Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

Juntos en la cama, separados en el alma

Cuatro pasos a la intimidad espiritual en el matrimonio

«Con nadie más ha sido tan difícil tener conversaciones espirituales constantes y alentadoras que con mi esposa… Y estoy seguro de que ella diría lo mismo».

Los gestos de la cara sugerían que él no era el único. Peleas, malentendidos, indiferencia, agotamiento, ajetreo, e inseguridades hacían que la intimidad continua del alma se sintiera casi imposible. Muchos habíamos experimentado que coexistir era más fácil que co-integrarse. Algunos de los hombres alrededor de la mesa se habían rendido por completo, tratando de explicar su hambre de ello como «algo que simplemente no funciona para nosotros».

Como líderes espirituales de nuestros hogares, hicimos una lluvia de ideas de por qué nuestras luchas persistían. Algunos se habían casado con mujeres extremadamente competentes que podían encargarse de su propia vida espiritual bastante bien (y lo habían hecho por años). Estas mujeres al parecer no necesitaban que atendiéramos sus almas y las laváramos con el agua de la Palabra (Efesios 5:25-27); algunos hombres sentían que en realidad detenían a sus esposas. Otros no podíamos hablar sobre nada sin que ello causara una discusión. Otros se sentían demasiado exhaustos por el trabajo para ir más profundo al llegar a casa. Otros temían perder el respeto de sus esposas porque ellos no eran expertos en Biblia como otros hombres que ellas apreciaban.

Cualquiera que fuera la razón, ella tenía su estudio bíblico, nosotros el nuestro. Ella leía este libro, nosotros leíamos aquel libro. Puede que oremos juntos antes de comer. Muchas de nuestras pláticas más profundas eran recuerdos lejanos. Cuando estábamos saliendo, al día le faltaban horas para discutir todo lo que queríamos acerca del Señor. Ahora parecía que estábamos dispuestos a profundizar con cualquiera excepto con ella. ¿Qué sucedió? Juntos en la cama, separados en el alma. Nos habíamos convertido en compañeros de cuarto espiritualmente.

El muro que necesitamos derribar

A veces nuestra esposa puede ser el cristiano más duro con quien tener intimidad espiritual. Podemos profundizar con hermanos cercanos, nuestro grupo pequeño, aquellos a quienes discipulamos, o viejos amigos conocidos desde hace años, pero el camino se vuelve áspero cuando intentamos «ir allí» con ella. Un muro se levanta entre nosotros y nuestro lirio.

El muro está hecho de muchos ladrillos. Las interminables necesidades de la familia, la iglesia, y el prójimo, la duda sobre nuestro propio conocimiento de la fe, etapas de depresión espiritual en una o ambas partes, conflictos residuales, todo esto hace que desvestir el alma sea más difícil que desabotonar la ropa. La batalla por la intimidad espiritual es cuesta arriba, y nuestro enemigo se asegura de ello.

Satanás odia nuestros matrimonios porque odia lo que representan: la relación de Cristo con su Novia. Su propósito es destruirlos. Y si todavía no puede convencernos de cometer adulterio o apostasía, ¿qué mejor forma de inmovilizar nuestra unión espiritual que dividirnos? Lo que Dios ha unido, Satanás pretende separarlo espiritualmente, si no físicamente. Él no nos permitirá tomarnos de la mano para contemplar la belleza del Señor. Él pretende que vivamos espiritualmente como si no tuviéramos cónyuge.

Estas dificultades no dicen nada acerca de una carne que tienta y excusa, un mundo que emboba y distrae, circunstancias difíciles que nos dejan abatidos y confundidos, y consejería matrimonial tomada más de la psicología que de la teología. Incluso algunos de nuestros líderes evitan el contacto visual cuando se hace la pregunta: ¿de qué manera guías, atiendes y atesoras a tu esposa espiritualmente?

Cuatro formas sencillas de comenzar

La necesidad del momento es la intencionalidad. A menudo podemos engañarnos al suponer que, dado que tenemos proximidad física —cenamos juntos, hacemos los quehaceres, vemos televisión, vivimos, jugamos y dormimos bajo el mismo techo mientras ambos amamos a Jesús—, necesariamente tendremos intimidad del alma. Confundimos el roce de hombros con el beso de las almas. No es inusual pasar semanas sin siquiera darnos cuenta de que no hemos hablado con profundidad ninguna vez. La proximidad sugiere intimidad, pero de hecho puede debilitarla. Se nos recuerda que debemos cortejar a nuestra esposa, y ahora, que profundicemos con ella.

Mi objetivo, entonces, es sencillo: incentivarte a seguir adelante y recordarte que hay más. Pueden tener profundidad nuevamente. Pueden contemplarlo juntos, y ser transformados de un grado de gloria a otro, juntos. Para algunos esto puede parecer inalcanzable, como nos pareció a mi esposa y a mí por algún tiempo. Pero para aumentar la intimidad espiritual, decidimos pasar tiempo intencional juntos en su palabra y en oración, desarrollando una rutina que nos pareció manejable, efectiva, y por lo menos un buen punto de partida.

1. Cazar las pequeñas zorras

Cuando buscamos al Señor individualmente, es más posible ignorar las tensiones de nuestro matrimonio. Cuando lo buscamos juntos, no podemos hacerlo. (Es mucho más difícil hacerlo, de todos modos). Por lo tanto, es bueno comenzar por cazar las pequeñas zorras que podrían amenazar nuestro tiempo delante del Señor.

Expongan y luego oren para que el Señor elimine los pequeños obstáculos para su amor, cualquier impedimento para que lo contemplen juntos en su gloria. Los amantes oraban de esta forma en el Cantar de Salomón: «Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor» (Cantares 2:15). En la práctica, esto significa confesarse mutuamente el pecado y luego llevarlo ante el Señor. Cuando he guiado esto de manera efectiva, le he preguntado a mi esposa si hay algo que deberíamos confesarnos mutuamente o algún estorbo entre nuestros corazones y el Señor. Tales momentos a menudo nos han permitido dar y recibir perdón, centrando nuestra relación en los fundamentos de lo que hace posible tal perdón: la buena noticia de la misericordia de Dios hacia nosotros en la muerte y resurrección de Jesucristo (Efesios 4:32).

Esta es una oportunidad constante para ser honestos, mantener cuentas claras, y perdonarse mutuamente como Cristo nos perdonó. Esta no es una invitación para saldar viejas cuentas, ser pasivos agresivos, y enrostrarnos nuestras frustraciones. Es una oportunidad para prepararnos para buscar al Señor de misericordia en su palabra juntos.

2. Mirar el Libro

Lean juntos un capítulo o pasaje de la Biblia. Podrían leer más o menos, pero el punto es leer algo, y que ese algo sea de la Palabra de Dios.

Leer libros juntos ciertamente puede ser provechoso, pero si solo tienen tiempo para una cosa, que sea el libro de Dios. Ningún otro puede moldear tu vida y el matrimonio como puede hacerlo la Biblia. No tiene rival. Ningún libro es más dulce, verdadero, poderoso, satisfactorio y fortalecedor para nuestra alma y matrimonio que la Escritura. Ningún otro libro es vivo y activo, ningún otro es inspirado por Dios, ningún otro puede levantar a los muertos y mostrarnos a Dios. ¿Qué tan distintos serían nuestros matrimonios si los construyéramos sobre la roca de la Palabra de Dios?

3. Discutir el texto

Un hombre no necesita tener más conocimiento que su esposa para lavarla con la Palabra. Pero sí requiere cierto esfuerzo. Analiza el texto un poco por adelantado, aunque sean algunos minutos. Llega preparado para hacer una o dos preguntas. Extrae las ideas y preguntas de tu esposa. Comparte pensamientos (y pregúntale a ella) acerca de lo que amas de Dios a partir de este texto y qué aplicación te gustaría poner en práctica en la familia para la semana en curso. Ayuda a situar este pasaje dentro de la historia de la redención de Dios. No te sientas presionado a hablar profundamente acerca de la Palabra; deja que la Palabra se muestre profunda y Cristo hermoso.

Tres errores fatales pueden ocurrir en nuestra lectura de la Biblia juntos. Primero, podemos dejar de ser constantes. Segundo, podemos fallar en tener siempre una aplicación práctica en nuestras vidas. Tercero, quedamos con mucho que hacer o pensar pero pasamos por alto a Dios. No debemos descuidar nuestra leche espiritual pura, ni ser meros oidores de la Palabra, ni examinar la Escritura mientras pasamos por alto a Jesús. Encuentren razones nuevas para adorar a Dios, amar al prójimo, y darle muerte al pecado, juntos.

4. Orar: adorar a Dios y pedir su ayuda

Después de meditar en el texto, gócense en quién es el Dios trino: sus excelencias, su santidad, su gran amor y fidelidad. Luego gócense en quién es Dios para nosotros: Padre, Salvador, Amo, Amigo. Deléitense en él juntos como dos hijos delante de su Padre. Luego oren su Palabra sobre sus vidas, su matrimonio, su barrio, su nación, su mundo. Pidan ayuda para obedecer y vivir para su gloria.

No desdeñen el día de pequeños comienzos

Así como muchas parejas se dan el tiempo de aprender a servirse el uno al otro emocional y físicamente, se necesita tiempo para conocerse el uno al otro espiritualmente (sin importar el tiempo que llevan juntos). Puede ser irregular al principio, pero pueden ser más que compañeros de cuarto. Esfuerzo diario, búsqueda diaria. No pueden volver en el tiempo, pero pueden comenzar donde están. Para mi esposa y para mí, esto implicó comenzar a pasar un tiempo significativo juntos en la Palabra (de 20 a 45 minutos) varias veces por semana.

En los días cuando mi esposa y yo nos malentendemos o pecamos uno contra otro, nuestra decisión de esforzarnos por esto marca una enorme diferencia. Nos comprometimos a hacerlo, y esto nos da libertad para realmente intentarlo. Con la gracia de Dios, nos hemos acercado juntos al Señor, creyendo que él existe y recompensa a quienes lo buscan (Hebreos 11:6). Mientras luchamos para impedir que el diablo siempre discordia en nuestro tiempo juntos en la Palabra de Dios, él ha comenzado a huir de nosotros.

Es posible pasar un tiempo intencional juntos, varias veces a la semana, explorando montañas de su gloria, y siendo renovados mediante la confesión, el arrepentimiento, y los recordatorios del evangelio. Hay flores, frutos, y arroyos en el huerto de intimidad espiritual que tú puedes cultivar y disfrutar ahora mismo.

Por: Greg Morse
Fuente: Together in bed apart in soul
Traducido por: Proyecto Nehemias
Publicado por: Mariafernanda Artadi

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