
179. «Tú, Señor, amas a tu pueblo» – Deuteronomio 33:3
¿Y qué era el pueblo al cual amó? Eran criaturas pobres, oprimidas, rebeldes, tercas, duras de corazón, indignas. Al igual que su pueblo es hoy por naturaleza. Así somos nosotros. Pero él nos ama, nos tiene compasión, y nos distingue de otros a nuestro alrededor. No escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros; y con él nos dará también todas las cosas. Aunque Dios todavía no tiene a todo su pueblo junto a él, tiene a Jesús sentado a su diestra, que es el representante de su pueblo, la imagen misma y exacta semejanza de sus escogidos. Todos los rayos de su amor se centran en él, que es la cabeza de su cuerpo, la iglesia. Todas las corrientes de deleite desembocan en él, y a través de él fluyen hacia cada creyente en la tierra. Así como amó a Jesús, así nos amó a nosotros; amó a Jesús y nos amará a nosotros; porque Cristo y nosotros somos uno. Lo que nos ocurre a nosotros le ocurre a él; y lo que le ocurre a él, o lo que le es conferido a él, como hombre y como mediador, nos ocurre y nos es conferido a nosotros. ¡Oh qué glorioso misterio de amor infinito y eterno! ¡Oh, dirige mi corazón hacia este amor de Dios!
¡Oh amor sin igual!
Que deja todo pensamiento muy atrás;
donde el largo, el ancho, la hondura y el alto
se pierden ante mi vista asombrada:
Señor, derrama de tu amor
en mi pobre corazón pecador.
Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias
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