
97. «También ustedes, tengan paciencia» – Santiago 5:8
Nuestro Dios es un Dios paciente. El Señor Jesús es el gran ejemplo de paciencia. El Espíritu Santo es el agente que produce la paciencia. Las pruebas, los problemas y las desilusiones son los medios que la ejercitan y la fortalecen. La paciencia que necesitamos implica estar dispuestos a soportar todo lo que Dios nos ha asignado, sin quejarnos; sí, con resignación y esperanza: esperar el tiempo de Dios para las bendiciones que necesitamos, o las respuestas a las oraciones que elevamos. La paciencia es la hija de la fe; y solo podemos ser pacientes cuando creemos que Dios lo ha designado todo, lo domina y lo ordena, para nuestro bien y para su gloria. La paciencia produce dominio propio, cierra la boca para evitar la queja, cuida que el corazón no busque venganza, y es un punto principal en el dominio propio.
¿Eres impaciente? Entonces confiésalo, y arrepiéntete ante Dios; la impaciencia te destrozará y te llevará a deshonrar a Dios. Cuídate; la venida del Señor está cerca. Observa a los profetas, a los apóstoles, a los mártires y a Jesús; y tú también sé paciente. «Tengan paciencia, que así ganarán sus almas». «Tengan paciencia… que ya está cerca la venida del Señor».
Oh, que tu gracia nos auxilie,
y fortalezca nuestro corazón,
¡hasta que acabe el turbulento camino de la vida,
y arribemos a la orilla del reposo celestial!
¡Que podamos perseverar con paciencia,
hasta llegar a las puertas de Sion!
Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias
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