Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

El Santo de Dios

El título de “El Santo de Dios” significa que Jesús es infinitamente y absolutamente santo, completamente y perfectamente divino. Él es trascendente y majestuoso. El descendió de lo alto para salvar a los pecadores, sin embargo, se distingue de los pecadores en que Él está completamente libre de pecado, sin ningún defecto moral, perfecto en todos Sus caminos. Su ser es santo. Su carácter es santo. Su mente es santa. Sus motivos son santos. Sus palabras son santas. Sus acciones son santas. Sus caminos son santos. Sus juicios son santos. Desde lo alto de su cabeza hasta la planta de sus pies, cada pulgada, hasta la última parte, la totalidad, la suma y la sustancia de la segunda persona de la Trinidad es igualmente sagrada con Dios el Padre.
¿Qué es la santidad de Dios? En primer lugar, tiene que ver con “el apartamiento” o “la alteridad”. La idea de la santidad habla de la profunda diferencia entre Él y nosotros. La santidad abarca su majestad trascendente, su majestuosa superioridad. Él se establece distintivamente aparte de nosotros. Como uno infinitamente por encima de nosotros, Él es el único digno de nuestra alabanza y nuestra adoración. Moisés preguntó: “¿Quién como Tú entre los dioses, oh Señor? ¿Quién como Tú, majestuoso en santidad, temible en las alabanzas, haciendo maravillas?” (Ex. 15:11). Esta es la santidad que el demonio reconoció; él sabía que Jesús es el ser alto, sublime, supremo del cielo y de la tierra.
En segundo lugar, habla de su inmaculada pureza, su perfección sin pecado. Dios es moralmente perfecto, intachable en todos sus caminos. El profeta Isaías hizo hincapié en este aspecto de Su carácter a través del uso repetido de un título formal para Dios: “el Santo de Israel”. Se ha dicho bien que el libro de Isaías se divide en dos mitades, los primeros treinta y nueve capítulos y los últimos veintisiete capítulos. En los primeros treinta y nueve capítulos, este título se encuentra doce veces en referencia a Dios. En los últimos veintisiete capítulos, este título se encuentra diecisiete veces. Veintinueve veces en el libro de Isaías, Dios se identifica como “el Santo de Israel”. Algunos ejemplos incluyen: “Han despreciado al Santo de Israel” (Isa. 1:4); “Porque grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Isa. 12:6); y “Tu Redentor es el Santo de Israel” (Isa. 41:14).
Sin duda, el uso de Isaías de este título fluía de su encuentro con el Dios vivo, registrado en Isaías 6, cuando entró en el templo y vio al Señor, alto y sublime, y a los serafines alrededor del trono, exclamando el uno al otro día y noche: “Santo, santo, santo”, declarando con su repetición que Dios es el ser más sagrado, supremo en Su santidad en todo el orden creado. Teniendo en cuenta esa experiencia, no es de extrañar que Isaías identifique con frecuencia a Dios como “el Santo de Israel”. Franz Delitzsch, el gran comentarista del Antiguo Testamento, escribe que este título “constituye una parte esencial de la firma profética de Isaías”. En otras palabras, este es el único sello de Isaías, estampado en las páginas de su libro, identificando a Dios como el santo una y otra vez.
Cuando el demonio en Marcos 1 utiliza un título que era muy similar a “el Santo de Dios” de isaías – no dejó ninguna duda en cuanto a la identificación que estaba haciendo. Vamos a pensar en el significado de este título tal como se aplica al Señor Jesús.
En primer lugar, se trata de un título de deidad. Ya hemos visto cuán similar es este título al título que Isaías asignó a Dios. De manera similar, Dios se llama a sí mismo “YO SOY EL QUE SOY” en Éxodo 3:14, entonces Jesús toma ese título para sí mismo y dice: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:48), “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12), y “yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25, énfasis añadido en todas las referencias). Él toma el título divino del Antiguo Testamento para sí mismo para demostrar que es igual a Dios. Algo similar está ocurriendo aquí, aunque en este caso el título para Jesús está en la voz de un demonio.
El título de el “Santo de Dios” se encuentra en sólo un único otro lugar en el Nuevo Testamento. Cuando algunos de los discípulos de Jesús decidieron dejar de seguirlo, Jesús preguntó a los Doce: “¿Acaso también ustedes quieren irse?” (Juan 6: 66-67). Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios” (Juan 6:68-69). Con estas palabras, Pedro identificó con precisión a su Maestro como Dios encarnado, porque eso es lo que significa este título.
En segundo lugar, se trata de un título de humilde humanidad. Se reconoce que el Dios Santo, que mora en los cielos, ha llegado a estar entre los hombres impíos. Se habla del hecho de que el trascendente, majestuoso, y real Dios de los cielos ha tomado carne humana, pero sin pecado. Jesús mismo dijo: “He descendido del cielo” (Juan 6:38). Jesús era Dios santo en forma humana.
En tercer lugar, se trata de un título de perfección sin pecado. Si Él es Dios, a pesar de que Él es un hombre, Jesús es infinitamente puro. La Escritura afirma esto en varias ocasiones: “En Él no hay pecado” (1 Juan 3:5); “El cual no cometio pecado, ni engaño alguno se hallo en Su boca” (1 Pedro 2:22); “Al que no conoció pecado” (2 Cor. 5:21). Del mismo modo, Jesús dijo: “Viene el príncipe de este mundo. Él no tiene ningún dominio sobre mí” (Juan 14:30 NVI). El Señor estaba diciendo aquí: “No hay punto de acceso que Satanás haya ganado en Mi ser. Él no ha establecido ninguna fortaleza. No hay fortalezas satánicas en las que haya incubado el veneno del infierno dentro de mí”. Él resistió firmemente toda tentación. Jesús podía decir a Sus enemigos: “¿Quién de ustedes Me prueba que tengo pecado?” (Juan 8:46), porque no tenía pecado.
En el Calvario, todos nuestros pecados fueron puestos sobre el Cordero de Dios sin pecado, y Él nos ha dado Su pura. sin pecado, y perfecta obediencia a la ley de Dios. Este es el gran cambio del Calvario: “Al que no conoció pecado, Lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él” (2 Co. 5:21). Jesús tuvo que venir como lo hizo, nacido de una virgen, con el fin de ser lo que era, sin pecado y perfecto, con el fin de hacer lo que Él, el Santo, hizo – morir en la cruz como el Cordero de Dios sin pecado, para llegar a ser pecado por nosotros.
A través de la muerte, la Biblia dice que, Jesús destruyó al único que tiene el poder de la muerte, el diablo (He. 2:14). Ató al hombre fuerte, saqueó su casa, en la cruz, y liberó a los cautivos (Mateo 12:29; Ef. 4: 8.). Su victoria demuestra que “mayor es Aquél que está en ustedes que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). Por lo tanto, tenemos que gritar: “¡A Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!” (1 Cor. 15:57).
Por: Steven Lawson © Ligonier Ministries.
Fuente: “The Holy One of God“.
Traducido por: Daniel Elias.

Deja un comentario

Discover more from TeoGracia

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading

Discover more from TeoGracia

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading