Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

Cuando Dios responde «no» a nuestras oraciones

Recibimos un constante flujo de correos de oyentes que preguntan acerca de las oraciones no contestadas, como este de un oyente del programa llamado Luis. «Hola pastor John. En Filipenses 4:19 leo esta promesa: “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”. Pero yo no veo que Dios provea como dice su Palabra que él haría. Elevo mis oraciones, pero pareciera que Dios guarda silencio, o que constantemente me responde con un “no” implícito.
Esto me hace sentir desanimado e ignorado. ¿Cómo respondo a este “no” de Dios cuando oro pidiendo cosas buenas?».

Un «no» a menudo lastima

Pienso que pocas cosas me han llevado a examinar mi alma y las Escrituras más que el hecho de que he invocado al Señor para que haga cosas —las cuales pienso que están en perfecta conformidad con su voluntad, según la Escritura— y, no obstante, él no ha tenido a bien concedérmelo, o no todavía, o al menos concedérmelo de la forma que yo pedía o esperaba. No miro el problema de la oración no respondida de una forma teórica, sino de una forma muy personal y a veces devastadora.

No pretendo tener una respuesta definitiva. Espero algún día entender mejor este asunto y haber ido más profundo con Dios en oración para entender tanto desde la Escritura como desde la experiencia de qué manera él trata con sus hijos.

Él me ha enseñado algunas cosas, y podría ser útil que yo dé dos pasajes bíblicos para que pienses en ellos y veas si te llevan o no más profundo de lo que yo he ido en la mente y el corazón de Dios con relación a la forma en que él responde a sus hijos cuando ellos le piden algo.

Uno de los textos es Mateo 7:7-11. Yo lo vi hace muchos años, así que ha tenido un maravilloso efecto con los años. El otro es una nueva noción a partir de Génesis 17, y está justo en el primer plano de mi devocional. Así que quiero tomarlos uno a la vez.

Pescado y serpientes

Esto es lo que dice Jesús en Mateo 7:7-11: «Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!».

Esa es una asombrosa analogía que nos lleva a pensar en cómo tratamos a nuestros hijos, y cómo trata Dios a sus hijos. Lo impactante aquí es que Dios promete dar cosas buenas a sus hijos cuando ellos piden. Es impactante, porque no dice que él les dé precisamente aquello que ellos piden.

Dado que él se compara con nuestra propia paternidad, sabemos que así es. Nosotros no les damos a nuestros hijos todo lo que piden, especialmente cuando tienen tres o cuatro años. Ellos no saben todo lo que es bueno para ellos.

Recuerdo que una vez mi hijo Benjamín me pidió una galleta. Estoy totalmente dispuesto a darle una galleta a la hora de la merienda. Tomé la caja, y me di cuenta de que estaban cubiertas de moho. Le dije que no podía darle una galleta porque estaba cubierta de pelusa. Él me dice: «Yo me como la pelusa». Yo no se la iba a dar, porque sabía más que él. Sabía que el moho no le hacía bien. Ese día, recibió algo que no había pedido y no lo quería tanto como la galleta. Pero en lo profundo lo habría querido más si hubiera sabido qué era bueno para él.

Creo que las palabras de Jesús nos señalan en esta dirección cuando se lidia con la oración no respondida. Ahora bien, eso puede sonar como una bella solución, pero sé lo que algunos están pensando, tal como yo estoy pensando. Le pedimos cosas gloriosas a Dios, como la conversión de nuestra familia, y no podemos imaginar cómo eso podría ser malo para nosotros. ¿Cómo podría ser mohoso el pedirle a Dios que salve a nuestra familia?

No pretendo decir que esta sea una solución instantánea, pero sí pienso que el principio expuesto debería ser adoptado aun cuando su aplicación a todas las situaciones nos resulte un poco más difícil de entender. Esa es la primera ayuda que Dios me ha dado respecto al hecho de que a veces las oraciones son respondidas de forma distinta a lo que pediríamos.

Bendición a Ismael

Este es el otro pasaje. En cierto sentido, este pasaje de Génesis 17 es una forma de aplicación de lo que acabamos de ver en Mateo 7. Este es el texto:

También le dijo Dios a Abraham: «A Saray, tu esposa, ya no la llamarás Saray, sino que su nombre será Sara. Yo la bendeciré, y por medio de ella te daré un hijo. Tanto la bendeciré, que será madre de naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos». Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: «¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y Sara ser madre a los noventa?». Por eso le dijo a Dios: «¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición!» (Génesis 17:15-18).

En otras palabras, Abraham oró: «Dios, permite que Ismael sea la simiente escogida». El texto continúa:

A lo que Dios contestó: «¡Pero es Sara, tu esposa, la que te dará un hijo, al que llamarás Isaac! Yo estableceré mi pacto con él y con sus descendientes, como pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, ya te he escuchado. Yo lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia numerosa. Él será el padre de doce príncipes. Haré de él una nación muy
grande» (Génesis 17:19-20).

Ahora bien, Abraham le había pedido a Dios en oración que Ismael fuera el hijo de la promesa. Dios dice explícitamente: «No». Pero Dios podría haber dejado las cosas así, haber seguido adelante y haber hecho con Ismael lo que fuera que iba a hacer con Ismael. Él más bien se esfuerza por decir: «Te he escuchado. Eso es lo que me lleva a hacer lo que voy a hacer con Ismael. Te he escuchado, y eso voy a bendecir a Ismael de la forma que voy a bendecirlo. Me has pedido que bendiga a Ismael, y no voy a hacerlo como tú pides, pero voy a hacerlo, y lo haré porque te escuché».

Dios nunca permanece inactivo

Ahora, ¿qué deberíamos aprender acerca de este «no» de Dios a nuestras oraciones? Esto es lo mínimo que creo que podemos aprender. Aun cuando Dios dice «no» a la intención específica de nuestra oración, eso no significa que no haya bendición en respuesta a la oración. De hecho, me atrevería a decir (sumando otros pasajes, especialmente Mateo 7) que cuando oramos con un corazón recto, jamás oramos en vano.

Mi colega Tom Steller solía decir: «Dios nunca permanece inactivo en respuesta a la oración». Estos dos pasajes —Mateo 7, Génesis 17— junto con muchos otros me han mantenido por sesenta años clamando a Dios cuando parece que la cosa específica que pido no es concedida. Realmente creo que Dios siempre da cosas buenas a sus hijos precisamente porque le pedimos, y siempre porque le pedimos.

Las bendiciones que recibimos tal vez no tomen la forma de las cosas que pedimos, pero se deben a nuestras oraciones. Se deben a nuestras oraciones, y son buenas.

Pienso que viene un día, según Apocalipsis 8:1-5, cuando todas las oraciones que siempre han sido pronunciadas por el pueblo fiel de Dios, que por miles de años han sido como un incienso y aroma agradable delante del trono de Dios, serán derramadas sobre la tierra en la consumación de la historia. Ellas llevarán a cabo la consumación de la historia, y quedará claro que ninguna petición de «santificado sea tu nombre» o «venga tu reino» o «que se haga tu voluntad en la tierra» habrá sido expresada en vano.

Por: John Piper

Fuente: When God answers no to our prayers

Traducido por: Proyecto Nehemias

Publicado por: Mariafernanda Artadi

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