
Es imposible leer la Biblia
Leer la Biblia siempre debería ser un acto sobrenatural.
Por “acto sobrenatural”, no quiero decir que los humanos sean sobrenaturales. No somos Dios, y no somos ángeles o demonios. Lo que quiero decir es que el acto de leer, a fin de que sea hecho como Dios quiso, debe ser hecho en la dependencia de la ayuda sobrenatural de Dios.
La Biblia nos da dos razones decisivas: Satanás y el pecado. Es decir, tenemos un enemigo que nos ciega por fuera y una enfermedad que nos ciega por dentro. Juntas, estas dos fuerzas hacen que sea imposible para los seres humanos leer la Biblia, como Dios quiso, sin ayuda sobrenatural.
Me parece que miles de personas se acercan a la Biblia con poca conciencia de su propia impotencia de leer de la manera en que Dios quiere que ellos lo hagan. Este proverbio se aplica tanto a la lectura de la Biblia como a cualquier otra cosa: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (Proverbios 3:5-6). En cada vuelta de página, confía en Dios. Esa es una transacción sobrenatural.
Si más gente se acercara a la Biblia con un profundo sentido de impotencia, y una confianza llena de esperanza en la misericordiosa ayuda de Dios, habría mucho más para ver, para saborear y para transformar de lo que hay.
El enemigo que ciega por fuera
Satanás es real. Su identidad principal es ser un “mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44). Su manera de mentir es más por el engaño que a través de mentiras descaradas. Él “se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).
Jesús describió cómo Satanás quita la palabra: “A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón” (Mateo 13:19). ¿Cómo sucede eso? Podría ser por puro olvido. O Satanás podría atraer a una persona de la lectura bíblica a un video entretenido, con el resultado de que cualquier pensamiento acerca del valor y la belleza de Cristo se pierda rápidamente en la ceniza del fuego y la piel.
O Satanás puede simplemente cegar la mente al valor y la belleza de Cristo, que las Escrituras revelan. Esto es lo que Pablo describe en 2 Corintios 4:3-4:
Pero, si nuestro evangelio está encubierto, lo está para los que se pierden. El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
“El dios de este mundo” es Satanás. Él es llamado “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30), y Juan dice que “el mundo entero está bajo el control del maligno” (1 Juan 5:19). Es el enorme poder cegador que nos pone en la necesidad de un libertador sobrenatural. Pensar que podemos superar esta fuerza satánica en nuestras propias fuerzas es ingenuo.
Sin poder divino, no hay ojos abiertos
Cuando el Cristo resucitado envió a Pablo “para que les abra los ojos [de los gentiles] y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios” (Hechos 26:18), Él no quiso decir que Pablo podría hacer esto en las fuerzas humanas. Pablo lo hizo más claro: “No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana, sino del poder de Dios” (1 Corintios 2:3-4). Eso es lo que se necesita para superar los efectos cegadores de Satanás.
No ignores que el enfoque específico de la obra cegadora de Satanás es el evangelio. Es decir, su enfoque es en nuestra lectura — o el escuchar — el corazón del mensaje de las Escrituras Cristianas. Satanás “ha cegado la mente de [los] incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo”. Satanás estaría feliz de que la gente creyera diez mil hechos verdaderos, siempre y cuando sean ciegos a “la luz del glorioso evangelio de Cristo”. Déjenlos tener A’s en cien pruebas de hechos bíblicos, siempre y cuando no puedan ver la gloria de Cristo en el evangelio — es decir, mientras no puedan leer (o escuchar) con la capacidad de ver lo que realmente está allí.
Satanás ama algunas lecturas de la Biblia
Así que, Jesús (Mateo 13:19), Pablo (2 Corintios 4:3-4), y Juan (1 Juan 5:19) advierten que Satanás es un gran enemigo de la lectura de la Biblia que ve lo que realmente está allí. La lectura de la Biblia que sólo recoge hechos, o alivia una conciencia culpable, o reúne argumentos doctrinales — este tipo de lectura de la Biblia Satanás está perfectamente feliz de dejar sólo a quien la hace. Él ya ha ganado la batalla.
Pero la lectura que espera ver el valor supremo y la belleza de Dios — la lectura que tiene por objetivo estar satisfechos con todo lo que Dios es para nosotros en Cristo, la lectura que busca “probar y ver que el Señor es bueno” (Salmos 34:8) — esta lectura es a la que Satanás se opondrá con todas sus fuerzas. Y su poder es sobrenatural. Por lo tanto, cualquier lectura que espera superar su poder cegador será una lectura sobrenatural.
Cómplice en el engaño
Cuando hablamos del poder de Satanás sobre el corazón humano, no estamos diciendo que toda la ceguera espiritual es la sóla obra de Satanás. No estamos insinuando que Satanás puede tomar a personas inocentes y convertirlas en esclavas del engaño. No hay gente inocente. “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Somos cómplices de todo nuestro engaño.
Hay un terrible entretejido de la influencia satánica y la pecaminosidad humana en toda nuestra ceguera a la gloria divina. Nadie jamás podrá ser un chivo expiatorio en el juicio, reclamando: “Satanás me hizo hacerlo”. Nuestra propia pecaminosidad es otra fuente de nuestra ceguera espiritual que nos pone en necesidad de ayuda sobrenatural, si esperamos ver la gloria de Dios en las Escrituras.
Mente carnal
Pablo nos dice en Romanos 8:7-8: “La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la Ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”.
Estas son palabras muy fuertes: “no se sujeta a la Ley de Dios [la instrucción de Dios, la palabra de Dios], pues ni siquiera puede hacerlo”. Esta es nuestra rebelión antes de, y debajo de toda la ceguera satánica. Antes de que Satanás añada sus efectos cegadores, ya estamos en rebelión contra Dios. Y Pablo dice, esta rebelión hace que sea imposible (“no puede”) someternos a la Palabra de Dios.
Esta incapacidad no es la incapacidad de una persona que prefiere a Dios, pero no se le permite apreciarlo. No. Esta es la incapacidad de una persona que no prefiere a Dios y por lo tanto no puede apreciarlo. No es una incapacidad que te impide hacer lo que quieres. Es una incapacidad de querer lo que no quieres. No puedes ver hermoso lo que ves como feo. No puedes abrazar la gloria de Dios como la más valiosa cuando sientes que eres más valioso.
La ignorancia no es nuestro problema más profundo
Una de las implicaciones de esta condición humana omnipresente es que la ignorancia no es nuestro problema más profundo. Hay una dureza de rebelión contra Dios que es más profunda que la ignorancia. Es por eso que cada intento natural de iluminación es resistido. Esta dureza de rebelión no puede someterse a la revelación de Dios.
Pablo emite un llamado urgente a todos los cristianos en Efesios para que se alejen decididamente de esta condición, que, según él, es típica de sus raíces gentiles:
Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ustedes ya no anden así como andan también los Gentiles (paganos), en la vanidad de su mente. Ellos tienen entenebrecido su entendimiento, están excluidos (separados) de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón. (Efesios 4:17-18)
Observa la relación entre “ignorancia” y “dureza de corazón” como Pablo lo describe: “ignorancia… por la dureza de su corazón”. La dureza es más básica. La dureza es la causa. Este es nuestro problema más profundo. No la ignorancia.
Esta es la condición de toda la humanidad, separada de la obra salvadora del Espíritu Santo (Romanos 8:9-10). Y hace que sea imposible leer la Biblia — si nuestro objetivo es leerla en la manera que Dios quiere que la leamos. No podemos preferir la luz cuando amamos la oscuridad. “Y éste es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz” (Juan 3:19). Nuestro problema no es que hay insuficiente luz alumbrando de las Escrituras. Nuestro problema es que amamos la oscuridad.
La palabra de Dios irradia su sabiduría
Las Escrituras irradian la sabiduría divina. Esta sabiduría resplandece con la gloria de Dios — y nos muestra la gloria por venir, que es la manera en que Pablo describe su propia enseñanza inspirada:
Hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que, desde antes de los siglos, Dios predestinó para nuestra gloria… Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente, de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales (1 Corintios 2:6-7, 12-13).
El problema es que fuera de la obra sobrenatural del Espíritu Santo, no somos “espirituales”, sino “naturales”. Leer las Escrituras inspiradas debe ser un acto sobrenatural si hemos de “aceptar las cosas del Espíritu de Dios”, y si hemos de “entender lo que es espiritualmente discernido”. Sin la ayuda sobrenatural de Dios, somos meramente naturales y no podemos ver la gloria de Dios en la Biblia por lo que realmente es — supremamente bello y que lo satisface todo.
Por: John Piper © Desiring God Foundation.
Fuente: “It Is Impossible to Read the Bible”.
Traducido por: Daniel Elias.
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