salmo 37:3). Nuestro objetivo es seguir a Jesús fielmente, hablar lo que nos da para decir fielmente, y amar a los hijos que Dios nos dio lo mejor que podamos, pase lo que pase.
7. Ora sin cesar.
Parte de la fidelidad es no dejar de orar para que nuestros hijos puedan “nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,” (1 Pedro 1:3) y sean llenos del conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría y comprensión espiritual (Colosenses 1:9).
Confía en Dios.
Este es el comienzo y el final en la crianza de nuestros hijos, ya sea en olas tormentosas o en aguas tranquilas. Queremos que nuestros hijos alcancen la madurez en Cristo. “Con este fin [trabajamos], [esforzándonos] según Su poder [de Dios] que obra poderosamente en [nosotros].” (Colosenses 1:29). Pero no confiamos en última instancia en nuestro trabajo; confiamos en última instancia en el poder de Dios. Y cuando nuestros hijos soporten varias crisis de fe, nosotros “[esperamos] al Señor” (Salmos 27:14).
Donde todo comienza
Espera que tu hijo experimente una crisis de fe. Y espera que la crisis de tu hijo sea diferente a la tuya. Click To Tweet
Mucho más puede decir y debe ser dicho. Soy muy consciente de que las crisis de fe de nuestros hijos, y lo que las ha precipitado, y cuánto duran, son tan variados como las personas y las experiencias varían. Sé que como padres estos pueden ser momentos aterradores porque, para algunos, una crisis resulta en el rechazo más que en la comprensión de la fe. Pero incluso entonces, no es el final de la historia.
La crianza de los hijos no es para los débiles de corazón. Es para el corazón de fe, para quien Dios es la fortaleza de su corazón (Salmo 73:26). Él es el autor y perfeccionador de nuestra fe, y la fe de nuestros hijos (Hebreos 12:2). Como la gran nube de testigos bíblicos e históricos nos recuerda (Hebreos 12:1), a menudo, cuando llega una crisis, ahí es donde todo comienza.
Por: Jon Bloom © Desiring God Foundation.
Fuente: “Children Need a Crisis of Faith”.
Traducido por: Daniel Elias.
Deja un comentario