Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

142. «Nosotros lo amamos a él, porque él nos amó primero» – 1 Juan 4:19

Nuestro amor por Dios no es más que un débil reflejo de su amor por nosotros. Él nos amó en la eternidad, para que a su tiempo nosotros pudiéramos amarlo a él. Nos amó sin que hubiera ninguna causa en nosotros; pero como él tiene infinito amor, debería ser amado solo por ser él. Pero es la demostración de su amor lo que despierta nuestro amor hacia él, y al derramar su amor generosamente sobre nuestro corazón, nosotros le correspondemos amándolo. Ningún hombre en su estado natural puede amar a Dios, porque «las intenciones de la carne llevan a la enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden».

Por tanto, si lo amamos, o desde el corazón deseamos amarlo, esto es una prueba de que nuestros corazones han sido transformados; y esa transformación es el resultado y la prueba de su amor por nosotros. Toda bendición espiritual fluye naturalmente de su amor, y todo lo que nos envía es una bendición por causa del pacto, y nos lleva nuevamente hacia él. Nuestra fe en su Palabra, nuestra esperanza en su misericordia, nuestro amor por su pueblo, nuestro celo por su causa, nuestro pesar por el pecado, y nuestro deseo de santidad, son todas pruebas de su amor por nosotros. Pero el hecho de ser hijos de Dios es el máximo
tesoro. Este es un amor incomparable, que siendo pecadores seamos llamados «hijos de Dios».

¿Cómo puedo dudar de tu amor por mí,
tu amor que impulsa a mi alma
a buscar la llenura de ti,
a amar de nuevo a mi Señor de gracia?

Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias

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