
¿Cómo podríamos estar en silencio?
Hablando sobre nuestro mayor amor
Para mi sorpresa, me convertí en cristiano cuando era adolescente. Pero cuando lo hice, estaba bastante decidido a ser un cristiano secreto. Esto fue en parte porque, para ser honesto, no me gustaban la mayoría de los cristianos que conocía. Pero también fue en parte porque, viviendo en una Escocia muy post-cristiana, no estaba seguro de poder soportar el estigma social.
Entonces, un día, el pequeño grupo de cristianos de mi escuela local me descubrió. Y me preguntaron si estaría dispuesto a hablar en su representación en un debate que involucraba a un ateo, un agnóstico, un cristiano liberal y un cristiano evangélico (yo tenía que llenar ese último espacio). Con cierta reticencia, acepté.
Después del debate, el jefe del departamento de Inglés se acercó a mí, me dio la mano y me dijo: “Felicidades, joven. Esa fue la mejor actuación que alguna vez te he escuchado dar. Casi me convenciste de que realmente eras cristiano”. Yo respondí: “Señor, lo soy. ¡Y esta es la última vez que alguien dirá eso de mí!”
Desde entonces, he tratado de vivir mi fe abiertamente, hablando de Cristo con la valentía y la gracia que Dios me permite, y orando para que me dé la sabiduría de decir una palabra a tiempo para el cansado, el perdido, el enemigo y el sediento.
Alza la voz
¿Qué quiero decir con alzar la voz? Algunos lo asocian con grandes protestas públicas o manifestaciones. Pero eso no es de lo que estoy hablando aquí. ¿Acaso Pablo, Bernabé y Lucas unieron su fuerzas con Lidia, Priscila y Aquila para organizar manifestaciones y marchas en las ciudades griegas para protestar contra la idolatría y el culto al emperador?
A veces, cuando escuchamos la exhortación de que los cristianos deberían alzar la voz, esa es la imagen que tenemos en mente: acción política, presión en los medios, manifestaciones y protestas. Pero eso no es lo que hizo la iglesia del Nuevo Testamento. Y en un Occidente cada vez más hostil y anticristiano, normalmente no es lo que deberíamos hacer tampoco.
Ahora, por supuesto, hay un lugar para que los cristianos usen los medios y otros foros públicos para hablar proféticamente la verdad al poder en nuestras culturas degeneradas, y algunos de nosotros estamos llamados a hacerlo. Pero la mayoría de nosotros no estamos llamados a dirigirnos a las masas o las elites del poder, sino a alzar la voz por Jesús, proclamar su palabra, declarar su gloria, abogar por su pueblo y defender a los pobres en el lugar donde nos encontramos, en las esferas de influencia que se nos da.
En Escocia, cuando llevamos a alguien a un lado para una conversación rápida, a veces decimos: “¿Puedo decir una pequeña palabra?”. Esa frase es apropiada para esta discusión. Cuando hablo de alzar la voz como cristiano, me refiero a tener una “pequeña palabra” de Jesús para las personas que conocemos. Déjame darte un par de ejemplos personales.
Hablar de manera ordinaria y valiente
Como pastor, evangelista y apologista, ahora hago mucho acerca de alzar la voz por Cristo en muchos foros públicos. Pero la gran mayoría de nosotros los cristianos estamos llamados a hablar en nuestras esferas ordinarias. Y cuando lo hacemos, las puertas se abren.
Pienso en el jugador de fútbol que, en una ocasión nos reunimos para almorzar, rápidamente me dijo que era un cristiano que había nacido de nuevo. Un amigo que él había traído preguntó: “¿Soy uno de esos cristianos nacidos de nuevo?”. El futbolista respondió: “Si tienes que preguntar, probablemente no lo seas”. De esa discusión comenzó un estudio bíblico con algunos de los otros jugadores. Alzar la voz abrió una puerta real para el evangelio.
Y luego está la secretaria que, después de asistir a la conferencia de un autor sobre valentía cristiana en una librería, regresó al trabajo al día siguiente y le dijo a su jefe que estaba avergonzada de que nunca había mencionado una vez que era cristiana, a pesar de que había trabajado en esa oficina por varios años. El jefe, que no era creyente, estaba maravillado y se lo contó a un colega que resultó ser un anciano en una iglesia evangélica local.
Y cómo poder olvidar al padre que, con las rodillas temblorosas, fue al director de su escuela local para preguntar por qué una forma de educación sexual que iba en contra de las instrucciones del Creador estaba siendo adoctrinada en los niños. En lugar de que se rieran de él o lo ignoraran (como temía), el director escuchó y trató de hacer algunos cambios programáticos.
¿Y qué del trabajador social que trabajó con colegas ateos en su mayoría? Su testimonio paciente, su trabajo duro, su disposición alegre y su negativa a vivir según los estándares de la cultura resultaron muchos años después en que un par de sus colegas vinieran a la iglesia y uno de ellos llegara a ser creyente.
Rompe el silencio
La paciencia es necesaria. Alzar la voz no es fácil. Alzamos la voz porque amamos a Jesús y queremos verlo glorificado. Alzamos la voz, no para defendernos, sino porque amamos a aquellos con quienes estamos hablando y queremos compartirles el mayor regalo de todos: Cristo.
Aquí está la gran promesa para cada cristiano: cuando alzamos la voz en fidelidad a la palabra de Dios, no somos nosotros los que estamos hablando, sino el Espíritu Santo que está hablando a través de nosotros (Marcos 13:11, 2 Corintios 5:20). Y su palabra nunca volverá vacía (Isaías 55:11). Para cualquiera que conozca y experimente la belleza y la gloria de Cristo, la cuestión no es si debemos alzar la voz, sino ¿cómo podemos guardar silencio en la tierra?.
Por: David Robertson © Desiring God Foundation.
Fuente: “How Could We Be Silent?”.
Traducido por: Daniel Elias.
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