
Bondad en un mundo enloquecido
Estaba esperando en la cola de una montaña rusa con mis hijos cuando un polo captó mi atención: la bondad es gratis, así que esparcela por todas partes.
Simpatizo con el mensaje a cierto nivel. Para muchos, el mundo les parece más malo en los últimos años, y quizás especialmente desde las últimas elecciones, COVID-19, y los disturbios sociales. Sí, la bondad humana genuina, en el más básico de los sentidos, a menudo ha estado faltando. Más bondad sería definitivamente bueno, y tal vez, brille en nuevas formas en momentos cuando esperamos maldad y violencia en todas partes.
Pero por más admirable que sean los instintos detrás de ese mensaje, la afirmación inicial está muy equivocada. No, la bondad real, del tipo que realmente anhelamos y necesitamos, no es gratis. Tal vez nos ayudaría a todos llegar a un acuerdo con eso desde el inicio. La bondad real es costosa.
Este Mundo Duro
En lo profundo sabemos que vivimos en un mundo malo, tan malo como para mantener la maldad constantemente al frente en nuestras mentes. Sin embargo, en algunos momentos, más frecuente para algunos que otros, la maldad, el mal en marcha en este mundo, nos ataca. Incluso por más brillantes que algunos días parezcan, hay un “mundo de tinieblas” (Efesios 6:12), aun bajo el dominio del “dios de este mundo” (2 Corintios 4:4). Mentiroso como él mismo, y con sus días contados, su “dominio de las tinieblas” (Colosenses 1:13) es real, el “poder de las tinieblas” (Lucas 22:53) es traicionero.
“Es humano responder de la misma manera en la que te tratan. Pero Cristo requiere de su iglesia lo que es más que humano: responder en bondad.”
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Y no solo el mundo de allá se ha enloquecido, sino que muy a menudo el dominio del mundo y el pecado que reside en todos nosotros, trae la maldad aquí dentro, en la personas que profesan ser de Cristo. Trágicamente, las mismas personas que se supone que deben hacer conocer a Jesús por su amor los unos con los otros (Juan 13:35) pueden ser duras, rencillosas, impacientes, chillonas, desagradables.
Es humano responder de la misma manera en la que te tratan. Pero Cristo requiere de su iglesia lo que es más que humano: responder en bondad.
¿Virtud en el Vacío?
En parte, el conflicto interno de la iglesia en Éfeso impulsó la segunda carta de Pablo a Timoteo. En el corazón de esta carta, el apóstol envejecido le da un cargo llamativo a su protegido.
“El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad. (2 Timoteo 2:24-26)
Los cristianos han celebrado por mucho tiempo la bondad como una de las virtudes celestiales. Sin embargo, vivimos en un día en el que muy a menudo hay poca bondad. Asumimos que es gratis, celebramos “los actos fortuitos de bondad”. Pensamos en la bondad fuera de contexto. Por supuesto, en nuestro mundo malo, es muy agradable ser sorprendido por la bondad de un extraño, que parece gratis y fortuita. Claro, esparcela por todos partes. Pero la visión cristiana sobre la bondad es mucho más profunda, más significativa, y contextualizada.
La bondad cristiana no es una cortesía común o virtud en el vacío, más bien es una respuesta sorprendente al maltrato y al dolor. No es fortuita ni gratis, es una respuesta costosa y en contra de la intuición a la maldad, a la indignación, en vez de responder de la misma manera. Como Don Carson comenta sobre 1 Corintios 13:4 “El amor es bondadoso, no meramente paciente o sufrido frente una herida, más bien rápido para devolver en bondad lo que recibió en dolor” (Showing the Spirit, pg 79).
Los Acompañantes de la Bondad
Una forma de ver que la bondad cristiana no es fortuita, es observar el tipo de compañía que tiene, especialmente en las cartas de Pablo, quien sería “el apóstol de la bondad” si es que hubiera uno. Nadie esparce la bondad costosa como Pablo.
Entre otras gracias, la bondad aparece a menudo mano a mano con paciencia y compasión. La paciencia aparece al costado de la bondad, y en el mismo orden, en 2 Corintios 6:6 y en Gálatas 5:22: “paciencia, bondad”. Así también, Pablo las junta en Romanos 2:4, cuando habla sobre la paciencia y la bondad divinas: “¿O tienes en poco las riquezas de Su bondad y tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?”
“El fruto de la bondad necesita las raíces de la paciencia y la compasión, y a su vez, ellas necesitan de la bondad.”
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De la misma forma, como hemos visto, los pastores cristianos, “El siervo del Señor” en pleno conflicto “no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, … sufrido” (2 Timoteo 2:24). Amable para con todos, ¿no es eso sorprendente? Aquí los oponentes son los falsos maestros. Ellos no deben ser consentidos ni animados. En vez de eso, ellos deben ser expuestos y corregidos, y sin embargo eso no da permiso para tratarlos duramente o con maldad. Los oponentes pueden ser soportados pacientemente y corregidos tiernamente. De hecho, no sería amable para un falso maestro, o para la iglesia, dejarlo continuar en error. Exponer su error y corregirlo tiernamente es bondad.
En cuanto a la compasión, Efesios 4:32 explica memorablemente el mandamiento a “ser amables unos con otros” con la palabra “misericordiosos” ( o “compasivos” del griego eusplanchnos). La amabilidad es una expresión de un corazón tierno y compasivo. Colosenses 3:12 pone a los tres juntos, con humildad y mansedumbre: “Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”
Podríamos decir que la bondad es un tipo de virtud secundaria. Compasión y paciencia, en varias formas, hacen posible la bondad. Un corazón compasivo conduce a la bondad, y a las acciones externas que expresan esa bondad. De igual manera, la paciencia hace posible la bondad interior y sus actos externos. La paciencia da espacio emocional y práctico para que la bondad madure y se mueva hacia afuera en actos físicos. La verdadera bondad y sus expresiones (las cuales no son fortuitas ni gratuitas) completan y expanden sus virtudes acompañantes. El fruto de la bondad necesita las raíces de la paciencia y la compasión, y a su vez, ellas necesitan de la bondad.
Del tipo costoso
Nuestros hijos pequeños todavía son lo suficientemente honestos con ellos mismos, y con nosotros, para admitir lo costosa que la bondad puede ser. Cuando un hermano es malo, o alguien en el parque, su respuesta natural (y la nuestra) no es ser amables, es responder de la misma manera. Esa es la razón por la que consideramos a la bondad como una virtud cristiana, la cual no simplemente pasa de manera espontánea sin práctica ni habilitación del Espíritu Santo. La bondad, dice Pablo, es el producto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23; 2 Corintios 6:6), no del corazón humano natural.
La bondad real necesita intervención del exterior, tanto del Espíritu de Dios como de su divino Hijo entrando a nuestro mundo malo, mostrándonos un nuevo camino, y haciéndolo, climáticamente, para nuestra salvación y gozo. Como mi esposa y yo hemos aprendido en casi quince años de matrimonio, la bondad el uno con el otro inicia con la bondad de Dios hacia nosotros en Cristo. Solo entonces podemos encontrar realmente los recursos para vencer el mal con el bien, triunfar sobre el enojo con paciencia, y levantarnos por encima de la maldad con bondad.
En otras palabras, la esencia de cómo nos volvemos más bondadosos; no con mutaciones fortuitas y gratuitas de bondad, sino con bondad cristiana, densa y genuina; es conociendo y disfrutando la bondad de Dios para con nosotros, y hacerlo específicamente alimentándonos, y tomando nuestra señales de las mismas palabras de Dios.
He Aquí Su Bondad
Nuestro mundo, en su rebelión y traición cósmica, no es más malo que su maldad para con Dios mismo, Dios que es santo y justo. Y sin embargo, ¡qué asombrosa bondad muestra, incluso hacia los incrédulos! Nuestro Padre celestial “es bondadoso para con los ingratos y perversos” (Lucas 6:35). Incluso los que viven las vidas más duras y malvadas son rodeados por los rayos de la bondad común de Dios, como podríamos llamarlo: lindos días, mentes humanas y cuerpos y palabras, amigos y familia, comida y refugio, la divina bondad diaria que damos por sentado hasta que se van.
Como Pablo predicó en Listra, incluso “en las generaciones pasadas”, antes de Cristo, cuando Dios, “permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos;” Él mostró a los incrédulos su bondad común, y “no dejó de dar testimonio de Él mismo, haciendo bien y dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando sus corazones de sustento y de alegría” (Hechos 14:16-17). Esa bondad incluso en nuestros días, por más gratuita que nos parezca, no es desperdiciada. No es fortuita, más bien, tiene un propósito: “guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4).
“En Cristo, nos convertimos en el tipo de personas que ven a otros, y tienen compasión por ellos, y ejercen paciencia hacia ellos, y muestran bondad hacia ellos.”
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Incluso en la plenitud del tiempo, “se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor” (Tito 3:4), trayendo salvación, la bondad especial de Dios, mediante la fe en Cristo. Tal divina bondad, no solo trajo rescate eterno para el pueblo elegido por Dios, sino también implantó incluso a los extraños al árbol antiguo de bendición mediante la fe (Romanos 11:22). Jesús es la bondad encarnada, cuyo yugo no es severo, pero (literalmente) bondadoso (Mateo 11:30). Él es el Señor a quien, con nuevos paladares dados por el Espíritu, hemos probado como bondad (1 Pedro 2:3).
Bondad en Camino
Así como Cristo, por Su Espíritu, muestra bondad para con nosotros, en Su Palabra y en nuestras vidas, Él también nos forma como instrumentos de Su bondad para con otros. “Dios los perdonó en Cristo”, dice Pablo en Efesios 4:32. Por lo tanto, “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros”.
Por último, es la bondad de Dios la que derrite un espíritu imperdonable, ablanda un corazón duro, y transforma acciones crueles. En Cristo, nos convertimos en el tipo de personas que ven a otros, y tienen compasión por ellos, y ejercen paciencia hacia ellos, y muestran bondad hacia ellos, sabiendo no solo que a nosotros mismos se nos ha mostrado bondad, sino también que “en los siglos venideros (Dios mismo mostrará) las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:7). Nosotros solo hemos empezado a probar la bondad de nuestro Dios.
Por: David Mathis
Fuente: Kindness in a World Gone Mad
Traducido por: Mariafenanda Artadi
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