Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

indiferencia

Señor, líbrame de la indiferencia

Pasión, como muchas palabras importantes, ha sido usada en exceso, y por lo tanto, devaluada. Es una víctima de esa idiosincrasia inevitable del idioma — la inclinación a usar una palabra para demasiadas cosas.
Celo es la palabra en nuestras Biblias que tal vez se acerque más a lo que normalmente queremos decir cuando hablamos de “pasión”. Ejemplos bien conocidos incluyen:

  • Él [Cristo Jesús] se dio por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo para posesion Suya, celoso de buenas obras. (Tito 2:14)
  • Sus discípulos [de Jesús] se acordaron de que estaba escrito: “El celo por Tu casa Me consumirá.” (Juan 2:17)
  • El que dirige (presta ayuda), [que lo haga] con diligencia [celo]. (Romanos 12:8)
  • No sean perezosos en lo que requiere diligencia [celo]. Sean fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. (Romanos 12:11)

En esta época del año, este es el tipo de celo que los cristianos escuchan más.

Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de Su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto. (Isaías 9:6-7)

“La pasión y el celo son indicadores que muestran lo que atesora nuestro corazón, y por lo tanto lo la motivación de nuestras vidas.” Click To Tweet
En el lenguaje moderno, diríamos que la pasión que consume el corazón del Señor de los ejércitos es redimir a los pecadores perdidos a través del sacrificio del Mesías (Isaías 53), y establecer y sostener el reino eterno del Mesías. Esta es la principal tarea de Dios, su enfoque principal para la humanidad.
Si compartimos la pasión de Dios en este mismo sentido, es un cosa muy buena. Es una cosa piadosa.

Pasión del corazón

De hecho, es una cosa tan buena que la Biblia lo ordena. ¿Notaste el mandamiento en la declaración de Pablo: “No sean perezosos en lo que requiere diligencia [celo]. Sean fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Romanos 12:11)? Esto significa que ser apasionado no es una opción para el cristiano.
Aquí es donde debemos dejar que la Biblia, en lugar de nuestra sociedad, defina nuestros términos, establezca nuestros estándares y desarrolle nuestras expectativas. La Biblia no ve lo que llamamos pasión como algo arraigado en nuestros temperamentos. Las personalidades tranquilas son llamadas a vivir en un enfoque ferviente y dedicado, tanto como las personalidades intensas y motivadas. Tampoco ve la pasión como algo arraigado en nuestro origen étnico. Los de herencia escandinava (como yo), que tienden a ser emocionalmente reservados, están llamados a sentir profundamente y esforzarse intensamente tanto como aquellos cuyos ancestros eran “latinos apasionados.”
No, la Biblia ve el celo como un asunto del corazón. Cuando Pablo dice: “No sean perezosos en lo que requiere diligencia [celo],” tenemos que recordar que Jesús llamó “malo” al siervo perezoso en su parábola (Mateo 25:26). La pereza no es un capricho de la personalidad; es un pecado. Es un pecado porque no ser “ferviente en espíritu” mientras servimos al Señor, es estar en algún nivel de indiferencia a lo que profundamente más Le importa. Tal indiferencia es malvada.
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En la mente de Dios, el fervor, el celo o la pasión no son descripciones de lo emotivos que somos. Son indicadores que muestran lo que atesora nuestro corazón, y por lo tanto, la motivación de nuestras vidas. Al igual que Dios está mucho más impresionado por las oraciones sinceras en secreto que por las largas oraciones en público (Mateo 6:5-6), está mucho más impresionado (o no) por lo que verdaderamente nos fascina que por cualquier exposición emotiva externa. Porque lo que nos fascina determina cómo priorizamos nuestras vidas.
No importa cómo la genética y el medio ambiente han influido en nuestra naturaleza emotiva, pocas cosas exponen a nuestro verdadero yo más que comparar lo que a Dios le apasiona con lo que a nosotros nos apasiona. Con frecuencia el celo que más necesitamos es el celo de arrepentimiento (Apocalipsis 3:19).

Lo que sea necesario

Estamos emocionalmente y afectivamente trastornados por nuestro pecado que mora en nosotros. Encontramos el mandamiento de Dios de que le sirvamos apasionadamente, imposible de obedecer en nuestras propias fuerzas. Por supuesto que lo hacemos, al igual que muchos, muchos otros mandamientos imposibles, tales como “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) y “no temas a los que matan el cuerpo” (Mateo 10:28).
Pero los mandamientos imposibles de Dios son en realidad misericordias para nosotros. Nos humillan de maneras que necesitamos desesperadamente (1 Pedro 5:6) y nos empujan a descansar cada vez más en la obra acabada de Cristo por nosotros (2 Corintios 5:21). Nos llaman a niveles más profundos de dependencia de la oración y nos llevan a pedir a Dios por todas nuestras necesidades (Lucas 11:9) y a vivir cada palabra de Su boca (Mateo 4:4). En otras palabras, obran para enseñarnos a seguir a Jesús viviendo de la manera en que los seres humanos siempre fueron hechos para vivir: por la fe (Hebreos 12:2; 2 Corintios 5:7).
“Lo que sea necesario, Señor, aumenta mi celo por hacer tu voluntad.” Click To Tweet
No, no somos tan apasionados como deberíamos ser por las cosas que debemos ser. Pero ese pecado está cubierto (1 Juan 1:9), y Dios completará su buena obra en nosotros para que algún día compartamos perfectamente sus pasiones (Filipenses 1:6). Hoy, él quiere que le pidamos el celo que debemos tener. Y quiere que le preguntemos con valentía (Hebreos 4:16), y con fe (Santiago 1:6). Por lo tanto,

Sea lo que sea necesario, Señor, aumente mi celo por hacer su voluntad y mi urgencia para hacer el mejor uso de mi tiempo durante estos malos días. En el nombre de Jesús, Amén.

Por: Jon Bloom © Desiring God Foundation.
Fuente: “Lord, Deliver Me from Indifference”.
Traducido por: Daniel Elias.

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