Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

Ver a Dios en los Juegos Olímpicos

La Biblia no menciona el béisbol, el baloncesto, o el fútbol, pero Dios tiene algo explícito que decir sobre los Juegos Olímpicos.
Los antiguos Juegos eran de conocimiento común en el primer siglo, al igual que las modernas Olimpiadas lo son hoy en día. Por más de un milenio, los Juegos Olímpicos han tenido lugar cada cuatro años en Grecia. Todo el mundo sabe sobre las Olimpiadas.  “Todo el que compite en los juegos,” escribe el apóstol Pablo, “se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Corintios 9:25).
Dios quiere que los cristianos vean a través de los Juegos Olímpicos la realidad última. Pablo, explica John Piper, tomó las bien conocidas Olimpiadas y…

enseñó a los cristianos a incorporarlas a un nivel diferente, y ver en los Juegos una realidad muy diferente a la que todos los demás estaban viendo. Él dijo, en efecto: “Los juegos se juegan en este nivel de realidad. Ellos corren en este nivel. Ellos boxean en este nivel. Ellos entrenan, practican y se niegan a sí mismos en este nivel. Ellos fijan su mirada en el oro en este nivel.”

“Ahora, quiero que lo veas todo en otro nivel. Quiero que traslades las luchas temporales y los triunfos de los Juegos Olímpicos a un nivel diferente de realidad – el nivel de la vida espiritual y la eternidad y Dios. Cuando veas correr a los atletas, ve otra clase de carrera. Cuando los veas boxear, ve otra clase de boxeo. Cuando los veas entrenar y negarse a sí mismos, ve otra clase de entrenamiento y de auto-negación. Cuando los veas sonreír con una medalla de oro alrededor de su cuello, ve otra clase de premio.”

Dios quiere que nosotros descubramos las verdades acerca de Él, su palabra, y su salvación cuando veamos las Olimpiadas. C.S. Lewis lo llama “transposición” – tomar las realidades creadas por Dios, y la cultura que los seres humanos hacemos bajo Dios, y ver a través de ellas la realidad última. Dios ha llenado nuestro mundo con punteros.

Escucha la voz de Dios

Transponer los Juegos, entonces, significa tomar las dos semanas que de otra manera sería meramente entretenimiento y encontrar en ellas una oportunidad para escuchar la voz de Dios. Piper condensa su consejo para ver las Olimpiadas a esto:

Cada vez enciendes la televisión, quiero que escuches a Dios hablándote a través de los Juegos… Verás el camino de la disciplina y el dolor que los atletas están dispuestos a ejercer por una medalla de oro y una hora en la gloria de la alabanza humana. Te insisto mientras miras a trasladar lo que ves de los Juegos a la realidad última.

¿Qué, entonces, estará en las pantallas en Río para aquellos que tienen ojos para ver?

Ve la grandeza de Dios

Por un lado, las Olimpiadas nos cautivan con su grandeza. Pueden parecer más grandes que la vida, con una especie de trascendencia que se nutre de un profundo anhelo en el alma humana.
En la pantalla están los mejores atletas del mundo, y los seres humanos más impresionantes, de la mayoría de las naciones geopolíticas del mundo. Los ojos del mundo rara vez se fijan en un evento como este, aparte de las guerras y los terribles desastres. Desde nuestra vista limitada, pocas cosas parecen poner en evidencia la unicidad de la humanidad, y nos dan una sensación globalmente importante de un modo positivo, como los Juegos Olímpicos.
Pero, tan grande como son los Juegos Olímpicos, los cristianos sabemos que tenemos algo infinitamente mayor – Alguien infinitamente mayor. La grandeza de los Juegos nos señala una grandeza aún mayor. El gusto por la trascendencia nos ayuda a reconocer una Grandeza y Magnitud personal que no viene y se va durante un par de semanas cada dos años, sino que permanece para nuestro eterno placer – junto con las personas de cada tribu, lengua y nación.
Tan grande como se sienten los Juegos Olímpicos, tan trascendental como la medalla de oro puede parecer en el momento, haz el esfuerzo de salir con la cámara de los ojos de tu mente a la vista aérea. Ve la pequeñez de la arena comparada con la ciudad de Río, luego empequeñecida por todo Brasil y América del Sur, y sólo una pequeña mancha comparada con el mundo – infinitamente pequeño – contra la masividad del universo, y eso relativizada por la grandeza y el valor de Dios.

Pelea la batalla de la fe

Los juegos también tienen algo que enseñarnos sobre la vida cristiana. La gloria Olímpica es para los jóvenes, pero la “carrera” cristiana es para jóvenes y viejos. Mientras que el oro en patinaje artístico y el esquí de fondo son sólo para los más aptos del planeta, la lucha espiritual de la fe es para los más sanos y los más enfermizos, para los físicamente fuertes y los débiles.
Así que, ¿cómo puede un cristiano envejecido y enfermo – que apenas puede caminar, y mucho menos competir en una carrera o cualquier cosa atlética – encontrar los medios para correr? Debido a que la “batalla de la fe” cristiana no es contra la pérdida de salud, sino contra la pérdida de esperanza.
Pablo dice para proteger a Timoteo: “Pelea la buena batalla de la fe. Echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado” (1 Timoteo 6:12), y testifica al final de su carrera: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7). Los Juego Olímpicos nos recuerdan que “el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura” (1 Timoteo 4:8).
La fe salvadora, sustentada y empoderada por el Espíritu, persevera a través de tantos obstáculos como cualquier atleta olímpico, y mucho más.
Por: David Mathis © Desiring God Foundation.
Fuente: “Watch for God at the Olympic Games”.
Traducido por: Daniel Elias.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: