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El Evangelio de los Evangelios

Rápido. ¿Qué son los Evangelios? Tiempo terminado. ¿Respondiste: “Los Evangelios son las biografías de Cristo Jesús?”. Cuando leemos los evangelios sólo como biografías, básicamente los miramos como árboles aparte de la selva proverbial. Existe una mejor manera de leerlos y escucharlos. Los evangelios son biografías, pero son interpretaciones teológicas de la vida de Cristo Jesús con el propósito de proclamar la venida del Rey de Israel y la inauguración de Su reino sobre toda la tierra.
Cuando leemos de esta manera, somos capaces de leer el Evangelio en los Evangelios como el anuncio del cumplimiento de las promesas de los profetas. Entre estas promesas estaban que un Rey vendría a Israel, como el Señor prometido a Abraham (Génesis 17:6), a Judá (Génesis 49:10), a David (2 Samuel 7:12-13), y al pueblo de Dios a través del Salmo a Salomón (Salmos 72) y de la profecía de Zacarías (Zacarías 9:9). Cuando este rey viniera, Él marcaría el inicio de un reino de paz para todas las naciones (Isaías 2:2-4, 9:1-7). Vemos esta venida del Rey y Su reino en los colores vivos de los relatos de los Evangelios.
La entrada del Rey y Su reino es expresada en la narrativa del nacimiento de nuestro Señor. En la genealogía de Jesús, Él es descrito como el “hijo de David” (Mateo 1:1). Las catorce generaciones desde Abraham hasta David dieron paso al gran Rey y el reino de Israel (Mateo 1:2-6), mientras que las catorce generaciones desde David hasta la deportación a Babilonia se alejaron de ese glorioso reino del Rey (Mateo 1:7-11). Con la venida de Jesús, las catorce generaciones desde la deportación a Babilonia hasta Cristo son una restauración del reinado Davídico y el reino (Mateo 1:12-16). La verdadera identidad de este bebé es mostrada por el viaje de los “sabios (magos) del oriente” (Mateo 2:1) quienes viajaron para encontrar al “Rey de los Judíos que ha nacido” a fin de “adorar[lo]” (Mateo 2:2).
Juan anunció la venida de este Rey, predicando: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2), mientras que la propia predicación de nuestro Señor en la sinagoga se caracterizó por un anuncio de Su reino (Mateo 4:17). A lo largo de Su ministerio, Jesús predicó el “evangelio del reino” (Mateo 13:11 ver también versículos 19, 24, 31, 33, 38, 41-45, 47, 52). Jesús usó Su identidad como Rey para confundir a los fariseos, preguntándoles: “¿Cuál es la opinión de ustedes sobre el Cristo (el Mesías)? ¿De quién es hijo?” “De David,” le contestaron ellos” (Mateo 22:42). Jesús entonces señaló que en el Salmo 110, David, “en el Espíritu Lo llama [el Cristo] ‘Señor,’ diciendo: ‘Dijo el Señor a mi Señor’” (Mateo 22:43-44). La conclusión de Jesús fue magistral, dejando a los fariseos sin palabras: “Pues si David Lo llama ‘Señor,’ ¿cómo es Él su hijo?” (Mateo 22:45).
Incluso la narración de la pasión se trata del Rey y Su reino, no del triste final de una biografía. Cuando el sumo sacerdote, Caifás, interrogó a Jesús, le dijo: “Te ordeno por el Dios viviente que nos digas si Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios” (Mateo 26:63). Jesús respondió: “Tú mismo lo has dicho; sin embargo, a ustedes les digo que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo” (Mateo 26:64). Sin embargo, este Rey primero sufriría burlas: “¡Salve, Rey de los Judíos!,” con un manto escarlata encima de Su espalda, una corona de espinas sobre Su cabeza, y una caña en Su mano (Mateo 27:28-29). Incluso sobre Su cabeza pusieron un cartel: “Este es Jesús, el Rey de los Judíos” (Mateo 27:37). Sin embargo como el evangelio de Juan deja claro, a lo largo de la humillación de nuestro Señor experimentó la exaltación: “Pero Yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí mismo” (Juan 12:32).
Por supuesto, la resurrección de nuestro Señor es la prueba más poderosa de Su reinado y del evangelio del reino: “Toda autoridad Me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). La razón de esto, como dijo Santiago en el Concilio de Jerusalén, fue que la resurrección fue el levantamiento del tabernáculo de David (Hechos 15:13-18; ver Amós 9:11-12). El Rey ha venido y ha establecido Su reino como lo predijeron los profetas.
¿Qué debería hacer con nosotros esta manera de leer los Evangelios? En primer lugar, nos debe causar leer los Evangelios con más urgencia, porque el Rey ha venido y Su reino se ha acercado. La palabra característica de Marcos, inmediatamente, nos muestra la fuerza de la lectura y el advenimiento de su mensaje (Marcos 1:12, 18, 21, 23, 29, 42). En segundo lugar, ya que los Evangelios no son meras biografías, ellos no deben ser leídos desde lejos, como si fueran sólo historias de lo que ocurrió “hace mucho tiempo, lejos, muy lejos”. Hemos de participar en estas historias por fe: “Y muchas otras señales (milagros) hizo también Jesús en presencia de Sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios; y para que al creer, tengan vida en Su nombre” (Juan 20:30-31). En tercer lugar, los predicadores deben predicar los Evangelios no como objetos de valor histórico, ni como principios para una vida cristiana victoriosa, ni como una fachada en los servicios de Semana Santa, sino como un reporte urgente de la inauguración de un reino eterno que nuestro Rey ha establecido en este mundo. Los ministros deben predicar el Evangelio desde los Evangelios y no convertirlos en nuevas leyes.
Por: Daniel Hyde © Ligonier Ministries.
Fuente: “The Gospel of the Gospels“.
Traducido por: Daniel Elias.

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