Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

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Continuamente lavado por el evangelio

Justo después de que nacieras, la sangre y el vérnix en tu cuerpo fueron lavados por una enfermera o incluso tu madre o padre. ¿Te has tomado un baño o una ducha desde el día que naciste? Por supuesto que lo hiciste. Nuestros cuerpos continuamente se ensucian, lo cual requiere nueva limpieza. Es de la misma manera con nosotros espiritualmente. Incluso después de haber nacido de nuevo por el Espíritu de Dios (Juan 3:1-8), continuamos pecando. Tenemos que ser lavados por primera vez por Jesús, pero Él continúa lavándonos de nuestros pecados.

El Señor habló a Moisés y le dijo: “Harás también una pila de bronce, con su base de bronce, para lavatorio. La colocarás entre la tienda de reunión y el altar, y pondrás agua en ella. Con ella se lavarán las manos y los pies Aarón y sus hijos. Al entrar en la tienda de reunión, se lavarán con agua para que no mueran. También, cuando se acerquen al altar a ministrar para quemar una ofrenda encendida al Señor, se lavarán las manos y los pies para que no mueran. Será estatuto perpetuo para ellos, para Aarón y su descendencia, por todas sus generaciones.” (Éxodo 30:17-21)

La fuente de bronce llena de agua fue colocada en medio del patio del tabernáculo de una vez para todos los lavados iniciales, después de lo cual se convirtió en una reliquia inútil. Tuvo que ser usada continuamente. Dios requería que el sacerdote se lavara “Al entrar en la tienda de reunión, o cuando se acerque al altar a ministrar ” (Ex. 30:20). ¿Cuántas veces fue eso? Fue tantas veces como ellos entraran a la tienda, ofrecieran un sacrificio, o levantaran una oración. Ellos tenían que lavarse cada vez sin excepciones, lo que significa que ellos tenían que hacer eso todos los días.
Esta es una gran lección para nosotros hoy. Vivimos en un tiempo en que el evangelio de la salvación se ha divorciado de la vida cristiana ordinaria y cotidiana. Con métodos modernos de cruzadas evangelísticas y servicios de adoración que buscan la sensibilidad los cuales se enfocan en los incrédulos, la mayoría de cristianos de hoy piensan que el “evangelio” es algo que le decimos a los incrédulos para que ellos puedan ser salvos. Tuvimos que escucharlo hace mucho tiempo atrás para ser salvos, y los incrédulos ahora necesitan escucharlo para ser salvos. Pero aprendemos algo diferente de esta parte de Éxodo 30. Aprendemos que el pueblo de Dios, que es descrito en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento como “un reino de sacerdotes” (Ex. 19:6; 1 Pedro 2:9), debe constantemente escuchar las buenas noticias del evangelio y constantemente aplicarlo para la purificación de sus corazones.

El pueblo de Dios debe constantemente escuchar las buenas noticias del evangelio y constantemente aplicarlo para la purificación de sus corazones. Click To Tweet

Al igual que los sacerdotes tenían que lavarse una y otra vez, nosotros necesitamos ser lavados constantemente por las buenas noticias que la sangre de Jesús y su Espíritu han limpiado y continúan limpiandonos de nuestros pecados. El apóstol Juan dijo a los antiguos cristianos: “Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Y si alguien peca, tenemos Abogado (Intercesor) para con el Padre, a Jesucristo el Justo. El mismo es la propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 2:1-2a).
Por: Daniel Hyde © Ligonier Ministries
Fuente: “Continually Washed by the Gospel”.
Traducido por: Daniel Elias.

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