Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

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Esposo, levanta tus ojos

Carta a un potencial adúltero

Estimado esposo,
Tal vez pienses que no soy el indicado para aconsejar a un joven sobre cómo ser fiel a su esposa, porque, en casi cincuenta años con mi esposa, nunca me he sentido impulsado a ser romántico o a tener sexo con otra mujer. Sin embargo, podría resultar provechoso averiguar si este hecho (inusual quizá) tiene causas que se te podrían transferir.
Que quede claro: no es tan bueno como suena. Mis ojos se sienten atraídos hacia la excesiva piel femenina como los de la mayoría de los hombres. No estoy hecho para el evangelismo en la playa. Los aeropuertos me resultan bastante problemáticos. Tengo tolerancia cero a los desnudos en las películas, o incluso la sugerencia (lo cual las descarta casi todas). Una razón, entre muchas, es que cualquier imagen con carga sexual se aloja en mi mente, con efectos lamentables.
Otra clarificación: he disfrutado de una vida de intimidad sexual con mi esposa, es decir, tan intensa como cualquiera puede esperar razonablemente, creo yo. En otras palabras, no creo que mi desinterés por el sexo con otras mujeres se deba a una deficiencia hormonal.
Así que volvamos al punto que necesita cierta explicación: tengo 71 años y he estado sexualmente atraído a Noël por 51 años. Durante 48 de esos años (desde que nos casamos), esa atracción ha estado gratificada con el gozo. Durante estos 51 años, nunca me he sentido románticamente atraído por otra mujer. Nunca he deseado relaciones sexuales con otra mujer. Cuando me enamoré de Noël en el verano de 1966, estalló un anhelo sexual enfocado. Ese singular deseo de intimidad con Noël nunca se ha cambiado a otra mujer.
¿Habrá causas discernibles para esto que se puedan compartir?

1. Suplícale a Dios que quite los deseos ilícitos

Lo primero que debo decir es que considero este desinterés por el sexo con otra mujer un verdadero regalo de la gracia soberana de Dios. No se siente como una recompensa por una disciplina virtuosa. Es como si Dios dijera: «Tengo otras angustias con las que deberás lidiar en tu familia. Pero te ahorraré esta». No me he sentido como un valiente marino atado al mástil mientras la voz de sirena del sexo extraño canta su seductora canción. No fue necesario atarme, porque la canción no era atractiva.
Así que la primera cosa transferible que te diría es esta: «Pídeselo a Dios». No solo le pidas que te impida ceder a la tentación. Pídele que quite cualquier deseo por cualquier otra mujer que no sea tu esposa. Ruégale que lo haga.

2. Siente lo repulsivo y desagradable que es el adulterio

Lo segundo que yo diría tal vez te parezca extraño, quizá incluso cuestionable. Una forma en que Dios me protegió del adulterio es haciéndome sentirlo repulsivo. Desde que me enamoré de Noël y supe que pasaríamos toda la vida siendo íntimos, la sola idea de tocar a otra mujer de manera sexual se volvió desagradable, repugnante. Esto puede sonar raro. No he hablado de ello con muchas personas. Pero a menudo me he dicho a mí mismo, con asombro: «La idea de tener sexo con cualquier otra mujer aparte de Noël se siente tan nauseabundo como la posibilidad de tener sexo con un hombre».
Lo digo en serio, literalmente. No estoy meramente elevando el interés moral usando lenguaje físicamente fuerte. Es decir, Dios obró el milagro de volver el contacto adúltero no solo moralmente malo, sino físicamente repulsivo. Esa es una de las mayores obras de la gracia divina que yo haya experimentado.
Ahora quiero especular acerca del origen de este don. Cuando Jesús quería ayudarnos a lidiar con el adulterio y la lujuria, dijo:

Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno (Mt 5:29).

Él podría haber dicho, inofensivamente: «Si tu ojo te hace pecar, mira hacia otro lado, porque ceder a la tentación sólo puede ser dañino».
¿Por qué nos provocó náuseas con la repulsiva imagen de sacarnos el globo ocular de la cara y tirarlo como una viscosa yema de huevo a la basura? Tal vez lo hizo para despertar en nosotros algo más que mera desaprobación moral: algo visceral, algo como el reflejo de las arcadas en la garganta.
He estado leyendo y creyendo en la Biblia desde que era niño. Las realidades de Dios, Cristo, el cielo, el infierno, la fe, y la santidad han sido realidades constantes para mí; a veces maravillosas, a veces terribles. No son añadidos a lo que soy. Están integradas. Son parte de mí, configurando aquello que me encanta y aquello que quiero vomitar.
Así que mi especulación es que en algún punto de mi vida, Dios tomó la realidad de su enorme desaprobación de la lujuria y el adulterio, y la amenaza de un sufrimiento indescriptible en el infierno (Mt 5:29), y creó una conexión entre el terror físico de la llama eterna y la atrocidad moral de engañar a mi esposa. La forma que tomó esta conexión fue una repulsión física a la infidelidad conyugal. Puede que sea mucho más complicado que eso; pero es lo mejor que puedo hacer por ahora.
Comoquiera que haya sucedido, me parece bíblicamente apropiado, y agradezco a Dios por ello. Me ha librado extraordinariamente para enfocarme en otras cosas. Si esto se te puede transferir a ti, depende de la libre gracia de Dios. Pero mi sugerencia es que satures tu vida completamente con las realidades de la Escritura, y ores por sus efectos más profundos en la transformación de lo que te parece deseable y lo que te parece desagradable.

3. No cambies placeres permanentes por citas temporales

Mencionaré otra cosa que me parece que es parte de la explicación de por qué no solo he sentido que el adulterio sea malo, sino también nauseabundo. Cuando estaba en la secundaria, algo despertó en mí que podría llamar poético, espiritual, estético, o de otro mundo. Fue una sensación de que hay algo maravillosamente admirable y gozoso que se puede experimentar más allá de los placeres sensuales del cuerpo.
Si no fuera cristiano, lo llamaría lo «numinoso», o lo «Otro», o «Belleza». En otras palabras, muchas personas tienen esta especie de despertar, no solo los cristianos. Pero para mí, era algo distintivamente cristiano. La maravilla, la belleza y la grandeza estaban en Dios, a través de Jesús. Desde aquellos días, he experimentado una especie de dolor por un Placer más allá de los placeres del cuerpo.
Pero esta es la relación con el repulsivo adulterio. Al tiempo que despertaba este anhelo por el sublime Placer celestial, descubrí que el pecado sexual (como la lujuria y su acompañante, la masturbación) hacían que mi alma se precipitara desde cualquier altura de gozo que aquellas alcanzaran. Me parecía que me enfrentaba a la decisión de regodearme en el pantano de breves sensaciones físicas (llamadas placeres) o elevarme en mi corazón hasta donde se ofrecía algo mucho más substancial, perdurable y satisfactorio.
Esto produjo en mí la visceral convicción: el pecado sexual y la sublime satisfacción son completamente opuestos. Como lo dijo Jesús: «Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios» (Mt 5:8).
Ahora veo esto como el don existencial de Dios en Colosenses 3:1-5:

Busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba… Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual…

En otras palabras, la inmoralidad sexual corta las alas que nos elevan hacia el más alto, rico y perdurable Gozo.
Pero yo quería este gozo con ansias. Y a medida que crecía este deseo, también lo hizo mi oposición a cualquier cosa en mí que se interpusiera en el camino. Y Colosenses 3:5 pone el pecado sexual primero en la lista. Creo que Dios convirtió esta oposición en repulsión física proporcionalmente a medida que el deseo del Placer real en Dios se volvía más fuerte.

Sigue pidiéndole ayuda a Dios

Bueno, ese es mi intento de interpretar mi experiencia a la luz de la Escritura. Espero que haya lecciones que aprender que se te puedan transferir:

  • Pídele a Dios que cause que el pecado te resulte repulsivo, no solo moralmente malo.
  • Pídele que haga las realidades bíblicas, como el cielo y el infierno, terrible y maravillosamente reales para ti; tan reales que se prueben y se sientan.
  • Pídele que te abra los ojos a la gloria del mundo espiritual «donde está Cristo sentado a la derecha de Dios».
  • Pídele que te dé un inmenso deseo del sublime Placer en Dios que sea tan fuerte que los placeres pecaminosos se vuelvan repugnantes.
  • Pídele que convierta los placeres de la intimidad con tu esposa en anticipos de los inagotables éxtasis del cielo.

Cuando hayas orado, levanta tus ojos. Elévalos al profundo cielo azul. Levántalos a la brillante blancura de las nubes onduladas. Elévalos a la insondable oscuridad estrellada de la noche. Elévalos a las montañas brumosas, y a los ríos que han corrido por miles de años, y a los poderosos árboles que se dieron el tiempo de volverse fuertes imperceptiblemente, y a los lirios anaranjados, las vides púrpuras, las margaritas de centro amarillo, y a los lagos en calma en el crepúsculo, y el gran arco del horizonte sobre el mar.
Quita los ojos del computador, del espejo, de tu dolor, de tu sueño mortal, de tu lujuria autocompasiva. Dios te está hablando. Está ondeando mil banderas para captar tu atención. Él tiene más para darte de lo que nunca has probado o sentido o soñado. El precio que pagó para satisfacer a su pueblo, con gozo inagotable y bellezas siempre nuevas, fue grande. No lo hagas a él a un lado.
Por: John Piper © Desiring God Foundation.
Fuente: “Husband, Lift Up Your Eyes”.
Traducido por: Elvis Castro de Proyecto Nehemías.
Edición: Daniel Elias.

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