
56. «Vive siempre para interceder» – Hebreos 7:25
Él murió una vez por nuestros pecados; pero vive para interceder por nosotros diariamente, a cada hora, momento a momento. Tiene una vida sin fin, un sacerdocio inmutable; comparece en el cielo como el gran sumo sacerdote de nuestra declaración de fe, nuestros nombres están en su pectoral, él está íntimamente familiarizado con nuestros asuntos, y vive en el cielo con el propósito de interceder por nosotros. Él presenta su preciosa sangre, su perfecta justicia; y aboga por nuestro perdón, protección y glorificación. Él llega al oído del Padre, al corazón del Padre; y perfecciona todo lo que tiene por nuestro bienestar.
Qué maravilloso es su amor: primero dejó el cielo por nosotros, y en la tierra trabajó, sufrió, murió, en nuestro lugar; luego regresó al cielo por nosotros, y allí vive, intercede y consigue nuestros mayores intereses. Él ve todos nuestros cambios, pero él no cambia; con frecuencia sufre por nuestras incoherencias, pero aun así intercede por nosotros; él se comprometió con nuestra causa cuando no había nada en nosotros que lo motivara o indujera a hacerlo, y todavía está interesado en nosotros, intercede por nosotros, y se regocija en hacernos bien. Qué fuente de consuelo es esto, qué motivo para tener confianza. «Si cuando éramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, mucho más ahora, que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida».
Como nuestro gran Sumo Sacerdote,
se presenta ante el propiciatorio e intercede;
nuestra causa está en sus manos fieles,
nuestros enemigos bajo sus pies.
Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias
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