
El fundamento del perdón
Dios no cambia (Malaquías 3:6). Pero la perspectiva del hombre de Dios frecuentemente sí – influenciado por las propias emociones fluyentes y una moralidad flexible. Y como el mundo alrededor se vuelve cada vez más permisivo, el mundo espera que Dios se ajuste a ese cambio moral.
Específicamente, los pecadores cuentan con que el Señor tome el pecado como por descuido y casualmente, como ellos lo toman. Y ellos espera que Su perdón sea igualmente casual. Eso no debería sorprendernos – si no tomas el pecado seriamente, ¿cómo puedes siquiera apreciar plenamente lo que significa ser verdaderamente perdonado?
Una caricatura corrupta
Pero cuando el perdón de Dios se reduce a una aceptación ciega refleja un caricatura corrupta de Su carácter santo. Dios no puede y no absolverá a los transgresores por desechar o ignorar alegremente la maldad que han hecho. Al hacerlo sería injusto, y Dios es un Dios de justicia perfecta.
La Biblia enfatiza repetidamente que Dios castigará todo pecado. En Éxodo 23:7 Dios dice: “Yo no absolveré al culpable.” Nahum 1:3 no se equivoca cuando dice: “El Señor no dejará sin castigo al culpable.” En el mensaje del evangelio en sí: “La ira de Dios se revela… contra toda impiedad e injusticia” (Romanos 1:18).
La Escritura describe la relación entre Dios y el pecador como enemistad (Romanos 5:10; 8:7). Dios odia el pecado, y por lo tanto todos los que pecan se han hecho enemigos de Dios. “Dios que se indigna cada día contra el impío” (Salmos 7:11).
Aquellos que violan algún punto menor de la ley de Dios son tan culpables como si hubieran quebrantado todos los mandamientos (Santiago 2:10). Ningún pecado es trivial (Romanos 3:10-18). Todas las personas nacen con una inclinación insaciable hacia el pecado (Salmos 58:3). Ellas están espiritualmente muertas (Efesios 2:1), objetos de la santa ira de Dios (Efesios 2:3), y completamente sin esperanza (Efesios 2:12). Desde la perspectiva humana, esta es un estado verdaderamente desesperado de absoluta inutilidad.
Dios, por el contrario, es perfecto, infinitamente santo, absolutamente impecable, y completamente justo. Él no puede violar Su naturaleza al indultar el pecado ciegamente. Él dice: “El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación al Señor” (Proverbios 17:15). Su justicia debe ser satisfecha al castigar toda violación de Su ley. Y el debido pago por nuestra iniquidad es infinitamente grave: la condenación eterna.
¿Qué pasa con las “Buenas Noticias”?
El evangelio es buenas noticias porque nos dice que Dios justifica al impío (Romanos 4:5). Pero ¿cómo puede Dios conceder tal perdón sin comprometer Su propio estándar de justicia? ¿Cómo puede perdonar a los pecadores sin quebrantar Su propia Palabra, habiendo ya jurado que castigará toda transgresión?
La respuesta es: Dios mismo ha hecho de Su Hijo, Cristo Jesús, la expiación de nuestros pecado. Esta verdad se encuentra en el corazón mismo del mensaje del evangelio. Es la más gloriosa verdad en toda la Escritura. Explica cómo Dios puede permanecer justo mientras justifica a los pecadores (Romanos 3:25-26). Y esta es la única esperanza para cualquier pecador que busca el perdón.
Tal vez el pasaje más importante en toda la Escritura acerca de la sustitución de Cristo a favor de los pecadores se encuentra en 2 Corintios 5:
Dios… quien nos reconcilió con El mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; es decir, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo con El mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios! (2 Corintios 5:18-20)
La verdad es gloriosa: Dios tiene un plan por el cual Él puede lograr la misma cosa que parecía completamente muy imposible. Hay una manera de satisfacer Su justicia sin condenar al pecador. Él puede a la vez cumplir Su promesa de venganza contra el pecado y reconciliar – extender el perdón completo a – los pecadores. Él puede permanecer justo mientras justifica al impío (Romanos 3:26).
Muchas personas piensan de la gracia divina como una especie de tolerancia benigna, por la cual Dios simplemente excusa el pecado y mira hacia otro lado – como si la gracia implicara una disminución del estándar divino a fin de dan cabida a lo que no es santo. La Escritura no enseña tal cosa. Una vez más, Dios mismo ha jurado que toda transgresión y desobediencia recibirá una pena justa (cf. Hebreos 2:2), y Él no puede renunciar a Su perfección a fin de indultar al malvado. Al hacer eso comprometería Su propia justicia.
Entonces, ¿cómo Dios reconcilia a los pecadores con Él mismo? ¿Por qué motivos Él puede extender su perdón a los pecadores? Aquí estamos puestos frente a frente con la necesidad de la expiación. Si la ira de Dios ha de ser satisfecha. Si Dios va a ser propicio al pecador, se requiere una expiación adecuada. Dios debe cumplir sus demandas de justicia derramando Su ira sobre un substituto que lleve el castigo del pecador en su lugar.
Y eso es precisamente lo que sucedió en la cruz.
El apóstol Pablo destila el evangelio completo en una simple declaración en 2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, Lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.”
Agarrando el perdón divino
Esta profunda verdad es la llave para entender el perdón divino: Dios hizo que Cristo sin pecado sea pecado por nosotros, para que podamos llegar a ser en Él la justicia de Dios. En un lenguaje sencillo, el punto de apóstol Pablo es este: Dios trató a Cristo como un pecador y Lo castigó por todos lo pecados de todos los que creerían, para que Él pudiera tratarlos como justos y darles el crédito por la obediencia perfecta de Cristo.
Isaías hace esta asombrosa declaración: “Quiso el Señor quebrantarlo, sometiéndolo a padecimiento… Él se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación” (Isaías 53:10). ¿La muerte de Cristo “agradó” a Dios? Eso es exactamente lo que la Escritura enseña. Repetidamente la Biblia dice que Cristo murió como ‘propiciación’ por nuestros pecados (Romanos 3:25; Hebreos 2:17; 1 Juan 2:2; 4:10). La palabra propiciación habla de un apaciguamiento, una total satisfacción de las demandas divinas a favor del pecador. Esta es una maravillosa verdad. Significa que Cristo pagó el precio – el rescate – del pecado a favor de los que ha redimido.
El concepto de imputación también es importante al explicar 2 Corintios 5:21. La imputación habla de un ajuste legal de cuentas. Imputar la culpa a alguien es asignar la culpa a la cuenta de esa persona. Del mismo modo, imputar justicia es asignar justicia a la persona. La culpabilidad o la justicia imputada es una realidad totalmente objetiva; existe totalmente aparte de la persona a quien se le imputa. En otras palabras, una persona a quien se le imputa la culpa no es de ese modo que se hace realmente culpable en el sentido real. Sin embargo, es considerado culpable en un sentido legal.
De la misma manera que la culpa de los pecadores fue imputada a Cristo, Su justicia es imputada a todos los que creen.
Ya en Génesis 15:6 leemos que Abraham “creyó en el Señor, y Él se lo reconoció por justicia.” Y Romanos 4 usa la justificación de Abraham como el modelo de cómo se justifican todos los creyentes. Eso significa que todo creyente es perdonado inmediatamente, al igual que el ladrón en la cruz. El perdón no nos cuesta nada, porque ya le ha costado a Cristo todo.
Y si Dios justifica al impío sólamente a través de la fe (Romanos 4:5), ¿en qué consiste esta fe? Se trata de un rechazo de confiar en cualquier cosa sino en Cristo para la salvación. Esto significa el abandono de la auto-justificación y una mente leal a la dependencia solamente en Cristo para la salvación. Por tanto, esto implica un amor sincero por Cristo un alejamiento – arrepentimiento – del pecado.
Si entiendes que eres un pecador y anhelas libertad y perdón de tus pecados, vuelve a Cristo, incluso ahora. Él no rechazará a cualquiera que viene a Él (Juan 6:37). Él está dispuesto a perdonar y reconciliar a los pecadores con Él mismo. Todo lo demás que tenemos que decir acerca del perdón es discutible si no conoces el perdón de Dios por tus pecados.
Todos los cristianos son perdonados de una deuda impagable únicamente sobre la base de lo que Dios mismo ha hecho por nosotros. Ese regalo inestimable del perdón gratuito se convierte en la base por la cual todos los otros tipos de perdón se basan, y también el patrón de cómo hemos de perdonar a los demás. Si mantenemos la perspectiva de lo mucho que Dios nos perdonó, y lo mucho que Le costó perdonar, pronto nos daremos cuenta que no hay transgresión contra nosotros que pueda justificar un espíritu que no perdone. Los cristianos que guardan rencores o rehusan perdonar a los demás han perdido de vista el precio pagado por su propio perdón.
El perdón de Dios es el patrón por el cual debemos perdonar. Esa es la verdad fundamental sobre la que se construyen y se desarrollan todas las relaciones piadosas. Es el ejemplo dominante para todos los que honran a Dios a través del ministerio a un mundo caído. Y es a estas implicaciones del perdón de Dios a las que regresaremos en los próximos días.
Por: John MacArthur. © Grace to You.
Fuente: “The Foundation of Forgiveness”.
Traducido por: Daniel Elias
Deja un comentario