
158. «Me infunde nuevas fuerzas» – Salmo 23:3
«Ando sin rumbo, como oveja perdida». Somos propensos a desviarnos, y habiéndonos desviado nunca regresamos hasta que el buen Pastor nos busca. Pero sus ojos están puestos sobre el que se desvía. Su corazón se preocupa por él. Lo sigue con reprensión, reprobación y reproche; y lo restaura en plenitud. Lo convence de la insensatez de alejarse del redil, el alma se vuelve infeliz en su estado vagabundo, se despierta un espíritu de oración, se profundiza la intención de regresar, la oveja se arrastra a los pies del Pastor, reconoce su pecado e insensatez, implora misericordia y clama: «¡Devuélveme el gozo de tu salvación!». Es levantado por el poder del Pastor, y llevado nuevamente al redil con suaves reprimendas.
Cada restauración se produce por gracia. En toda instancia es el cuidado del Pastor el que restaura al alma vagabunda. El errante restaurado siempre se siente profundamente humillado, va corriendo hacia la preciosa sangre de expiación, admira la misericordia restauradora, se vuelve más precavido, cauteloso y prudente; su conciencia es más tierna, su odio contra el pecado es más profundo, y su celo por su propio corazón es más vigoroso. Se aborrece a sí mismo y se arrepiente hasta el polvo y las cenizas. Ansía la presencia de Dios, aprecia las ordenanzas de la religión, y se mantiene vigilante en oración.
Señor, me siento propenso a vagar;
propenso a dejar al Dios que amo.
Aquí está mi corazón, Señor, tómalo y séllalo,
séllalo desde tu corte celestial.
Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias
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