
220. «¡Señor, ayúdame!» – Mateo 15:25
Esta oración viene del corazón de una pobre mujer, y llegó al corazón de Jesús. Es breve, pero abarcadora. Siempre es apropiada, pero a veces lo es especialmente. Es una bendición conocer y sentir nuestra debilidad, porque es solamente así que clamamos de corazón al Señor para que nos dé fuerzas. En todo deber que debemos llevar a cabo, en toda prueba que encontramos, en todo problema que tenemos que enfrentar, con todos los dolores y las tristezas que tenemos que soportar, podemos clamar constantemente: «Señor, ayúdame». Necesitamos la ayuda de Dios; él la ha prometido generosamente.
Por lo tanto, busquémosla y recibámosla. Que esta sea nuestra oración de cada día: «Ayúdame a aferrarme a Jesús con toda la intención de mi corazón; ayúdame a hacer tu voluntad, con alegría y constancia; ayúdame a perseverar a través de todas las dificultades, y proseguir a la meta, al premio del supremo llamamiento; ayúdame a reconocer con gratitud tu mano en la prosperidad, y a someterme a tu voluntad con mansedumbre en la adversidad; ayúdame a conquistar a mis enemigos, a dominar las corrupciones de mi propio corazón, y resistir todas las tentaciones que se me presenten; ayúdame a esperar en quietud todos los días de mi tiempo asignado hasta que llegue mi cambio». Si oramos estas peticiones con fe, si salen desde el alma, podemos decir cada día: «El Señor es quien me ayuda; no temeré lo que pueda hacerme el hombre».
Señor, ayúdame con tu gracia,
a descansar, indefenso, a tus pies,
a completar bien mi carrera,
a sufrir bien y morir bien.
Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias
Deja un comentario