Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

Dios es el Señor de la historia

“Lo que se siembra, se cosecha.” Este modismo americano sugiere una visión de la historia que tiene más en común con la filosofía griega antigua que con el entendimiento judeo-cristiano de la historia. La gran diferencia entre el antiguo punto de vista de la historia y lo que encontramos en la Escritura es la diferencia entre lo que llamamos “cíclico” y “lineal-progresivo.” Un punto de vista cíclico indica que no hubo principio del universo y no hay objetivo para ello; más bien, la historia se crea a sí misma y eventualmente se repite por siempre. Fue esta perspectiva antigua que generó el escepticismo que inspiró el punto de vista de Friedrich Nietzsche de “el mito del eterno retorno.”
Contra este punto de vista se encuentra el punto de vista bíblico de la historia lineal-progresiva. Esta comprensión no dice que la historia se mueve en una pendiente constante, o se mueve hacia un clímax evolutivo; más bien, indica un movimiento de la historia que se parece más como un gráfico corporativo mostrando valles y picos mientras que a largo plazo se mueve en una dirección ascendente. La parte más importante de este punto de vista lineal-progresivo de la historia es que, como la Biblia dice, el mundo tuvo un principio, y que en el principio comenzó una acción, un movimiento guiado por la providencia divina hacia un último telos – la culminación del propósito, objetivo, o meta. Este propósito o telos de la historia es personal y cósmico. Cada individuo se mueve desde su nacimiento hasta su muerte, desde un principio hasta un final que continúa más allá de la tumba en los siglos. De la misma manera, el propio mundo espera un futuro que ha sido ordenado por su Creador.
El término escatología en nuestro vocabulario teológico se refiere al estudio del eschaton, o los tiempos finales. Es un error pensar en los últimos tiempos como algo que se mantiene exclusivamente en el futuro. En Nuevo Testamento deja claro que los últimos tiempos ya han comenzado. La venida de Cristo en Su primera venida, en la que Él inauguró Su reino, muestra que el objetivo de la creación no es totalmente futuro sino que tiene una realidad presente iniciada por la venida de Jesús y enfatizada por Su resurrección de entre los muertos y Su ascensión a la diestra de Dios, donde Él reina ahora como Rey de reyes y Señor de señores.
También es importante para nosotros entender que en términos de la escatología bíblica, el fin del mundo no indica una aniquilación del mundo, sino una renovación y redención del mismo. El Nuevo Testamento hace evidente que la renovación final de la creación es cósmica en su alcance, que todo el universo junto gime con dolores de parto esperando la redención de los hijos de los hombres (Romanos 8:18-23). Las cuestiones sobre nuestro futuro, personal y cósmico, están todas sujetas a las preguntas relacionadas con la escatología. La cuestión de la vida después de la muerte – los asuntos del cielo, el infierno, y la resurrección – son todos parte integral de nuestro estudio de la escatología. Un entendimiento del juicio final también cae bajo el alcance de esta consideración.
Como personas que vivimos en el presente, que tenemos un pasado de lo cual somos conscientes y un futuro que no es del todo claramente conocido, nosotros sin embargo tenemos las promesas futuras expresadas por Dios en su Palabra como un ancla para nuestras almas. La Biblia habla de nuestra confianza en el futuro en términos de la idea de “la esperanza.” En categorías bíblicas, la esperanza no indica un deseo sin cumplirse que tenemos un deseo para ver que suceda. En cambio, nuestra esperanza es la que descansa en una cierta conclusión en el futuro que Dios ha prometido para Su pueblo. Aquí la esperanza es descrita por la metáfora del ancla – el ancla del alma (Hebreos 6:13-20). Un ancla no es algo que es tenue o efímero. Tiene peso, tiene solidez, y es lo que da seguridad a un barco que está amarrado en aguas abiertas. De la misma manera, vivimos nuestras vidas en medio de olas que golpean contra nosotros, pero no nos sacudimos a la deriva sin anclaje. Nuestra ancla es la promesa de Dios para el futuro que Él ha guardado para Su pueblo.
Es fácil llegar a estar tan preocupados con el futuro que olvidamos el pasado y casi ignoramos la maravillosa realidad que Dios ya ha logrado para Su pueblo en la historia. La historia es el dominio de la encarnación, la expiación, la resurrección, y la ascensión de Cristo, y no podemos entender nuestra esperanza para el futuro sin entender aquellas cosas que Dios ya ha llevado a cabo en Su plan de redención. Al mismo tiempo, no debemos estar tan ocupados con el pasado o con el presente que olvidemos la esperanza que Dios ha puesto delante de nosotros en el futuro. Así que, como vivimos hoy está determinado en gran medida por cómo entendemos el pasado así como la forma en que entendemos el futuro. Es porque Dios es el Dios de la historia, un Dios de propósito, un Dios de telos que el presente tiene un significado eterno. Es porque Dios es el Señor de la historia que el ahora mismo cuenta para siempre.
Por: R.C. Sproul © Ligonier Ministries.
Fuente: “God Is the Lord of History“.
Traducido por: Daniel Elias.

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