
Decir cosas difíciles
¿Cuándo fue la última vez que alguien te dijo que estabas equivocado?
Si no puedes recordarlo, es posible que tengas razones para estar preocupado. A veces la cosa más amorosa que alguien puede hacer por nosotros es señalar un error o una inconsistencia en la manera en que pensamos o vivimos. La realidad de que el pecado todavía permanece dentro de nosotros significa que estaremos equivocados. Y eso significa que inevitablemente estaremos ciegos a algunas de las formas en que estamos equivocados. Por lo tanto, Dios a menudo nos da la perspectiva que necesitamos desesperadamente en nosotros mismos a través de los ojos, corazón y palabras de otra persona. Ellos ven algo que necesita cambiar o ser corregido, y con amor nos dicen la verdad. Nos reprenden. El amor nos reprenderá.
Pablo tuvo que reprender a Pedro una vez. “Pero cuando Pedro (Cefas) vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque él era digno de ser censurado” (Gálatas 2:11). ¿Por qué? Porque Pedro (un judío) cedió a la presión de sus pares, y se negó a comer con los creyentes gentiles. Pedro había sido el pionero en la reconciliación de los judíos y los gentiles por medio de Jesús (Hechos 15:11). Él había visto y experimentado la ruptura de la barrera al amor de Dios por nosotros a través de Jesús y su cruz (Hechos 10:28). Esto había cambiado todo, incluso hasta sus hábitos alimenticios (Gálatas 2:12).
Pero los judíos comenzaron a perseguir a los cristianos judíos debido a los hábitos alimenticios de Pedro, y así algunos trataron de convencerlo de que se detuviera. En consecuencia, en el preciso momento en que los cristianos gentiles lo necesitaban más, Pedro se retiró con temor. Cristo había comprado a estas personas, el Padre los había declarado de su propiedad, y el Espíritu Santo estaba viviendo dentro de ellos. Y Pedro los abandonó.
Ama lo suficiente para decir lo difícil
Pablo escribe, “Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro (Cefas) delante de todos: “Si tú, siendo Judío, vives como los Gentiles y no como los Judíos, ¿por qué obligas a los Gentiles a vivir como Judíos?” (Gálatas 2:!4). En pocas palabras, “¡Basta!” Pedro, el testimonio de tu comportamiento está diciendo un evangelio diferente, un evangelio que no salvará a nadie. Y el evangelio falso, presionado por tus pares y racista que dice tu conducta está ganando seguidores (Gálatas 2:13). Recuerda el verdadero evangelio – sólo por gracia, por medio de la sóla fe, aparte de las barreras étnicas – y arrepiéntete. Vuelve tus acciones públicas a la conformidad con el mensaje por el cual murió Jesús.
Basado en el resto de la historia, la reprensión de Pablo pudo haber salvado el ministerio de Pedro y la iglesia incipiente (humanamente hablando). Pedro se arrepintió y comía abiertamente con los gentiles de nuevo. Debido a que Pablo estaba dispuesto a decir lo difícil, al amar a Pedro de una forma incómoda y poco socialmente aceptable, la semilla de un falso evangelio se disipó, y el verdadero evangelio se conservó, se demostró y se propagó.
Entonces, ¿qué podemos aprender del ejemplo de Pablo? ¿cómo podemos reprendernos los unos a los otros en amor? Aquí hay cuatro lecciones.
1. Reprende para preservar el evangelio y su testimonio.
¿Qué aprendemos de ejemplo erróneo de Pedro? Nuestras convicciones a la larga se proyectarán a sí mismas en la pantalla de nuestras vidas, especialmente en la forma en que respondemos a la opinión y la crítica de los demás. El evangelio que amamos en nuestro corazón y decimos con nuestra boca recorrerá, en el transcurso de nuestras vidas, a través del fuego de la aprobación o desaprobación de los demás. Y cuando empezamos a perder algo debido a lo que creemos, comenzamos a ver lo que realmente creemos.
En nuestra disposición para reprender, tenemos que aprender a distinguir entre las diferencias de opinión y los pecados contra Dios. Click To Tweet
El esfuerzo de las relaciones públicas de Pedro debilitó la influencia del evangelio en Galacia, al menos temporalmente. Con el tiempo, nuestro comportamiento – nuestras prioridades, nuestras decisiones, y nuestro discurso – predican el evangelio casi tan alto y claro como nuestras “presentaciones del evangelio,” más alto y claro en algunos aspectos. Nuestros compromisos con la verdad – sutiles o de otro tipo – ponen en peligro nuestro testimonio y entorpecen la propagación del evangelio por medio de nosotros. En el peor de los casos, vivir en pecado – “no en concordancia con la verdad del evangelio” – podría convencer a alguien a tu alrededor de creer un evangelio falso o rechazar el verdadero evangelio por razones equivocadas.
Considere la forma en que la fidelidad de Pedro habría afectado a los otros judíos cristianos y a Bernabé. Él pudo haber inspirado una ola valiente de fe y fidelidad. En contraste con la creciente persecución desde Jerusalén, era una oportunidad para dejar que el mensaje del verdadero evangelio brille con claridad. Es una motivación para nosotros no para pecar, sino algo más, es una motivación fuerte para buscar vivir de acuerdo con el evangelio, porque ese tipo de frutos se multiplica entre los demás. Es una motivación para reprender con amor, y recibir la reprensión con fe.
2. Reprende en los términos del evangelio, no en los tuyos.
Pablo reprendió a Pedro debido a que él “vio que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio” (Gálatas 2:14). Él no reprendió a Pedro simplemente porque no le gustaba lo que estaba haciendo o porque él lo habría hecho de otra manera. El comportamiento de Pedro estaba comunicando la historia equivocada sobre las buenas nuevas de Cristo Jesús. En nuestra disposición para reprender, tenemos que aprender a distinguir entre las diferencias de opinión y los pecados contra Dios.
Desarrollamos esas sensibilidad al sumergirnos en el evangelio, al empaparnos de la palabra de Dios, el Libro “acerca de la gracia que” es nuestra (1 Pedro 1:10). A medida que nos examinamos los unos a los otros, sufriéndolo todo, creyéndolo todo, esperándolo todo, soportándolo todo (1 Corintios 13:7), estamos buscando evidencias de la gracia de Dios en el trabajo entre sí (o no). No sólo estamos buscando la gracia que perdona, sino la gracia que nos capacita y cambia. ¿Nuestra vida nos habla la historia completa de la gracia de DIos – desde la desesperación y condenación al perdón y reconciliación por medio de la transformación y la renovación (2 Corintios 5:17)?
Si no, necesitamos reprendernos entre sí, pero reprendernos entre sí motivados por la gracia, llenos de gracia, y encaminados hacia la gracia. No nos condenamos entre sí. Ejercemos la reprensión para corregir, animar, y edificarnos los unos a los otros.
3. Reprende con humildad, mansedumbre, y convicción
¿El fruto del Espíritu cuelga del árbol de tus reprensiones? o ¿pensamos que esas conversaciones son como árboles separados en el jardín de nuestra vida? En la misma carta que Pablo explica el fruto – amor, gozo, paz, paciencia. benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22-23) – él dice:
Me maravillo de que tan pronto ustedes hayan abandonado (desertado) a Aquél que los llamó por la gracia de Cristo (el Mesías), para seguir un evangelio diferente… Si alguien les anuncia un evangelio contrario al que recibieron, sea anatema. (Gálatas 1:6, 9)
En otras palabras, “¡que se vaya al infierno!” ¿puedes decir eso con paciencia, benignidad, y mansedumbre? El amor verdadero, el amor bíblico, lo hace a veces. Gálatas 1:6-9 tiene observaciones de sorpresa, duda, preocupación, y enfado, pero no le falta paciencia, benignidad, y mansedumbre. El equilibrio es esencial, aunque a menudo difícil de alcanzar, y eso es lo que es el amor. Paciencia y mansedumbre, sin audacia y convicción, carecen de amor. Audacia y convicción, sin paciencia y mansedumbre, carecen de amor. Sólo el Espíritu de Dios – esto es el fruto del Espíritu, no esfuerzo humano o disciplina – nos puede conceder esa extraña fórmula para la corrección de acuerdo a Cristo.
4. Reprende para agradar a Dios, no al hombre
Pablo escribe antes en Gálatas, mientras condena la falsa enseñanza que se había deslizado en las iglesias de Galacia: “Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).
Cuando empezamos a perder algo debido a lo que creemos, comenzamos a ver lo que realmente creemos. Click To Tweet
Los cristianos que reprenden con amor tienen sus ojos puestos en Dios, no en el hombre. No buscan horizontalmente su aprobación, su defensa o el aumento de su autoestima. Su Rey se sienta en un trono alto, y su tesoro está allí con Él en el cielo. Ellos son libres del chisme, del fingimiento, y la murmuración. Cuando abren sus bocas para reprender o corregir a otro creyente, saben que Dios está observando y buscando el amor. Ellos quieren que todas sus palabras, por más que sean duras, sean un aroma dulce para su Padre celestial.
El “hombre” que más probablemente trate de agradar a través de una mala reprensión soy yo. Hay un montón de maneras en las que tratamos de agradar a las personas – maneras de vivir nuestro miedo al hombre – pero dudo que la reprensión sea una manera popular. Las personas, especialmente en la sociedad de hoy, simplemente no todos quedan impresionados o están lo suficientemente “orgullosos” de las personas como para reprender a alguien, que en realidad indica que otra persona podría estar equivocada. Pero cierta sensación podría surgir en nuestros corazones cuando le decimos a otra persona que está equivocada, una tentación de pensar tener un alto concepto de nosotros mismos de lo que debemos pensar (Romanos 12:3).
Reprende esa búsqueda de ese tipo de auto-gratificación, esa sensación de corta duración tendrá su recompensa (Mateo 6:16). Pero cuando reprendas, busca dejar a un lado la ambición egoísta y la ganancia personal, y desinteresadamente date a ti mismo en amor a la otra persona y su crecimiento en Cristo. “Y tu Padre, que ve en lo secreto” – cada pequeño paso de valentía, cada palabra de honestidad, hasta la última gota de paciencia – ”te recompensará” (Mateo 6:18).
Por: Marshall Segal © Desiring God Foundation.
Fuente: “Say Hard Things”.
Traducido por: Daniel Elias.
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