Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

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Ama al racista, confronta el pecado

Una vez escuché que un líder de derechos civiles bien respetado y conocido criticó a una organización vecina de reconciliación racial por sólo tener conversaciones y eventos sobre la armonía racial, pero rara vez hacían algo. “Lo único que hacen es hablar”, fue su acusación.
Siempre me he preguntado si su crítica es el caso de la mayoría de los evangélicos auto-profesantes. Tenemos debates sobre el racismo y la armonía étnica en los medios sociales y en eventos especiales, pero ¿estamos listos para ser lo suficientemente audaces para confrontar y disciplinar a hombres o mujeres que muestran parcialidad étnica en el cuerpo de Cristo? Si tomamos en serio la lucha contra el pecado de la parcialidad étnica, también conocido como racismo, en la iglesia, debemos abordarlo pronto localmente y privadamente.

Confrontar en Amor

Durante la última década, me he encontrado con racistas. Algunos de los racistas con los que me he encontrado pudieron haber sido cristianos verdaderos, pero muchos eran nominales en el mejor de los casos. La mayoría eran mayores, e incluso líderes de iglesia, o hombres con mucha influencia y respetados en sus esferas. Al encontrarme con un racista, me encontraba muy perturbado. No sabía cómo responder. ¿Qué hacer con estas personas? ¿Cómo involucrarse con ellas? Buscaría consejo de hombres que confío, pero no puedo recordar que alguna vez me hayan dado un camino claro a seguir.
Debería haber recurrido a las palabras de Jesús.

“Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos.” (Mateo 18:15-16)

Una de las maneras para que las minorías (e inclusive aquellos en mayoría) tomen medidas contra el racismo en la iglesia es practicar Mateo 18. Si alguien en tu congregación es un racista y no se arrepiente por ello, Jesús nos ordena a “ir y reprenderlo”. El consejo se da con la esperanza de que todos los involucrados se reconcilien entre sí. Si él no se arrepiente, Jesús nos enseña: “lleva contigo a uno o a dos más”. Esto asegura un proceso justo para todos los involucrados. Si la acusación es superficial, el acusado tiene a terceros para salir en su defensa. Si la acusación tiene fundamento, el acusador es protegido, y los cargos son suficientemente establecidos.

“Muchos no piensan que el racismo es un gran problema, siempre y cuando nadie esté siendo golpeado, esclavizado, o maltratado físicamente.”

Cuando leemos Mateo 18, es natural compadecernos con la incomodidad de la parte que está siendo acusada, en lugar de la acusadora. Confrontar a otros respecto a su pecado, sobre todo cuando no hay una relación de confianza, no es divertido y requiere un profundo amor y preocupación por el acusado y su alma. Incluso es más difícil de hacer cuando se tiene que involucrar a otros. Muchos de nosotros preferimos no involucrarnos, especialmente si el acusado es culpable de un pecado en el que nos hemos vuelto insensibles. Y el racismo suele ser uno de esos pecados. Muchos no piensan que es un gran problema, siempre y cuando nadie esté siendo golpeado, esclavizado o maltratado físicamente.
En lo personal, me pregunto cuántas situaciones habrían resultado ciertas para mí si hubiera aplicado Mateo 18 cuando encontraba racismo en la iglesia. Me arrepiento de “dejar pasar las cosas” y no amar a mis hermanos lo suficiente como para confrontarlos en su pecado. Era hipócrita de mi parte condenar públicamente el racismo, pero nunca confrontarlo de forma privada en amor.

Lo suficientemente audaz para disciplinar

¿Qué debemos hacer cuando un hermano o hermana se niega a arrepentirse en la presencia de dos o tres testigos? Mateo 18:17 nos instruye a llevarlos ante la iglesia: “Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el Gentil (el pagano) y el recaudador de impuestos.”

“Era hipócrita de mi parte condenar públicamente el racismo, pero nunca confrontarlo de forma privada en amor.”

Es fácil para los líderes de iglesia dar servicio de labios a nivel nacional para tratar con el pecado del racismo en las iglesias y denominaciones, pero cuando el problema golpea cerca de casa y se requiere un sacrificio personal a fin de hacerle frente, ¿estamos comprometidos a hacerle frente? ¿estamos dispuestos a practicar la disciplina en la iglesia en un miembro con mucho dinero, o un amigo de la familia de mucho tiempo, o incluso un miembro de la familia, o incluso un anciano compañero que muestra parcialidad hacia alguien de un origen étnico diferente? Muchos pastores pueden pensar en una lista de miembros queridos que son “un poco racistas”, pero los consideran generalmente buenas personas. Cuando su racismo es traído a la luz, y se vuelven obstinados, ¿los disciplinarías o lo pasarías por alto?
Es difícil tomar en serio a cualquier cristiano, independientemente de su color de piel, que afirma creer que el racismo es un pecado, pero permite que un racista que no se arrepiente enseñe, mantenga una oficina, o incluso sea un miembro activo de su congregación local. Y no uso la palabra “racista” a la ligera. Me refiero a un antiguo tipo de racismo que muestra cualquier tipo de parcialidad hacia otro miembro del cuerpo basándose únicamente en el color de piel (Santiago 2:1-13).
La iglesia necesita menos servicio de labios y más amor acompañado de acción. Hasta que no estemos dispuestos a confrontar y disciplinar a nuestros hermanos y hermanas que están sumergidos en este tipo de pecado, y otros, seremos pueblos en valles, en lugar de ciudades en una colina.
Por: Phillip Holmes © Desiring God Foundation.
Fuente: “Love the Racist, Confront the Sin”.
Traducido por: Daniel Elias

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