Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

92. «El Espíritu Santo de la promesa» – Efesios 1:13

La gran bendición prometida en el Antiguo Testamento es el Hijo de Dios; pero la gran promesa del Nuevo Testamento es el Espíritu Santo. Se le prometió a Jesús como recompensa por su obra; y él nos lo prometió a nosotros, a todos los que se lo pedimos. Jesús concede esta agua de vida, y todo el que la recibe la reconoce como una fuente de agua que brota para vida eterna. El Espíritu se nos promete para enseñarnos, para guiarnos, para confortarnos, y para ayudarnos en toda tarea; y dependemos de él para tener luz, vida, gozo, paz y poder, al igual que dependemos de Jesús para recibir expiación, justicia y aceptación ante Dios. Él también es el Espíritu de la promesa, ya que parte de su obra es revelar, aplicar y llevarnos a implorar las promesas ante Dios. Sin él, leemos las promesas pero no percibimos su plenitud, no reconocemos su gloria, ni las tomamos como propias; pero bajo su enseñanza, las promesas parecen nuevas, perfectamente adecuadas para nosotros, sumamente excelsas y muy preciosas. En la escuela de la experiencia dolorosa, todo cristiano está aprendiendo la dependencia y necesidad diaria del Espíritu Santo de la promesa.

Amados, cuidémonos de no entristecerlo; con doble diligencia valoremos su influencia, consultemos su voluntad, obedezcamos sus exhortaciones y busquemos su intervención.

¡Padre, concédeme el sello del Espíritu
para vivir y reinar!
Permíteme recibir ahora la promesa,
y nunca más tener sed.

Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias

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