Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

chisme

Deja a un lado el peso de la calumnia

Dios odia la calumnia (Proverbios 6:16,19). Es mala. Es por eso que Pablo la enumera como un comportamiento de aquellos que odian a Dios (Romanos 1:30) y Santiago la llama un comportamiento diabólico (Santiago 3:15-16)
La calumnia ocurre cuando alguien dice algo falso sobre otra persona que resulta, intencionalmente o no, perjudicial para la reputación de la otra persona. Y cuando esto ocurre, se convierte en un divisivo, desalentador y confuso peso que a menudo afecta a varias personas, a veces a muchas, muchas personas.
Debido a su poder venenoso, es una de las principales estrategias del adversario para dividir las relaciones, desalentar, y hacer descarrilar la misión de la iglesia. Debemos estar en guardia contra este pecado estrechamente cercano y frecuentemente dejarlo a lado (Hebreos 12:1).

La sutileza de la calumnia

A veces decir algo falso y perjudicial de alguien es audaz y contundente. Pero a menudo la calumnia es disimuladamente sutil, sobre todo porque hemos escuchado calumnias toda nuestra vida en casi todo contexto y crecimos acostumbrados a ella. Esto significa que debemos aumentar nuestra sensibilidad y bajar nuestra tolerancia a ella.
La calumnia puede usar un centenar de máscaras. Mencionaré algunas de las más comunes.
A veces pasamos información calumniosa que parece casi como un rumor inofensivo, sin embargo, el efecto que tiene sobre nuestros oyentes es dejarles una percepción desleal y negativa del otro. A veces adornamos con información o con matices un informe negativo de alguien a fin de mejorar la percepción de nosotros mismos en nuestros oyentes.
A veces tenemos una preocupación muy real de alguien, pero lo compartimos con alguien que no puede beneficiarse o ayudar con la preocupación. Hacemos esto porque simplemente queremos que nuestros oyentes piensen lo peor de una persona en particular. O si compartimos una preocupación con una persona adecuada, a veces podemos satisfacer nuestras especulaciones o presunciones, mezclandolas casi imperceptiblemente con hechos no reales para nuestros oyentes, distorsionando la preocupación a fin de influir el resultado en una dirección que deseamos.
El efecto neto de todas las formas de calumnia es devaluar injustamente la reputación de otra persona.

La calumnia es robar

Esta devaluación de la reputación está en el corazón que hace que la calumnia sea mala. La biblia nos dice: “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro.” (Proverbios 22:1). En este contexto, un buen nombre representa el carácter de un persona, que es lo más valioso de su identidad. Un buen nombre es lo que somos en la mente de los demás. Y puesto que las relaciones comercian con la moneda de la confianza, la reputación es un activo muy valioso.
Así que cada vez que manipulamos el nombre de una persona, que está en la mente de otros, estamos administrando un tesoro que le pertenece a esa persona. Si dañamos la reputación de una persona injustamente, estamos robando su buen nombre; estamos destruyendo su carácter. Esto causa un daño muy real y a veces duradero en las personas, porque restaurar un nombre devaluado es muy difícil. ¿Quién sabe, qué amor, gozo, consejo, comodidad, y oportunidades quitamos de las personas si usamos su nombre descuidadamente?
Dios lo sabe. Y lo odia. Dios odia cuando hablamos mal de su nombre (Éxodo 20:7) y cuando hablamos mal de otros (Tito 3:2). Él nos pedirá cuentas por cada palabra ociosa que hablamos (Mateo 12:36). Esto es un gran incentivo para que “desechemos toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación” (1 Pedro 2:1).

Lucha contra la calumnia primero en ti mismo

El principal calumniador que debemos callar es el que está en nuestro interior. Lleno de orgullo maligno, nuestra naturaleza pecaminosa no está interesada en la verdad, sino en gloriarse. Así que esta busca manipular a los demás a través de la calumnia (o la adulación) para nuestro propio beneficio egoísta.
El pecado (y por lo tanto nuestro acosador demoniaco) se aprovecha de una preocupación o una ofensa que hemos recibido de alguien y busca distorsionarlo para pensar mal de esa persona.
Pensar mal de otro es asignarle cualidades negativas imaginadas o exageradas que no existen. A menudo, esto comienza como fantasías privadas en nuestra mente donde alimentamos nuestras preocupaciones o las ofensas recibidas, imaginandonos justificados por nuestra propia justicia y a los otros condenados por su maldad. Pero, en verdad, todo lo que estamos haciendo es pasando nuestros propios malos pensamientos a la imaginación disfrazados de otras personas. Ese es el calumniador lenguaje de nuestra naturaleza pecaminosa. Somos tontos al escucharlo.
Y cuando nuestra calumnia se dispersa desde nosotros hacia los demás, y lo hará si no lo detenemos a tiempo, es egoístamente indulgente y cobarde.
La calumnia es indulgente porque a menudo lo que realmente buscamos es el zumbido de la auto-adulación de nuestro oyente aprobándonos y admirándonos más que a aquel que estamos calumniando. Estamos robando la reputación de otro para obtener la droga de la auto-adulación.
La calumnia es cobarde porque es una manera de alimentar una preocupación o una ofensa recibida y ganar simpatizantes sin hacer el trabajo valiente de llevarlos a la fuente de nuestra preocupación u ofensa. Nuestras racionalizaciones para esto pueden ser innumerables, pero esencialmente no tenemos las agallas para lidiar con esto de frente. Esto significa que nuestro carácter está en un grave cuestionamiento, ya que estamos dispuestos a destrozar el carácter de otro para ganar aliados.
Debemos crecer implacables al ignorar y silenciar nuestra difamadora naturaleza pecaminosa.

Ayudarse mutuamente a pelear contra la calumnia

Cuando alguien calumnia a otro por nosotros, debemos recordar que no estamos luchando principalmente contra carne y sangre, sino contra fuerzas espirituales de maldad (Efesios 6:12). Satanás sabe que la calumnia mata y divide iglesias, envenena amistades, y fractura familias. Él sabe que la calumnia apaga el Espíritu Santo, mata el amor, frustra la renovación espiritual, socava la confianza, y absorbe la valentía de los santos. Así que nuestro objetivo, particularmente en el contexto de la iglesia, es ayudarnos los unos a los otros a arrojar las cargas demoniacas y a evitar obstáculos satánicos de tropiezo.
Entonces, ¿cómo hacemos esto? La mejor manera es llegar a ser personas que están seguras de no calumniar a su alrededor. Debemos hacernos preguntas como:

  • ¿Has compartido tu preocupación con esta persona directamente? Estaría dispuesto a ir contigo para hablar con ella.
  • Sólo para ser claros, ¿Debería saber esta información? ¿Quieres que te ayude a buscar la reconciliación?
  • ¿Estás haciendo todo lo posible para alejar de ti “toda amargura, enojo, ira, gritos y maledicencia”? (Efesios 4:31)
  • ¿Cómo puedo ayudarte a proteger la reputación de esta persona como un tesoro? (Proverbios 22:1)

En otras palabras, amigos no dejen calumniar a sus amigos. Amigos no dejen que sus amigos actúen como enemigos de Dios (Romanos 1:30). Cuanto más amamos a las personas, más odiamos la calumnia, porque un calumniador odia a sus víctimas (Proverbios 26:28).
Recordemos que somos administradores unos de los otros.de los tesoros de los buenos nombres. Resolvamos evitar intercambiar información que está dañando innecesariamente la reputación de otra persona y arrepentirnos con todos los afectados si lo hacemos. Busquemos silenciar la calumniadora naturaleza pecaminosa dentro de nosotros y en gracia demos y recibamos la ayuda de otros cuando uno de nosotros resbale, tal vez inconscientemente, en la calumnia. Dañemos las fuerzas de Satanás hablando la verdad en amor (Efesios 4:15).
Pongamos a un lado el peso destructivo del pecado de la calumnia.

Una palabra acerca de la calumnia y situaciones de abuso

Hay momentos cuando es necesario y no de manera calumniosa discutir o intercambiar información que es dañina para la reputación de una persona. Recuerda, la calumnia es la información falsa y dañina. Pero a veces los verdaderos pecados de una persona son de tal naturaleza que deben hacerse públicos por el bien de la justicia y la seguridad individual. Aquí hay sólo algunos pocos escenarios de ejemplo:

  • Informar del pecado confirmado y documentado y el abuso a las personas adecuadas en posiciones de autoridad que pueden hacer algo al respecto.
  • Participar como una persona adecuada en lo espiritual, y en algunos casos civiles, la autoridad en una investigación como un informe del comportamiento pecaminoso de alguien, tal vez abusivo, con la intención de confrontar a esa persona o limpiar su buen nombre.
  • Discretamente, y sin detalles innecesarios, informar a otros sobre el comportamiento abusivo o pecaminoso confirmado de otro, ya que, sin este conocimiento, alguien podría sufrir un daño real.
  • Buscando consejo pastoral respecto a cómo conducir una situación compleja y ambigua, haciendo todo lo posible para proteger la reputación de una persona en cuestión de los daños innecesarios.

Las instrucciones de Jesús en Mateo 18:15-17 deben guiarnos en estos casos difíciles. Y Jesús espera que nos comportemos prudentemente, siempre buscando conservar la reputación del otro tanto como sea posible, sabiendo que el chisme y la calumnia son siempre tentaciones que se asoman a nuestras puertas.
En la era de los medios sociales, que carecen de restricciones funcionales a la difusión de la información de épocas pasadas, seamos aún más lentos para postear (“lentos para hablar” – Santiago 1:19) el análisis, la especulación y el comentario sobre la información acerca de otra persona o grupo, incluso si se ha hecho público en nuestra cultura saturada de calumnia, eso podría resultar finalmente prueba de la calumnia. Todas las advertencias bíblicas serias acerca de la calumnia todavía se aplican, deberíamos hacerlo todos nosotros, especialmente aquellos de nosotros con “plataformas” que tiemblan.
Por: Jon Bloom © Desiring God Foundation.
Fuente: lay-aside-the-weight-of-slander
Traducido por: Daniel Elias

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