
El perdón es una guerra espiritual
Gran parte de nuestra confusión y miseria en la vida se debe a que subestimamos (o ignoramos por completo) al enemigo de nuestras almas. Algunos de nosotros rara vez pensamos en Satanás y sus demonios, y si lo hacemos, a menudo minimizamos su poder e influencia. Seguramente, podríamos sobreestimar a Satanás (y muchos lo hacen), pero en nuestros días, especialmente en Occidente, parece que recibe menos atención y resistencia de la que merece.
Si bien el diablo ya está derrotado y su fin es seguro, todavía es “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31), y todavía dirige “los poderes de este mundo de tinieblas” y “las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Y él gobierna y corrompe a través del engaño. “No hay verdad en él”, advierte Jesús. “Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44). Así que, advierte el apóstol Pablo, debemos tener cuidado de no ser “engañados por Satanás” o “ignorar sus planes” (2 Corintios 2:11).
Lo que puede sorprendernos es lo que, en particular, nos impide ser engañados por Satanás. Pablo escribe: “Lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por ustedes en presencia de Cristo, para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus planes” (2 Corintios 2: 10-11). ¿Quieres saber cuáles son los planes de Satanás? Él quiere que guardes rencor. Quiere que creas que la venganza es tuya y no de Dios. El perdón se burla de Satanás y el perdón socava su maldad.
¿Por qué es difícil el perdón?
El perdón puede ser lo más difícil que muchos de nosotros hagamos en nuestras vidas. Digo que puede, porque muchos sufren y luchan de maneras horribles. Pero incluso entonces, ¿cuánto de nuestro sufrimiento se debe a los pecados o fracasos de otra persona? Como ninguno de nosotros está libre de pecado, el perdón es simplemente un hecho si queremos amar y ser amados en esta vida.
"Dios desarmó a Satanás y a todos sus ejércitos con un perdón costoso: tu perdón." Click To TweetEl perdón puede ser difícil porque lucha contra todos los impulsos de nuestra carne: “¿Viste cómo me lastimó? ¿Por qué me haría vulnerable de nuevo?” “El dolor todavía se siente tan fresco y profundo, ¿cómo podría fingir estar bien con ella?” “Esta es la doceava vez que me ha hecho esto. ¿No le he perdonado lo suficiente?” “Nunca podré volver a confiar en ella, ¿cómo podría perdonarla?” ¿Qué voces te impiden perdonar?
Y debido a que el perdón puede ser difícil, Dios nos da grandes razones para perdonar. Perdonamos porque él primero nos perdonó: “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo” (Efesios 4:32). Perdonamos porque Dios aplastó a su Hijo por nuestro perdón. Él canceló “el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz.” (Colosenses 2:14).
Y a través de esa cruz (no debemos sorprendernos) “Desarmó además a los poderes y las potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:15 RVC). Dios desarmó a Satanás y a todos sus ejércitos con un perdón costoso: tu perdón. Sabiendo quién era Satanás lo que quiere y cómo trabaja, Dios eligió luchar en cambio con un cuerpo quebrantado y sangre derramada. Dios eligió perdonar. Y así también nosotros perdonamos “para que Satanás no nos engañe; porque no ignoramos sus planes”.
El perdón como enemistad
Satanás detesta el perdón. El perdón ofende todo lo que él defiende y lucha. Él acusa implacablemente, mañana, tarde, y noche, arrojando nuestros pecados, como piedras, contra nosotros (Apocalipsis 12:10). Acusador es quien él es y, por lo tanto, el perdón es su enemigo acérrimo. El perdón contradice su existencia. El perdón desafía el trabajo de su vida. Para él, el perdón es enemistad.
Para los cristianos, sin embargo, el perdón es un acto de pacificación, comprado y hecho posible por la cruz. Pablo escribe,
Porque Él mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, poniendo fin a la enemistad en Su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Él mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad. (Efesios 2: 14-16)
La enemistad murió en la colina del Calvario y la paz creció en su lugar. Pablo estaba hablando específicamente de la enemistad entre judíos y gentiles (la enemistad más feroz y duradera de su época), pero esta paz es para todos los que reclaman la cruz.
El perdón es enemistad hacia Satanás porque él engendra enemistad y desprecia la paz. Por lo tanto, la cruz lo atormentó, fue una pesadilla peor que cualquier cosa en su malvada imaginación. Y cada acto de perdón desde entonces, cada vez que desafiamos nuestra carne y nos perdonamos unos a otros en el nombre de Jesús, es otro temblor de ese glorioso trauma.
Si retenemos el perdón
Eso significa que retener el perdón es hacerle el juego a Satanás, reforzar su guerra, unirse a su causa. Retener el perdón es un intento de suicidio del alma.
"Quizás la forma más efectiva de librar la guerra espiritual hoy sea que perdonemos más rápida y libremente." Click To TweetJesús advierte: “Porque si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones, también su Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones.” (Mateo 6:14-15). ¿Escuchas el suicidio en no perdonar? Si somos demasiado orgullosos o amargados para extender las manos del perdón, Dios retirará las suyas. Si nos negamos a perdonar, él tomará en cuenta todos nuestros pecados hasta que podamos pagarlos todos (Mateo 18:35), y nunca pagaremos por todos. Retener el perdón no es solo unirse a Satanás en su maldad, sino que es ser dejado como Satanás y su maldad: miserable, sin perdón, y arrojado a las tinieblas de afuera.
Y Jesús nos llama a perdonar no solo una vez, sino incansablemente. “¡Tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo.” (Lucas 17: 3-4). El versículo anterior, amenaza con un juicio terrible para cualquiera que se niegue: “Mejor le sería si se le colgara una piedra de molino al cuello y fuera arrojado al mar” (Lucas 17: 2). Retener el perdón, incluso después de haber perdonado a alguien seis veces al día, es una ofensa perversa para Dios. Así que, el sabio huye del juicio y corre a perdonar.
Consuela a tu ofensor
Cuando Pablo llama a la iglesia en Corinto a perdonar, es probable que los esté llamando a perdonar a un falso maestro que se levantó para oponerse a él (2 Corintios 2:5). Esto es personal y probablemente doloroso para él. “debieran perdonarlo y consolarlo”, dice, “[o será] abrumado por tanta tristeza” (2 Corintios 2:7). ¿Puedes ver a Satanás frunciendo el ceño? Pablo no solo perdona a su ofensor, sino que hace campaña por el perdón, e incluso más allá del perdón, por consuelo y amor: “Les ruego que reafirmen su amor hacia él.” (2 Corintios 2:8).
Una carta anterior suya evidentemente había llevado la rebelión al arrepentimiento (2 Corintios 7:9), pero algunas personas todavía se sentían traicionadas y listas para castigar a sus líderes (2 Corintios 2:6). El apóstol, sin embargo, vio lo que Satanás quería. Con todas las razones para albergar resentimiento y guardar rencor, se negó a sí mismo, tomó su cruz y perdonó. Mientras Satanás congelaba las aguas con amargura y división, Pablo las calentaba con un amor sorprendente, compasivo y perdonador.
Pablo podía consolar a quienes lo habían lastimado porque había sido consolado, una y otra vez, por “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3–4). ¿Has experimentado ese consuelo? ¿Has estado dispuesto a extenderlo a quienes te han hecho daño?
El perdón como arma
Quizás la forma más efectiva de librar la guerra espiritual hoy sea que perdonemos más rápida y libremente. El consejero Ed Welch escribe:
Recuerde, (1) la carne tiene una inclinación pecaminosa hacia el interés propio. Está comprometido con la pregunta: “¿Qué gano yo?” (2) Satanás es un mentiroso y divisor. Note que la enseñanza bíblica más explícita sobre la guerra espiritual (Efesios 6) se encuentra en el libro que enfatiza la unidad. La estrategia más destacada de Satanás es fracturar y dividir. Y (3) el mundo intenta institucionalizar estas tendencias. (When People Are Big and God Is Small, 196)
“Muestra lucha no es contra sangre y carne” (Efesios 6:12). En cambio, nos apresuramos a perdonar a la carne y la sangre. Y luchamos “contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12). Los principados y las potestades de las tinieblas comercian con rencores airados. Las fuerzas espirituales de maldad engendran amargura y disensión. Pero nosotros, los perdonados por Dios, los desafiamos y los derrotamos empuñando la preciosa y peligrosa arma del perdón.
Por: Marshall Segal © Desiring God Foundation.
Fuente: “Forgiveness Is Spiritual Warfare“
Traducido por: Daniel Elias
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