Reflexión y Recursos Bíblicos basados en la Gracia de Dios

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Mi pecado se siente bien en el momento – ¿por qué parar?

La pregunta de hoy proviene de un hombre anónimo: “Hola Pastor John. Hay algo con lo que he estado luchando, y eso ha sido no sentirme condenado por mi pecado. Sé que como creyente debería sentirse mal por caer en pecado. Fumar marihuana, ver pornografía, mentir — cada vez que hago esas cosas que no debería hacer, nunca me siento culpable, ni me siento como si Dios me estuviera castigando o estuviera enojado con mi pecado. De hecho esas cosas me hacen sentir bien en el momento. Creo que lo más importante es que no sé cómo odiar el pecado, sobre todo cuando no siento ninguna reacción inmediata de parte de Dios por caer en ello. Es casi como si Dios me estuviera dando pase libre. Y sólo me pregunto por qué sería eso. ¿Cómo puedo aprender a odiar a mi pecado?”

En primer lugar, vamos a ser muy claros en que este hombre tiene toda la razón de que tiene que odiar el pecado. Eso no es opcional. Está ordenado en la Biblia, no se sugiere. El mandato no es simplemente huir del mal, sino odiar el mal, al igual que el mandato no es simplemente hacer misericordia, sino amar misericordia, amar la justicia. Él tiene su dedo en la misma esencia del cambio que necesita ocurrir en todo ser humano caído en pecado.
“Las lenguas de nuestras almas han de ser puestas fuera del gusto de la carnada del diablo.” Click To Tweet
Jesús lo expresó así cuando él estaba describiendo su propia venida: “Y éste es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo el que hace lo malo odia la Luz, y no viene a la Luz para que sus acciones no sean expuestas” (Juan 3:19-20).
Nuestro problema no es que no tenemos luz, sino que amamos la oscuridad. La amamos. Nuestro amigo que envió esta pregunta da testimonio de por qué nos encanta. Él dice: “cada vez que hago esas cosas que no debería hacer, me hacen sentir bien.” La Biblia llama a esto “los placeres temporales del pecado” en Hebreos 11:25. Por supuesto, el pecado se siente bien. De lo contrario, nadie lo haría. Nadie peca por obligación. Lo hacemos porque se siente bien, y la razón por la que no odiamos estos comportamientos es porque los amamos. Se sienten bien y nos gusta sentirnos bien, por eso nos gusta.
Somos como niños que encontramos dulce y agradable el sabor del veneno, y en primer lugar tenemos que ser enseñados que la botella con el letrero de cráneo en él es mortal. El gran letrero de “PECADO” en la botella significa que te va a matar. No bebas eso. Evítalo. Más profundamente, tenemos que ir más allá de tener un letrero en frente que nos impida hacer lo que realmente, realmente, realmente amamos hacer. Tenemos que ir más profundo.
Nuestras lenguas, las lenguas de nuestras almas, han de ser puestas fuera del gusto de la carnada del diablo. Me encanta la cita de un puritano. No recuerdo quién lo dijo, pero dice: “Oh Dios, pon mi lengua fuera del gusto de la carnada del diablo.” Es exactamente lo que tiene que suceder. No podemos simplemente amar constantemente el mal y no hacerlo. Tenemos que empezar a odiar el mal. Y para hacer eso, necesitamos nuevas papilas gustativas espirituales. Necesitamos el milagro del nuevo nacimiento.
¿Cómo podemos obtener estas nuevas papilas gustativas espirituales? Esa es la pregunta. Empezamos por darnos cuenta de que tenemos que conseguirlas. No son opcionales. Debemos conseguirlas. Esto no es superficial, marginal o la guinda del pastel del cristianismo. Esto es necesario. Debemos obtener estas nuevas papilas gustativas, y no podemos conseguirlas por nuestra fuerza de voluntad. Eso es lo que tenemos que entender. Debemos obtenerlas porque Dios nos lo manda.
“Nuestro problema no es que no tenemos luz, sino que amamos la oscuridad” Click To Tweet
“Los que aman al Señor, aborrezcan el mal” (Salmos 97:10). Pablo en Romanos 12:9 (NVI), “El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal” — es una orden; no es una opción — “aférrense al bien.” Él no dice simplemente dejen el mal o rechacen el mal. Él dice aborrécelo. No puedes odiar al mal por un acto de fuerza de voluntad. Sabes que no puedes. Él ni siquiera lo escribiría si pudieras hacerlo, porque estamos espiritualmente muertos y necesitamos una nueva vida moral en nuestras papilas gustativas, las papilas gustativas de nuestra alma, que nos digan la diferencia entre el bien y el mal por cuán horrible sabe el pecado y cuán dulce sabe la santidad.
Efesios 2:3-5 establece el terrible problema: “Todos nosotros en otro tiempo vivíamos [entre los hijos de desobediencia, versículo 2] en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente (de los pensamientos), y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó… nos dio vida.” Eso significa que las papilas gustativas que aborrecen el pecado vinieron a la vida. Las papilas gustativas que se deleitan en la santidad vinieron a la vida. Ese milagro tiene que suceder. Necesitamos ser provistos de la vida, un nuevo corazón que esté vivo frente al horror y la indignación del pecado y vivo para la dulzura de la santidad. Eso tiene que venir a ser.
Justo antes de que Pablo dijera en Romanos 12:9 (NVI), “Aborrezcan el mal,” él dijo, “No se adapten (no se conformen) a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:2). Esa transformación es un regalo de Dios, por lo que debemos clamar por ella, anhelarla desesperadamente y no ser arrogantes sobre nuestra falta de vida hacia ella. La gran cosa es que Dios no nos ha dejado sin una guía clara y una ayuda fuerte a medida que buscamos el don y la gracia de esta transformación y este amor por la santidad y odio al pecado. Dios no se ha alejado y no nos ha dejado desamparados, como si no hubiera nada que podamos hacer, y dijéramos: “Bueno, es un milagro. Sólo voy a esperar hasta que suceda.” No. El principal regalo que nos ha dado es su palabra, la Biblia. Este es el principal instrumento que el Espíritu Santo usa para dar amor por la santidad y odio por el pecado. Esta es la obra del Espíritu, y su instrumento es la palabra.
“Busca la belleza y el temor de Dios, y clama por un corazón que ame la santidad y odie el pecado.” Click To Tweet
Tú puedes ver esto, por ejemplo, en el Salmos 119:104. Dice así: “De Tus preceptos recibo entendimiento, por tanto aborrezco todo camino de mentira.“ Wow, qué “por tanto.” qué “por tanto.“ “De Tus preceptos recibo entendimiento; por tanto aborrezco todo camino de mentira.” El odio a los falsos caminos llega a través de la obtención del entendimiento de los preceptos de la palabra de Dios. Esa palabra funciona en dos niveles y sólo voy a mencionar estos.
En primer lugar, nos amenaza y nos advierte acerca de los peligros de amar el pecado y nos sacude a la seriedad, la cual el Espíritu Santo puede usar para abrir nuestros ojos a lo que realmente es valioso. Cuando leo las palabras de este hombre que nos escribió, es como si las Escrituras fueron escritas específicamente para responderle a él. Es asombroso cómo las Escrituras son hechas a medida, porque esto es lo que dijo: “Cada vez que hago esas cosas que no debería hacer, me hacen sentir bien en el momento. No siento ninguna reacción inmediata de parte de Dios por caer en ello. Es casi como si Dios me estuviera dando pase libre.” Wow. Qué fuertes palabras. “En el momento, se siente bien.” “No hay reacción inmediata.” “Casi un pase libre.”
En otras palabras, Dios le ha enseñado a este hombre. Dios le ha enseñado a este hombre que la buena sensación que proviene del pecado no va a durar. Él le ha enseñado a este hombre que la buena sensación es en el momento. Él le ha enseñado a este hombre que la reacción no es inmediata, pero vendrá. Él le ha enseñado a este hombre que casi siente tener como un pase libre, pero que sin duda no es un pase libre. Por lo tanto, él lo sabe. Él sabe la verdad. Las Escrituras son muy claras.
Job 20:5, “Es breve el júbilo de los malvados, y un instante dura la alegría del impío.” Santiago 5:5, escrito para el desenfrenado, “Han vivido lujosamente sobre la tierra, y han llevado una vida de placer desenfrenado. Han engordado (nutrido) sus corazones en el día de la matanza.” Esto está llegando. Está viniendo. No hay salida para el que ama el pecado. Pablo menciona los pecados sexuales y otros, y luego dice: “ La ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas” (Colosenses 3:6). Gálatas 5:21: “Les advierto, como ya se lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” Mateo 5:29, “Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.“
La palabra de Dios está llena de banderas de color rojo brillante ondeando en la cara de este hombre, en todas nuestras caras, diciéndole a él y a nosotros: “Deja de condescender con el pecado” para hacerle lo suficientemente serio como para que el Espíritu Santo pueda tomar esa seriedad y conducirlo hacia la profundidad de la transformación que tiene que suceder, lo que nos lleva a la última forma en que la palabra funciona.
“La Biblia es el principal instrumento que el Espíritu Santo usa para dar amor por la santidad y odio por el pecado.” Click To Tweet
No sólo nos advierte, sino que la principal forma en que el Espíritu Santo usa la palabra de Dios para crear amor por la santidad y odio por el pecado es por medio de mostrarnos al mismo Dios en su infinito valor y belleza y los sufrimientos de Jesús que fue a través por la que se compra nuestra santidad. Proverbios 8:13, “El temor del Señor es aborrecer el mal.” En otras palabras, cuando la palabra revela el valor infinito de Dios y despierta el temor reverente de él, el reflejo es, “Odio el mal que está en contra de este Dios.” Pablo lo expresa positivamente de esta manera: “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.” (2 Corintios 3:18 NVI).
La transformación al tipo de persona que ama la santidad y odia el mal viene del Señor, que es el Espíritu, pero lo hace mientras contemplamos la gloria del Señor. Por lo tanto, eso es lo que deseo principalmente todos los días, todos los días. Estudiar detenidamente las Escrituras, en busca de la belleza de Cristo y el temor de Dios, y clamar por un corazón que ame la santidad y odie el pecado.
Por: John Piper © Desiring God Foundation.
Fuente: “My Sin Feels Good in the Moment — Why Stop?”.
Traducido por: Daniel Elias

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