
Con un Dios como el nuestro, ¿quién necesita "amienemigos"?
Fuimos amigos de toda la vida, fuimos a la misma escuela, teníamos los mismos objetivos, los mismos puntos de vista sobre todas las cosas. Un día estábamos disfrutando del almuerzo, riéndonos sobre la escuela y el trabajo, cuando luego él dijo (ese momento en una cadena creciente de momentos perturbadores): “Tuvimos una cena en su casa.” ¿Con quién? El profesor más sabio y más influyente en la universidad. Él va a trabajar para él. ¡Con él!. Estoy a punto de decir algo que sonará desquiciado para algunos, y perfectamente racional para otros: Estaba tan envidioso. Tan derrotado. Me sentía traicionado.
¿Qué le dije? Con una sonrisa: “¡Felicitaciones! ¡Cuéntame más sobre eso!” Mi corazón estaba, por supuesto, equivocado. Parece bastante inocente, y la rivalidad puede incluso ser divertida, pero la competitividad puede ser tóxica en una amistad.
El procedimiento es bastante simple: una trayectoria de siete pasos desde el amor a primera vista al odio al primer desliz.
- Conoce a la persona.
- Ten todo en común con esa persona.
- Lleguen a ser los mejores amigos, con esa persona.
- Espera.
- Ten demasiado en común con esa persona.
- Encuentra una oportunidad o una relación que sólo uno de ustedes puede tener.
- Conviértanse en “amienemigos” amargados y mortales, archi-rivales, némesis.
Cinco Rostros de la Competitividad
La distinción entre el mejor amigo y el peor rival puede ser semántica. Si una relación es una u otra descansa sobre un gatillo. Y la posibilidad inminente disparo puede degradar la intimidad en una fracción de segundo.
Vamos a definir la competitividad, y luego ver cinco de sus características.
La competitividad es un tipo de relación en donde el objetivo de relacionarse es para ser mejor que la otra persona.
1. Medirlo todo
La competencia no busca el mejoramiento, sino la brutalidad. La competitividad convierte la escuela en un octágono de lucha libre. Con el fin de guardar las apariencias, y fingir obediencia a las reglas de la amistad, nuestra barbarie tomará formas sutiles. La competitividad no cambia una relación de amigos a enemigos. La inclinación cristiana de guardar las apariencias iría en contra de tal discordia no disimulada, por ejemplo:
- Apilamos nuestros éxitos contra la otra persona.
- Escondemos nuestros fracasos de ellos.
- Perdemos la capacidad de hablar genuinamente bien de ellos a otros.
- Fabricamos una mejor reputación para nosotros mismos.
2. Comparación
G.K. Chesterton explica, “No es la familiaridad sino la comparación la que engendra el desprecio” (Autobiografía, 327). La mejor persona para “derrotar”, lo que dará mayor impulso al ego, es alguien que es exáctamente como nosotros.
Si podemos ser mejor que alguien de nuestra edad, alguien que tenga nuestras aspiraciones, y viva en nuestra comunidad, entonces podemos, de hecho, ser imitados. La comparación es una sanguijuela en la semejanza y el enemigo de la intimidad. No es que tenga que ser el mejor. Tengo que ser mejor que él o ella. Eso es por lo que lucha la competencia.
3. Envidia
En este tipo de amistad, cuando uno tiene éxito, se siente como un veneno para el otro. En una amistad competitiva, el salvaje interior emerge, tambalea internamente, convulsiona emocionalmente. Cada éxito en la vida del amigo comunica: “Tú eres el peor”. Cada éxito se siente como una traición. Cada bendición que recibe el otro se siente como un cuchillo en la espalda.
“La Comparación es enemiga de la amistad” Click To Tweet
La amistad competitiva es de dos humanos que se oponen entre ellos como animales, para pelear por el derecho de ser alabado, por el título de “Dios”. Solo que, en lugar de palabras bíblicas como “santo”, “digno”, y “glorioso”, las palabras de alabanza por las que se pelean son “el más sobresaliente”, “el más inteligente”, “el más impresionante”, e incluso “el más piadoso”. Incluso los Cristianos luchan ferozmente por esas palabras.
4. Ostentación
Cherterton nos ayuda de nuevo, “El nombre de esto es Presunción y el nombre de su hermano gemelo es Desesperación” (327). Las palabras de gracia hacia el otro están ahora prohibidas. Eso sería arriesgarse a que le de la victoria. Decir algo positivo sobre otro no vale la pena, no quiero arriesgar mi valor, mi superioridad, mi identidad. De ninguna manera. El amigo competitivo experimenta todas las críticas: como las amenazas y los insultos. Y él da un megáfono a los hechos que promueven su propio prestigio.
5. Desesperación
Para el amigo competitivo, todo estímulo parece pretencioso y petulante. La competencia se burla del ánimo. No puede soportar el sabor del amor de un rival. La competitividad es la rabia relacional, todo es visto como un ataque, un movimiento de poder, un estrategia para levantarse. La competencia hace espuma en la boca con amargura, rechaza el amor de un amigo: el agua de salud espiritual y emocional (Proverbios 27:9).
El estímulo es intolerable. Es condescendiente. Te rechazo, y rechazo tu amor. No eres seguro.
Rechazar amor es aceptar la desesperación. Sin recibir amor, la soledad es un profeta cruel y persuasivo. Jugar a una amistad competitiva es creer que el amor es una jungla cruel y siniestra donde tu vida no es segura, donde tu mejor amigo quiere pisarte, manipularte y herirte. El único lugar seguro es dentro de uno mismo, solo, desconocido, sin amor, y desesperado.
Cinco Caras de la Amistad
La Competitividad se pavonea con una actitud de miedo así como con una actitud de lucha. Eso es perfecto para el Redentor. Él es al mismo tiempo Protector de sus seres queridos que tienen miedo (Salmos 68:5), así como el Luchador de su amada que quiere pelear (Génesis 32:24; Job 40:7). Él es ambos, siempre como un pacificador (Isaías 57:17-19; Mateo 5:9). Aquí hay cinco maneras en que Dios lucha por la competitividad.
1. Amor
Amar como Cristo significa amar primero (1 Juan 4:19). Esta acción es, sin lugar a dudas, el movimiento más difícil. “Claro, yo amaré primero. ¿Pero qué me darán a cambio?” Aquí está la pastilla difícil de tragar: Puede ser nada. Santiago nos da una visión profunda: “Donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.” (Santiago 3:16). Santiago obviamente está hablando sobre “amienemigos” aquí. En una amistad competitiva, no se siente un mandato más difícil en toda la Biblia que “estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).
Un amigo competitivo enfoca toda su energía en manejar la apariencia de la amistad y jugar ajedrez a nivel del corazón. Un amigo cristiano enfoca toda su energía en dar soporte humilde al corazón de la otra persona. Él se esfuerza por acortar la brecha entre el nivel del corazón y el nivel superficial de la relación.
2. Honestidad
Magic Johnson, un jugador de basketball, comentó sobre cómo la necesidad de superar a Larry Bird le llevó toda su carrera. “Cuando el nuevo horario salía cada año, yo lo agarraba y ponía en círculos los juegos en Boston. Para mi era El Dos y el otro 80.” Bird decía, “La primera cosa que hacía cada mañana era mirar los marcadores para ver qué hizo Magic. No me importaba nada más.” ¿Siente lo mismo en su relación con alguién?
Una de las cosas más Cristianas y encantadoras que un amigo puede decir es, “Hey, yo lucho con la sensación de que estamos compitiendo todo el tiempo.” Continua. “Estoy comparando todo lo que tú haces contra lo que yo hago. Me preocupo demasiado por ser mejor que tú. Y lo siento.” Lo más probable es que se sientan de la misma manera. Sé honesto. Los secretos engendran más heridas.
3. Provisión
“El Señor no compara humanos, por lo que no deberías compararte con otros,” es casi un cliché para ser útil. En cierto sentido, no es terriblemente importante para nuestra competitividad que Dios no haga acepción de personas (Hechos 10:34; Romanos 2:11), porque todos todavía quieren ser estables y fuertes. Una verdad más relevante sobre Dios es esta: El momento de su provisión es siempre significativo.
Dios no es arbitrario o inactivo. Que Dios esté bendiciendo a tu amigo no significa que Dios te ha juzgado menos. Significa que Él tiene un plan diferente que no es el mismo que el de tu amigo. El sufrimiento que experimentas cuando tu amigo “gana” no es que Dios y la comunidad te han rechazado, sino que tu ruta no es tan clara. Dios ha adaptado tu camino para ti, y Dios te está preparando para ello (Salmos 77:20). La provisión de Dios para tu amigo es la prueba de que Él cuida de ti, no la prueba de que te ha olvidado. “Tu fidelidad [es alabada] en la asamblea de los santos” (Salmos 89:5 NVI).
4. Ambición
Cuando Dios no está en el cuadro, nuestras ambiciones se convierten en amenazas que nos rodean. “Permanezca el amor fraternal” (Hebreos 13:1). ¿Por qué pararía? Porque es difícil. Cuando amamos a nuestro prójimo-en-competición, somos liberados. Libres del látigo de medir, guardar apariencias, y ser el mejor. Libres de la incapacidad de alegrarse por las victorias de nuestros hermanos o hermanas. Libres de la mentira de que Dios no tiene un plan único para nuestras vidas.
Somos libres de la toxina de la comparación, y recibimos la nueva capacidad de soñar en grande para la Gloria de Dios, tomar la vida por las riendas y ser veraces, desinteresados, personalmente ambiciosos, hacia otros en amor, y hacia Dios en fe. El amor nos libera para tomar riesgos y luchar por objetivos sin las ansiedades añadidas de encontrar nuestra identidad en vencer a alguien más. Dios nos regala a cada uno las oportunidades y recursos que él quiere que tengamos (Mateo 25:24), y debemos asumir riesgos que produzcan frutos de acuerdo a los que él nos ha dado (Mateo 25:27).
Tenemos lo que Dave Harvery llama: “el impulso de Dios para mejorar, crear, [y] hacer cosas” (Rescuing Ambition, 2015). La ambición piadosa, aunque, no solo hace espacio para el amor al prójimo, sino que lo requiere, es una tarea que Dios asume personalmente. “Vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros” (1 Tesalonicenses 4:9). Puedes seguir siendo ambicioso. Deberías. Desarrolla un sentido de ambición personal e individual, basada en la fe en Dios, puede ser un salvavidas contra la amargura que viene con la competitividad.
5. Humildad
Dios no promete que serás el mejor. Dios no promete recompensar y castigar, para dejar las cosas claras, en esta vida (Lucas 6:23; 1 Corintios 3:14). Usted puede ser más dotado, más hábil, un duro trabajador, y su amigo puede ser más rico y popular. Eso puede fácilmente ser una espina de amargura justificada.
Las buenas noticias para nosotros es que Dios no ha escrito un guión de música principal para nosotros. Ser gerente puede no estar en mis tarjetas. Ser el mejor en mis círculos puede no ser mi papel a desempeñar. ¿El mejor padre? ¿el mejor novio? ¿el mejor cristiano? ¿el mejor estudiante? ¿el mejor predicador? ¿el mejor escritor? Estas son maquinaciones baratas disfrazadas de objetivos saludables. Estas ideas son a menudo escatologías meramente endebles que usamos para justificar la mala voluntad de los hijos de Dios. La idea de que Dios no nos ha dado algo grande para hacer es una píldora difícil de tragar. Pero no ser el mejor es gloria, bondad, y cordura. Dejar que la competencia gobierne la escena de una amistad es enfrentar el guión de Dios para el gobierno de uno contra su guión para otro. La vida no se trata de ganar tiempo de Dios para ser visto por los hombres o para medirse contra nuestros “amienemigos”. Es sobre ser “imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).
La competencia no es mala. La competitividad es un campo fértil para el auto-engaño. El evangelio nos invita a la autenticidad con nosotros mismos y con otros. La disposición más segura hacia el mundo viene de John Owen: “Lo que [el] ministro es de rodillas en secreto delante de Dios Todopoderoso, eso es lo que es y nada más.” Cualquiera que sean las oportunidades que Dios nos da, esforcémonos por ser honestos sobre la debilidad, que la gracia de Cristo y la gloria de Dios pueda ser ampliado a los demás, incluso a nuestros “amienemigos” (2 Corintios 12:9).
Por: Paul Maxwell. © Desiring God Foundation.
Fuente: http://www.desiringgod.org/articles/with-a-god-like-ours-who-needs-frenemies
Traducido por: Daniel Elias
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