Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

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El silencioso poder de las devociones ordinarias

Como cristianos, no nos interesa meramente leer nuestras Biblias. Queremos ser conmovidos, inspirados, cambiados por lo que leemos. No nos levantamos temprano simplemente para leer superficialmente las páginas de las Escrituras. Venimos al encuentro de Dios (1 Samuel 3:21). Venimos a probar la miel y recolectar oro (Salmo 19:10). Venimos a “regocijarnos con un gozo inefable y lleno de gloria” (1 Pedro 1:8). Eso significa que los días de devociones ordinarias, como todos hemos experimentado, pueden ser muy decepcionantes.

Como cualquier lector fiel de la Biblia sabe que muchos tiempos de devocional vienen y van sin fuegos artificiales. Podemos estar a solas, pedir la ayuda de Dios en oración, leer con atención y luego levantarnos sintiéndonos normales. Nuestro tiempo con la palabra viva, activa e inspirada de Dios se ha sentido espectacularmente ordinario.

A veces, lo ordinario viene como consecuencia de nuestra persistente ceguera a la gloria. Yo, por mi parte, siento un parentesco con aquellos discípulos en el camino a Emaús, a quienes Jesús dijo: “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (Lucas 24:25). Dios nos salve de las mentes necias y los corazones lentos, que tan a menudo cierran nuestros ojos a la luz de su revelación.

“La gracia de Dios a veces cae sobre nosotros como un rayo, y a veces cae como el rocío”.

Sin embargo, la causa no siempre está en nosotros. Si leemos correctamente nuestras Biblias, de hecho, deberíamos esperar muchas mañanas de devociones ordinarias: devociones que no brillan con perspicacia o aplicación directa a la vida, pero que no obstante nos hacen bien. Así como la mayoría de las comidas son ordinarias, pero aún nutritivas, y así como la mayoría de las conversaciones con amigos son ordinarias, pero aún profundizan el afecto, la mayoría de las devociones son ordinarias, pero aún nos hacen crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo.

Saturado de Escritura

Como nuevo cristiano en la universidad, llevaba en mi bolsillo un paquete de tarjetas para memorizar las Escrituras de los Navegantes. En una de las primeras tarjetas, encontré 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia”. Creí las palabras de Pablo fácilmente, habiendo sentido de primera mano el beneficio de libros como Juan y Romanos, Filipenses y Santiago. Sin embargo, apenas me di cuenta entonces de que Pablo habría pensado primero en pasajes muy diferentes de estos, pasajes con los que luchaba entonces (y todavía lo hago ahora) por encontrar el mismo tipo de aliento.

Considera, por ejemplo, algunas de las útiles Escrituras inspiradas por Dios que Pablo tenía en mente cuando escribió 2 Timoteo:

  • La discusión de Salomón sobre la sabiduría en Proverbios 2:6 (2 Timoteo 2:7)
  • La profecía de Isaías sobre la piedra angular en Isaías 28:16 (2 Timoteo 2:19)
  • La historia de la rebelión de Coré en Números 16 (2 Timoteo 2:19)
  • El relato de los magos egipcios en Éxodo 7-9 (2 Timoteo 3:8)

Pocos de nosotros nos sumergiríamos en estos pasajes para tener una reflexión inmediata. Pocos de nosotros las mencionaríamos como nuestras primeras ilustraciones útiles de las Escrituras inspiradas por Dios. Muchos de nosotros, después de tropezar con esas páginas de la palabra de Dios, nos levantaríamos al otro lado sintiéndonos sin cambios, sin inspiración, ordinarios.

Podemos esforzarnos por evitar tales experiencias, por supuesto, manteniéndonos seguros en aquellas partes de las Escrituras donde hemos sentido el aliento de Dios con más fuerza. Y, sin embargo, si queremos un alma no meramente rociada sino saturada de las palabras de Dios, nuestra única opción es continuar con un conocimiento largo y paciente de pasajes que parecen oscuros. Con pasajes que, en la primera, segunda o incluso la quinta lectura, nos dejan con una sensación bastante normal, pero que poco a poco revelan el alcance de la gloria de Dios y nos hacen “sabios para la salvación por la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15) .

Devociones sin un devocional

Quizás nuestra impaciencia con los días de devociones ordinarios provenga de la expectativa de que las devociones diarias sean como devocionales. Un devocional requiere quizás de un mes o un año de lecturas diarias, cada una diseñada para impulsar el pensamiento y la vida hacia Dios. Y los mejores de ellos lo hacen bastante bien.

Los devocionales diarios tienen un lugar en la vida cristiana. (Tendría que deshacerme de Mañana y Tarde de Charles Spurgeon si pensara lo contrario). Sin embargo, hacemos bien en recordar que, al darnos las Escrituras, Dios no tenía la intención de darnos un devocional diario típico. Si la hubiera tenido, el cronista podría habernos ahorrado sus genealogías, Ezequiel podría haberse saltado su visión extendida del templo y el autor de Hebreos podría haber omitido a Melquisedec.

Si un devocional diario es como un álbum de fotos, donde cada página ofrece una foto instantánea de gloria, la Escritura en sí es como un mural, donde la lectura diaria comprende solo un centímetro del total. Algunos días, nos encontramos con un centímetro brillante de gloria, tal vez el Salmo 23 o Romanos 8. Otros días, una imagen oscura aparece ante nosotros, como cuando leemos profecías o historias de juicio. Aún otros días, encontramos una sección que simplemente nos desconcierta, del tipo que nunca encontraríamos en un devocional diario.

Sin embargo, con el tiempo, comenzamos a captar una gloria en este mural que una foto instantánea nunca podría darnos: un remolino de brillo y tinieblas, claridad y oscuridad que se fusiona en una obra maestra. Y en esos días, no desearíamos haber permanecido a salvo dentro de las fotos instantáneas de gloria.

Gracia como el rocío

Rara vez podemos juzgar el valor de nuestras devociones diarias, considerando cualquier día en sí mismo. De hecho, las primeras impresiones pueden engañar. Las devociones de ‘alto octanaje’ no siempre conducen al crecimiento espiritual, y las devociones ordinarias a menudo producen más frutos de los que esperamos. J.C. Ryle predicó una vez:

No crea que no está obteniendo nada bueno de la Biblia, simplemente porque no ve ese bien día tras día. Los mayores efectos no son de ninguna manera los que hacen más ruido y los más fáciles de observar. Los mayores efectos suelen ser silenciosos, tranquilos y difíciles de detectar en el momento en que se producen. Piense en la influencia de la luna sobre la tierra y del aire sobre los pulmones humanos. Recuerde cuán silenciosamente cae el rocío y cuán imperceptiblemente crece la hierba. Puede haber muchas más acciones de las que cree en su alma al leer la Biblia.

“Las devociones ordinarias no son el enemigo. Como el maná en el desierto, también son de Dios”.

La gracia de Dios a veces cae sobre nosotros como un rayo, y a veces cae como el rocío. Durante algunas devociones, Dios nos coloca en la hendidura de la peña y nos deja percibir el borde de su gloria cuando pasa (Éxodo 33:18-23). Durante otras, nos envuelve en tinieblas para que no podamos ver (Isaías 50:10). Sin embargo, si leemos con paciencia y fidelidad, sin confiar en nuestra sabiduría, sino clamando por la de Dios, entonces la gracia de Dios, aunque quizás oculta en su momento, a su debido tiempo revelará su funcionamiento silencioso.

A veces, entonces, hacemos bien en preguntar sobre nuestras devociones matutinas, no “¿Cuáles fueron mis sentimientos?” sino “¿Cuáles son los efectos con el tiempo?” Independientemente de lo que sienta en una mañana determinada, ¿llegaré a atesorar más de las multifacéticas glorias de Cristo? ¿La palabra de Dios me hace un esposo, esposa, hermano, hermana, amigo más santo? ¿Estoy creciendo en mi disposición para toda buena obra (2 Timoteo 3:17)?

Maná y Leche

Las devociones ordinarias, por supuesto, no son lo ideal. No esperamos ir a nuestras Biblias y salir indiferentes o, peor aún, confundidos. Esperamos más bien “contemplar las maravillas de su ley” (Salmo 119:18) y salir llenos de alabanza. Y cuando esta esperanza se aplaza, también puede enfermar el corazón.

Sin embargo, tampoco las devociones ordinarias son el enemigo. Como el maná en el desierto, también son de Dios. También nos nutren y sostienen, aunque sea imperceptiblemente. Si comemos con paciencia y fidelidad la comida que Dios proporciona, los días ordinarios darán paso a la leche y miel que anhelamos volver a probar.

Y mientras tanto, qué bueno es para nosotros ser arrojados de nuevo a Dios, sabiendo más profundamente que nunca que si queremos ver algo, él debe darnos la vista. Qué bueno cantar con el salmista: “Como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la mano de su ama, así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros” (Salmo 123:2). En el buen tiempo de Dios, si no nos rendimos, la exposición de sus palabras impartirán luz (Salmo 119:130).

Por: Scott Hubbard
Traducido por: Daniel Elias
Fuente: https://www.desiringgod.org/articles/the-quiet-power-of-ordinary-devotions

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