Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

Dios nos hizo para que nos reunamos

La fresca maravilla de la adoración congregacional

Solo Dios pudo haber ordenado que yo vaya a estar escribiendo un artículo sobre los beneficios de la adoración congregacional durante la pandemia de COVID-19. Mi iglesia en Louisville no se ha reunido desde el 15 de marzo, y todavía estamos tratando de decidir cómo será el proceso de volver a reunirnos. Las transmisiones de los domingos están empezando a sentirse casi normal.

Casi. A pesar de que estoy agradecido por el contacto virtual que la tecnología ha hecho posible durante esta temporada, Dios tiene propósitos únicos para las reuniones semanales que ninguna transmisión en vivo o reunión por Zoom pueden reemplazar. Probablemente nos sentimos como el apóstol Juan cuando escribió, “Aunque tengo muchas cosas que escribirles (o muchas reuniones virtuales en las que participar), … espero ir a verlos y hablar con ustedes cara a cara, para que su gozo sea completo. (2 Juan 12). El hecho de no poder reunirnos en persona hace que apreciemos de manera más profunda el privilegio, gozo y beneficio de juntarnos con los santos.

Lo que nos hemos estado perdiendo

Hace unos domingos, canté “Crown Him with many crowns” (A Cristo coronad) enfrente de una cámara y otras siete personas. En cualquier otro domingo, nuestra iglesia normalmente estallaría en un desbordamiento espontáneo de grito jubilante y palmas que exaltan a Dios. ¿Ese día? Todo lo que podías escuchar era mi voz lamentándose de no tener a la congregación allí para responder. 

Mientras escribía este artículo, utilicé las redes sociales para averiguar qué otras cosas las personas extrañaban más sobre no poder reunirse en persona. La cantidad abrumadora de comentarios mencionaron elementos sensoriales. Escuchar. Tocar. Ver.

  • Abrazos afectuosos y los apretones de mano de amigos queridos o de nuevos hermanos. 
  • El sonido que emite el pueblo de Dios cuando elevan sus voces apasionadamente para alabar todos juntos. 
  • Ver a aquellos que están pasando por pruebas dolorosas y elevar sus almas a su Padre fiel en alabanza y oración.
  • El fuerte “Amén” de las personas respondiendo a la palabra predicada. 
  • Santos sintiéndose victoriosos y derrotados, experimentando gracia y misericordia en la Cena del Señor.
  • Oportunidades para animar, orar por, aconsejar y conocer a ambos, miembros y visitantes.
  • El dulce adelanto de lo que será reunirse alrededor del trono en los nuevos cielos y nueva tierra. 
  • Y para algunos, las donas y el café.

La respuesta de una persona a la pregunta “¿Qué es lo que más extrañas de no poder juntarte con tus hermanos? Fue simplemente “Todo.”

¿Qué diferencia hace el reunirse?

Me gustaría desenvolver ese “todo,” enfocándome en el tiempo que pasamos cantando juntos. ¿Qué diferencia haría el cantar alabanzas a Dios en el mismo lugar físico semanalmente en nuestras vidas? Puedo pensar en al menos cinco efectos que glorifican a Dios.

Exaltación

Cuando cantamos juntos alabanzas a Dios, Él es más grandemente exaltado que si lo hacemos solos. Su gloria inherente no cambia, pero la manifestación de ella sí lo hace. Es la diferencia entre jugar un campeonato de basketball en un coliseo vacío (en estos días eso no suena nada extraño), y jugar el mismo partido enfrente de veinte mil fanáticos gritando. El resultado final no varía. Pero se puede decir que la gloria del equipo ganador del segundo escenario supera por mucho a la del primer escenario. 

Puedo ser no menos sincero y apasionado cantando al Señor a solas que cuando estoy al medio de toda la congregación. Pero el escuchar las voces de aquellos que me rodean me hace dar cuenta de que Dios es mucho más grande de lo que sea que Él esté haciendo en mi vida. Y otros están experimentando el mismo cambio de perspectiva. Esa es una razón por la que el impulso del rey David era decir cosas como, “Engrandezcan al Señor conmigo,

y exaltemos a una Su nombre.” (Salmo 34:3) y, “En la gran congregación te daré gracias; entre mucha gente te alabaré” (Salmo 35:18).

Adorar a Dios juntos en una canción afirma que su valor se extiende mucho más allá de lo que puedo ofrecer por mí mismo.

Edificación

Mis tiempos personales de la lectura de la Biblia, oración, meditación, y adoración en canción son normalmente ricos y provechosos. Experimento la dulce convicción del Espíritu, seguridad de que mis pecados son perdonados, y un fresco confort y seguridad en las promesas de Dios. Pero esos tiempos no reemplazan lo que hago cada domingo con la iglesia. Eso se debe a que somos piedras vivientes, no simples ladrillos, con las cuales se está edificando juntamente una morada para Dios por el Espíritu (1 Pedro 2:4, Efesios 2:22).

Los domingos por las mañanas, mi espíritu cansado es elevado por la alegría del servicio a primeras horas del equipo. Las fuertes alabanzas de los que me rodean me recuerdan que no estoy solo en mis problemas y que Dios es supremamente digno de mi confianza. Soy fortalecido por el consejo y las oraciones de mis amigos. Me beneficio de los dones espirituales como administración, misericordia, liderazgo y enseñanza. Al mismo tiempo Dios usa los dones únicos que me ha dado para edificar a aquellos que me rodean. Yo no puedo hacer esto solo y tú tampoco puedes. Si nosotros “anhelamos los dones espirituales,” como Pablo dice, entonces deberiamos “abundar en ellos para la edificación de la iglesia” (1 Corintios 14:12).

Exhortación

¿Por qué no dejar de lado los servicios de los domingos y usar ese tiempo para invadir nuestros vecindarios, arreglar lo que está roto, alimentar a los pobres y compartir el evangelio? Porque se supone que la adoración congregacional debe alimentarnos y dirigir la manera en la que servimos a otros para la gloria de Dios. Dios quiere que nuestro tiempo juntos sea una forma de estimular “unos a otros al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24).

Aquí hay algo importante, Pablo inmediatamente continúa su exhortación de “cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” con el mandamiento de “hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:16-17). La “palabra de Cristo” morando en abundancia en nosotros a través del canto nos lleva naturalmente a querer hacer “todo” en el nombre del Señor Jesús. Eso se debe a que cada vez que nos reunimos, tenemos la oportunidad de reordenar nuestras prioridades, reenfocarnos en lo que es esencialmente cierto, y recordar el amor de Quien fue el que  cambió nuestras vidas. 

Encuentro

A pesar de que Dios es omnipresente, Él escoge localizar su presencia en varias ocasiones. Él nos hace más atentos a lo que está haciendo en nosotros o en medio de nosotros. No siempre podemos predecir cuando será eso, pero una de esas ocasiones parece ser cuando cantamos juntos. Los Salmos conectan el nombre de Dios estando cerca con el recuento de sus obras (Salmos 73:28; 75:1). En Salmos 105, en medio del canto de alabanzas a Dios, somos exhortados a “buscar su rostro continuamente” (Salmos 105:2-4). El Salmo 95 nos anima a cantar canciones de alabanza con la expectativa de que escucharemos la voz de Dios (Salmo 95:2,7).

No es coincidencia que en Efesios 5, Pablo conecta el cantar con estar llenos del Espíritu Santo (Efesios 5:18-19). Tampoco es sorpresa que en 1 Corintios 14:26-33, el canto encuentra un hogar entre otros dones espontáneos del Espíritu como lenguas y profecía, lo cual nos hace conscientes de la presencia de Dios. He perdido la cuenta del número de veces que he sido invadido por el conocimiento de que la presencia de Dios está en medio de las alabanzas de los domingos. Eso se debe a que Dios disfruta revelarse cuando su pueblo está uno junto a otro, elevando sus corazones y voces en alabanza a Él.

Evangelismo

Incluso en tiempos de distanciamiento social podemos compartir las buenas noticias del evangelio con amigos y vecinos. Pero lo que no podemos hacer es llevarlos a una reunión en donde vean docenas de cientos de personas reflejando la misma humildad, gozo y pasión por Cristo que ven en nosotros. La adoración congregacional les da a los no creyentes una imagen mejor y más amplia de cómo se ve Jesús, enfoca el trabajo transformador de vidas de Jesús que de tal manera que el testimonio de una sola persona no puede. 

En la iglesia primitiva, Dios se deleitaba en trabajar a través de personas como Pedro, Esteban, Pablo, Bernabé, y otros. Sin embargo, la iglesia reunida también jugaba un rol importante en el avance del evangelio (Hechos 2:46-47, 11:26, 1 Corintios 14:24-25). Aún cuando las iglesias son obligadas a reunirse en secreto, su mera existencia testifica al poder, hermosura y la gloria de su Salvador “el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gálatas 1:4).

Lo que está por venir

A lo largo de los siglos, las iglesias en varias temporadas, no han podido reunirse debido a persecución, geografía, pandemias u otras limitaciones. Dios no estuvo preocupado entonces y no está preocupado ahora. Sus planes no serán frustrados ni desechados, porque Dios hizo la iglesia para que se reuniera.

Y aunque no se vea claro exactamente cómo vaya a lucir cuando las iglesias empiezan a reunirse de nuevo, cada semana nos acerca a un domingo menos al día en el que Dios reunirá a su pueblo de toda lengua, tribu y nación para adorar al Cordero que fue inmolado (Apocalipsis 5:10-12). Sin duda alguna, esa será una adoración congregacional como nunca antes habíamos experimentado. 

Hasta entonces, aprovechemos cada oportunidad que Dios nos da para prepararnos. 

Por: Bob Kauflin

Fuente: https://www.desiringgod.org/articles/god-made-us-to-gather

Traducido y publicado por: Mariafernanda Artadi

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