
Hay un Nombre
Nuestro exclusivo y precioso Cristo
En un mundo de tolerancia y pluralismo, pocas afirmaciones verdaderas tienen un sabor tan amargo como esta: Jesús es el único camino a Dios. O como el apóstol Pedro dice con tanta valentía,
En ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. (Hechos 4:12)
¿Solo un nombre para 8 billones de personas? ¿Solo un Salvador para casi 7 mil grupos de personas? ¿Solo un camino hacia el cielo para hombres y mujeres, jóvenes y adultos, urbanos y rurales, asiáticos y americanos y africanos y europeos?
Pedro, aparentemente, se sintió desvergonzado por la afirmación. “Sepan todos ustedes,” empezó (Hechos 4:10). Pero lo que Pedro proclamó, muchos de nosotros susurramos, especialmente entre los que se ofenden. “No hay otro Nombre” puede sonar bien en un grupo pequeño, pero nuestras voces se pueden quebrar en la mesa de la cocina del vecino. La vergüenza, no la audacia, podría marcar incluso a los amantes del Nombre de Jesús.
Quizás, entonces, necesitamos ayuda para sentir la maravilla de que exista algún nombre. En este mundo de maldición y pecado, en el que la mitad de nuestras casas cuelgan al borde del precipicio de juicio, Dios ha dado un Nombre.
“La vergüenza, no la audacia, podría marcar incluso a los amantes del Nombre de Jesús.”
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Mundo Sin Nombre
Según todos los cálculos precisos, deberíamos vivir en un mundo sin nombre.
Deberíamos caminar hacia el este del Edén, sin la promesa de un Hijo por venir. Deberíamos trabajar bajo orden del Faraón, sin ningún brazo estirado para rescatarnos. Deberíamos temblar ante Goliat, sin un David que tire piedras. Deberíamos colgar nuestras arpas, sin esperanza de una futura canción.
Por nuestra propia cuenta, por supuesto, luchamos para aprobar estos deberes tan lamentables. Sentimos que incluso si no hablamos, no debemos perecer, sino más bien que Dios debe salvar. Sentimos que el cielo, no el infierno, es el destino automático de la humanidad. Hablamos de cientos de caminos hacia la montaña porque asumimos, profundamente, que la mayoría (si es que no todos) merecen llegar a la cima.
Sin embargo, nosotros sentimos, percibimos y asumimos de esta manera solo cuando cuando sentimos, percibimos y asumimos que nuestro pecado es más pequeño de lo que Dios dice. Para aquellos que tienen una visión leve del pecado, poco podría ser más ofensivo que el hecho de que solo haya un nombre. Pero para los que, como Job (Job 42:6), o Isaías (Isaías 6:5), o Pedro (Lucas 5:8), se han encontrado empujados a la presencia del Santo, poco podía ser más maravillosamente sorprendente.
¿Por qué Dios debería enviar un amanecer para atravesar la oscuridad que nosotros mismos hemos elegido? ¿Por qué el Padre debería levantarse y correr para encontrarse con su hijo descarriado? ¿Por qué Cristo debería convertirse en nuestro Oseas para redimirnos del burdel? ¿Por qué la sangre del cielo debería ser derramada para ganar de nuevo a los que odian el cielo? ¿Por qué Jesús debería dar Su Nombre para rescatar a los crucificadores?
Solo porque los cálculos del cielo van más allá que la mera justicia.
Hay Un Nombre
Ahora, escucha de nuevo las palabras que muy a menudo ofenden y avergüenzan.
En ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. (Hechos 4:12)
La exclusividad de Cristo Jesús de hecho se sienta en el centro de las palabras de Pedro, como una piedra de tropiezo o una piedra de ofensa (Hechos 4:11; Romanos 9:33). Sin embargo, esparcidos alrededor de esa piedra hay joyas tan preciosas que la afirmación de Pedro, muy lejos de ofender o avergonzar, debe romper los corazones de los pecadores y desamarrar las lenguas de los santos.
“En esa noche solitaria, el Dios del cielo dio un Nombre a los perdidos y pecadores moribundos.”
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NOMBRE DADO
Hay… [un] nombre… dado.
Cuando el Hijo de Dios nació en Belén, Él nació en un mundo sin un nombre salvador. Ningún nombre entre los filósofos sabios griegos podía salvar. Ningún nombre en el panteón extenso de Roma podía salvar. Por supuesto, Israel hace tiempo había tomado refugio en el Nombre de Yahweh (Éxodo 34:6-7). Sin embargo, incluso Yahweh esperó el día en el que daría su Nombre de una nueva manera, y mediante Él, una salvación que iba mucho más allá de la imaginacion de los judíos (Jeremías 23:5-6; Joel 2:32).
Entonces en esa noche solitaria, el Dios del cielo dio un Nombre a los perdidos y pecadores moribundos. Nos ha nacido, ese día en la casa de David, un Salvador llamado Cristo Jesús el Señor (Lucas 2:11). Confíen, desterrados del Edén. Tengan coraje, esclavos de Faraón. Levanten sus cabezas, soldados de Israel. Toquen sus arpas, prisioneros de Babilonia. Su Dios ha venido, y Él les ha dado un Nombre.
DEBAJO EL CIELO
Hay… [un] nombre bajo el cielo dado a los hombres.
Dios pudo haber dado este Nombre a los Cesar y Herodes del mundo. Él pudo haberlo entregado a los sabios y poderosos. O lo más probable es que se lo hubiera confiado solamente a los judíos. En cambio, dio Él dio un Nombre debajo de (todo) el cielo, entre (todos) los hombres.
Dondequiera que vivan los hombres y mujeres bajo del cielo, por más lejos que se hayan alejado de la imagen de Dios, este Nombre debe ir allí. Debe correr más allá de Jerusalén; debe llegar más allá de Judea; debe volar fuera de Samaria para encontrar los confines de la Tierra (Hechos 1:8). Como canta el salmista, “Desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, alabado sea el Nombre del Señor” (Salmo 113:3).
Así es y será en Jesús. Su Nombre se encontrará con el amanecer del este. Su Nombre verá el atardecer del oeste. Y en todo lugar del medio, serán “benditos por él los hombres; llámenlo bienaventurado todas las naciones” (Salmo 72:17).
PARA LA SALVACIÓN
Hay… [un] nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.
Dios ha dado un Nombre. Este Nombre es para todos los que están bajo el cielo. Y aquí está el propósito de Dios, el deseo de Dios, en dar ese Nombre universal: mi pueblo debe ser salvo (Hechos 2:21).
Dios vio adecuado envolver la salvación en las sílabas de su Nombre. “Le pondrás por nombre Jesús” le dijo el ángel a María, “porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). “Dios ve”, “Dios simpatiza”, “Dios fortalece”, cualquiera de estos nombres hubieran sido maravillosos. Pero Jesús, “Dios salva”, o más literalmente, “Yahweh salva”. No sorprende que María se haya maravillado.
Dios no envió este Nombre al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve a través de Él (Juan 3:17).
Qué Nombre Tan Glorioso
Entonces, en Jesús, escuchamos el único Nombre que salva. Nosotros podemos, si queremos, alimentar la ofensa o la vergüenza sobre el hecho de que Dios haya dado solo un Nombre. O podemos agradecer a Dios por ese Nombre, atesorar ese Nombre, y unirnos al mismo Dios para difundir ese Nombre donde sea que no se canta.
“En Cristo, podemos hacer brillar la luz que separa las tinieblas.”
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Si lo hacemos, nos unimos a una misión que no puede fallar. Escucha al Dios Todopoderoso tomar el anhelo del Salmo 113:3 y convertirlo en una promesa profética, sellada dos veces:
Porque desde la salida del sol hasta su puesta, Mi nombre será grande entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a Mi nombre, y ofrenda pura de cereal; porque grande será Mi nombre entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos (Malaquías 1:11).
Su Nombre será grande: en Zambia y Nueva Zelanda, en India e Islandia, en China y Colombia, y en las calles oscuras de nuestras ciudades. Y para ese fin, Dios nos ha hecho mayordomos de Su Nombre sagrado. En Cristo, podemos hacer brillar la luz que separa las tinieblas (Lucas 1:78-79), bajar las manos que levantan a los caídos (Salmos 40:20), Levantar la serpiente que sana a los mordidos (Juan 3:14-15), y decir el Nombre que salva al pecador.
No hay otro Nombre dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. Y ¡oh, qué glorioso es este Nombre!
Por: Scott Hubbard
Fuente: There is a Name
Traducido por: Mariafernanda Artadi
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