Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

109. «Se entregó a sí mismo por mí» – Gálatas 2:20

Jesús fue nuestro sustituto. Vivió, sufrió, y murió, en nuestro lugar. Nuestros pecados le fueron imputados a él, fueron castigados en él, y fueron quitados por él. Dios nos ha maldecido, pero Jesús se entregó a sí mismo para cargar con la maldición en nuestro lugar; cada amenaza de la ley fue ejecutada sobre él; cada uno de los reclamos de la justicia fue respondido por él; y ahora Dios es justo y también es quien justifica a todos los que creen en Jesús. El libro de deudas es tachado, lo que fue escrito en contra nuestra es destruido, y todo enemigo es vencido.

¿Reflexionamos sobre la ley que hemos quebrantado, la justicia que hemos provocado, el infierno que hemos merecido? También consideremos que Jesús se entregó a sí mismo por mí. Él ha satisfecho la justicia, ha cumplido la ley, y le ha dado gloria a Dios, en mi naturaleza, mi nombre y mi lugar; y Dios es infinitamente más honrado por la vida y la muerte de mi sustituto que lo que hubiera sido honrado por mi obediencia si nunca hubiera pecado, o por el castigo recibido por mi pecado. Esta es nuestra alegría, que Dios puede ser justo al justificar a quienes creemos en Jesús. ¡Demos gracias a Dios por su don inefable!

Jesús es el supremo bien;
nos ha salvado por su sangre:
nada valoremos sino a él;
nada más merece nuestro aprecio.

Cuando la severa justicia dijo:
«El hombre ha perdido el derecho a vivir;
mi decreto exige venganza»,
Jesús gritó: «Impútamelo todo a mí».

Por: James Smith
Traducido por: Proyecto Nehemias

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