Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

Cuatro maneras de hacer discípulos

El discipulado no parece ser la manera más obvia de establecer y fortalecer un reino, ¿verdad? El edificio de un reino es típicamente el escenario de batallas reales, guerras dinámicas, grandes fortunas, u obras de filosofía política de ancianos con largas barbas grises.
Pero Jesús concluyó su tiempo en la tierra al encomendar a sus discípulos el hacer discípulos. ¿Es esa realmente la manera en que su reino se construiría?
Jesús enseñó a sus discípulos a vivir considerando no el hoy ni el mañana, sino la eternidad. Tratamos de ayudar a otros a seguir a Jesús; hacemos intencionalmente el bien espiritual; oramos por la influencia del evangelio; proclamamos las palabras de Dios, y hacemos todas las cosas en aras del Último Día. Sí, podemos ver algunos frutos ahora. Pero el objetivo por tanto es siempre presentar personas maduras en Cristo.
¿Qué es discipular además de ayudar a otros a seguir a Jesús? Es hacerles un bien espiritual. Específicamente, es iniciar una relación en la que enseñas, corriges, modelas, y amas. No hace falta decir que se necesita una gran humildad.

1. Enseña

En su esencia, discipular es enseñar. Enseñamos con palabras. Enseñamos todas las palabras que Jesús enseñó a sus discípulos, y todas las palabras de la Biblia.
Colectivamente, esta es la razón por la que mi congregación predica expositivamente y consecutivamente a través de los libros de la Biblia, alternando entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, así como entre grandes pasajes de la Escritura y pequeños. También animamos a las personas a asistir a nuestro programa de escuela dominical para adultos que ofrece un plan de estudios de varios años a través de diferentes áreas de la vida cristiana. Una vez que las personas completan el plan de estudios, les animamos a caminar con alguien más a través del mismo. Nuestra iglesia también encuentra un montón de maneras de promocionar el ministerio de buenos libros.
Interpersonalmente, la enseñanza ocurre cuando las personas aprenden a tener conversaciones espiritualmente significativas entre sí, que es algo que como pastor animo desde el frente casi todas las semanas. Está bien hablar de fútbol o de la escuela de los niños. Pero también hablar del sermón del domingo. Pregunta a tus amigos sobre lo que Dios les ha estado enseñando sobre Él mismo. Los grupos pequeños también pueden ser útiles para facilitar esta clase de relaciones.

2. Corrige

A veces el discipulado requiere que adviertas a otros sobre las decisiones que están tomando. Las personas crecen cuando les enseñas verdades generales, sí, pero también cuando corriges sus errores particulares. Parte de ser un cristiano es reconocer que el pecado nos engaña, y que necesitamos de otros creyentes para ayudarnos a ver cosas que no podemos ver por nuestra cuenta. Unirse a una iglesia, a menudo he dicho, es como tirar pintura en un hombre invisible. Nuevos pecados se hacen visibles en el curso de nuestras relaciones de discipulado.
De hecho, puedes entrar en una relación de discipulado invitando a otros a corregirte – haciendo que sea fácil para ellos hacerlo. Pero debes temer a Dios más que a los hombre al estar dispuesto a corregir a otros cuando sea necesario – y correr el riesgo de ser rechazado por ello.
En última instancia, el trabajo de la corrección le pertenece a toda la congregación, lo que ocurre cuando un miembro demuestra más compromiso con su pecado que con Cristo. Después de varias rondas de advertencia, la persona será excluida de la membresía y de la mesa del Señor (Mateo 18:15-20). La gran mayoría de la corrección en la iglesia, sin embargo, debe producirse en el ámbito privado de las relaciones de discipulado.

3. Modela

Vale la pena notar que Jesús no sólo ordenó a sus discípulos enseñar a las personas. Él les dijo que enseñen a las personas a obedecer. El objetivo del discipulado es ver vidas transformadas, lo que significa que esto implica más que leer un libro o incluso la Biblia con otra persona. En última instancia, el discipulado implica vivir toda la vida cristiana ante de los demás. Jesús es el mejor ejemplo aquí; Él “[les dejé] ejemplo para que sigan Sus pasos” (1 Pedro 2:21).
Nosotros comunicamos no sólo meramente con nuestras palabras sino a través de toda nuestra vida. Y lo que sucede en una relación de discipulado requiere más que un aula de clases. Requiere el tipo de instrucción que ocurre en un aprendizaje de un trabajo, o con un entrenador o preparador personal. Un aprendiz aprende escuchando y mirando y participando, poco a poco, con más responsabilidad que se gana con el tiempo.
Sobre todo, el discipulado se parece a lo que Dios diseñó para el hogar, donde los padres y las madres enseñan en palabras y hechos a través de todas las áreas de la vida y luego sacan a los hijos para el trabajo de la edad adulta.

4. Ama

Para añadir un ángulo final, el discipulado es una forma de amor mutuo. Sí, tiene algo de una relación profesor-alumno, pero también habrá reciprocidad mutua y amor, ya que el discipulado a menudo va en ambos sentidos.
Como alguien que ha estado haciendo esto durante mucho tiempo, puedo decir que a menudo he sido servido, bendecido y animado en la fe por aquellos que estoy discipulando. A pesar de que trabajo para hacerles un bien espiritual, ellos me hacen un bien espiritual. Ellos me ayudan a ser un mejor seguidor de Jesús.
Juntos aprendemos lo que Pablo quiere decir en Colosenses 3:16: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros”.
Juntos trabajamos para cumplir con Hebreos 10:24-25: “Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”.
En el discipulado, mi objetivo es amar a los cristianos más jóvenes ayudándoles a vivir a la luz de ese día final – pero por lo general ellos reconocen que mi habilidad para hacerlo depende de que ellos me ayuden a hacer lo mismo.

No es para expertos

Ayudar a otros a seguir a Jesús no puede ser hecho sin riesgos. Del mismo modo que tienes que humillarte para ser discipulado, así tienes que humillarte para discipular. El discipulado implica cosas difíciles – decir no, perseverar a través de los problemas, saber cuándo hay que soportar a alguien, y hacerlo. Tus invitaciones pueden ser despreciadas, tu consejo puede ser rechazado. Discipulamos no sólo a través de nuestras fuerzas, sino a través de nuestras debilidades.
El discipulado cristiano no es tanto el trabajo de los expertos y tecnócratas, prestándome una frase antigua, es el trabajo de un mendigo que señala a otro mendigo dónde está el pan.
Y la iglesia local es el mejor lugar para tales relaciones de crecimiento. Una iglesia puede ser sólida con las relaciones de mentoría incluso si ellos no lo llamen formalmente “relaciones de discipulado”. Después de todo, el discipulado en realidad es un grupo de miembros de la iglesia asumiendo la responsabilidad de prepararse el uno al otro para la gloria. Es una manera de ver la idea del Nuevo Testamento de que somos un reino de sacerdotes y una nación santa (1 Pedro 2:9). ¡Cuánto haría el pastorado en la vida ordinaria de una congregación cuando se caracteriza por una cultura de discipulado!
En último lugar, se requiere de humildad que viene con el reconocer que las personas a veces se irán. La realidad de la transitoriedad, particularmente en muchas ciudades, requiere de nosotros de mantener los brazos abiertos hacia los que amamos. No invertimos, compartimos, oramos y amamos por lo que podamos recibir – aparte de la satisfacción y el gozo que viene de saber que están mejor equipados para donde sea que vayan después, y en última instancia, para la venida de nuestro Salvador.
Por: Mark Dever © The Gospel Coalition.
Fuente: “4 Ways to Make Disciples”.
Traducido por: Daniel Elias.

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