
112. «Señor, dígnate agradarte de mis pensamientos» – Salmo 104:34
Meditar significa pensar detenida y seriamente, durante algún tiempo, sobre un tema: si el tema es espiritual, el ejercicio es singularmente beneficioso; si la mente es espiritual, meditar en Jesús será algo agradable. Pensemos en él con frecuencia, atenta y seriamente. Meditemos en la gloria de su persona, las riquezas de su gracia, la fortaleza de su amor, la ternura de su compasión, el poder de su brazo, los méritos de su sangre, la magnificencia de su justicia, la plenitud de su conquista, el esplendor de su ascensión; la prevalencia de su intercesión, el lugar exaltado que ocupa en el cielo, el constante cuidado de su pueblo en la tierra, lo que él les da, lo que requiere de ellos, y la gloria a la cual los llevará, cuando venga por segunda vez, sin pecado para salvación. Meditemos, y que Jesús sea nuestro sujeto. En la meditación reflexionemos sobre todo lo relacionado con su persona, su oficio, su obra, su reino, su humillación, su exaltación y su carácter. Tales meditaciones serán agradables. Observémoslo en la naturaleza, en la providencia y en la gracia. Tales miradas de él nos alegrarán, nos fortalecerán y levantarán nuestro espíritu. Meditemos en él esta noche, y que nuestros últimos pensamientos sean de Jesús.
Agradables pensamientos llenan mi corazón,
cuando meditan en sus diversas obras;
¡Dios mi CREADOR levanta mi voz!
¡En Dios mi SALVADOR me alegraré!
Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias
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